Nos
adentramos en las próximas entregas por el apasionante y aún no resuelto tema
de los linces en España, con muchos puntos por esclarecer, tanto referidos al
pasado, como al mismo presente, y también al futuro.
¿Cuántos
tipos de linces hubo realmente en tiempos “recientes”?, ¿qué estrategias se
están llevando a cabo para evitar su extinción o fomentar su recuperación y
retorno?, ¿a qué problemas se enfrentan?
Les
invito, pues, a que me acompañen una vez más en mi visión subjetiva de la situación,
siempre basada en hechos objetivos.
Para
empezar a desmenuzar la cuestión en toda su complejidad debemos abordarla
remontándonos muy atrás en el tiempo, a los últimos momentos del Plioceno y los
primeros del Pleistoceno, hace entre 3 y 2’5 millones de años, una época en que
nuestro planeta quedaba ya configurado más o menos como hoy lo conocemos, con
sus distintos continentes, iniciando la alternancia de ciclos glaciares e
interglaciares del Cuaternario.
Quizás
se pregunten ¿por qué?...
El
género Lynx, al igual que sucede con
algunos otros, como Canis, Bison, y como ya está empezando a
demostrarse en Homo (el nuestro),
constituye en sí mismo un “complejo de especie” o “complejo evolutivo”,
concepto cuya definición viene a poner de relieve la circunstancia de que
existen ciertos grupos de especies, tanto animales como vegetales, muy
estrechamente vinculadas genéticamente hablando, hasta tal punto que las líneas
que las separan como propias son en ocasiones muy débiles, en tanto en cuanto
siguen siendo capaces de hibridar y hasta mantener descendencia fértil en
nuestro presente.
Diríamos
que, o bien los cambios en su proceso hacia la especiación no han resultado tan
significativos como en otras, a pesar del paso del tiempo, o bien que cierto
flujo genético entre poblaciones ha permitido, también a lo largo del tiempo,
el que aún hoy en día quede abierta la posibilidad de cruce.
Por
lo tanto, aunque presenten claramente rasgos o circunstancias que los pueden
definir como especies propias, los linces del presente se encuentran todavía en
un camino evolutivo no cerrado, que todavía no ha llegado a su culmen.
El
ancestro común más reciente de las cuatro especies actuales del género Lynx fue Lynx issiodorensis, un felino de mayor tamaño que los linces actuales
y que estaba ya presente hace unos tres millones de años.
Según
algunos investigadores este lince debió aparecer en el continente africano hace
alrededor de cuatro millones de años, y según otros, se originaría en
Norteamérica algo más tarde.
De
cualquier modo, y a través del tipo norteamericano reconocido como Lynx issiodorensis kurteni, dio origen a
una de las primeras especies actuales, el lince rojo americano (Lynx rufus), que hoy habita desde el
sur de Canadá hasta el estado mexicano de Oaxaca (al sur del país) con una gran
variedad de formas, reconocidas como subespecies.
Algo
más tarde se originaron los tipos que habrían de llevar hasta los linces ibéricos
y boreales del presente. En Europa encontrábamos hace alrededor de 1’6 millones
de años una forma intermedia, en evolución desde Lynx issiodorensis hacia Lynx
pardinus spelaea, que ha sido tradicionalmente reconocida como Lynx issiodorensis valdarnensis,
mientras que en el Asia Central todavía no queda muy claro el tránsito hacia Lynx lynx, que parece ya documentado por
esas mismas fechas.
Pasado
el tiempo, alrededor de unos 600.000 años antes del presente, encontramos ya en
Europa al Lynx pardinus spelaea, y en
los tiempos de la Glaciación de Riss, hace 200.000 años, el Lynx lynx asiático atravesaría el
estrecho de Bering para dar paso a la especie que hoy conocemos como Lynx canadensis.
Lince Rojo (Lynx rufus). |
A
finales del interglaciar Eemiense, próximo ya el último período glaciar del
Würm, hace unos 125.000 años, los linces boreales y los canadienses comenzaron
su avance, mientras los linces pardos y rojos iniciaron su repliegue.
En
el caso de nuestro continente parece que ambas formas, L. pardinus spelaea y L. lynx,
llegaron a solapar territorios en Centroeuropa y partes norteñas de las
penínsulas meridionales del continente, y la consecuencia de ello fue que el
avance de Este a Oeste del lince boreal, de uno u otro modo, terminó con la desaparición
del tipo L. pardinus spelaea.
El
lince de las cavernas (Lynx pardinus
spelaea), fue hasta no hace demasiado considerado como el posible ancestro
de linces ibéricos y boreales, y denominado simplemente como Lynx spelaea, sin embargo hoy se
descarta esta posibilidad, relacionándolo directamente con el lince ibérico.
De
hecho este lince de las cavernas no fue sino un lince ibérico, pero eso sí, con
casi el doble de tamaño que el actual, de tal modo que su aspecto y medidas
quedaban muy próximas a las del lince boreal, por lo que con toda probabilidad
ambos compartieron el nicho entrando en competencia directa por los recursos,
que aunque abarcarían un amplio espectro desde roedores a ciervos, tendrían su
tamaño de presa ideal en animales del tamaño de la liebre al rebeco.
¿Por
qué y cuándo desapareció entonces el lince pardo de las cavernas?.
Ésta
es, sin duda, una de las primeras grandes incógnitas a día de hoy.
Los
restos de linces en yacimientos del Pleistoceno Tardío y el Temprano Holoceno quedan
tradicionalmente sujetos a debate y revisión, en tanto en cuanto casi nunca
diferencian con claridad las especies o tipos, encontrando el investigador
centrado en estos temas un “totum
revolutum” que habla de Lynx sp.,
sin más, Lynx spelaea, susceptible de
ser identificado bien con Lynx pardinus
spelaea o con Lynx lynx, y muchas
veces, también encontramos la nomenclatura Lynx
pardinus, que no establece una diferencia clara entre Lynx pardinus spelaea, de mayor tamaño, y Lynx pardinus pardinus, el actual lince ibérico.
Tratar
de recomponer, pues, cuál fue la evolución en el tiempo de estos distintos
tipos, es un tema al que aún queda mucho por aclarar, para tener una visión de
conjunto más amplia y acertada.
¿Por
qué resulta esto importante a día de hoy?. Pues no sólo por su valor documental
o histórico, como datos paleontológicos del pasado, sino porque tratándose de
un complejo de especie o evolutivo, en el caso de los linces, puede decir mucho
al respecto de futuras interacciones en la naturaleza.
Lince euroasiático o boreal (Lynx lynx). |
Si
volvemos al caso de los linces americanos, recordaremos que el lince rojo (Lynx rufus), había evolucionado en un
tiempo muy temprano, a partir de Lynx
issiodorensis kurteni. Pasado incluso algún millón de años, hizo su aparición
en Norteamérica el descendiente evolucionado desde Lynx lynx, la forma hoy conocida como Lynx canadensis o lince canadiense, especie de menor tamaño que el
lince boreal, adaptada a ambientes norteños, y especializada en la caza de
liebres.
El
tamaño entre linces canadienses y linces rojos es bastante similar, aunque por
regla general el canadiense es algo mayor. Ambos mantienen subespecies o tipos
de mayor tamaño dentro del rango, y otros más pequeños, dependiendo de regiones.
También
el lince rojo se nutre principalmente de lagomorfos, como especies más
significativas, aunque con una menor dependencia, puesto que aprovecha con
mayor frecuencia el amplio abanico de recursos existentes en sus zonas de distribución,
teniendo un porcentaje significativo los roedores e incluso ungulados.
Lo
realmente significativo a la hora de hablar hoy aquí de estos linces
americanos, es que ambos tipos o especies comparten distribución en una franja
importante de Norteamérica, que va desde el sur de Canadá al norte de los
Estados Unidos, zona en la que además de la coexistencia, se ha documentado la
hibridación.
Pasados
no ya miles, ni cientos de miles, sino algún millón de años desde su separación
en la línea evolutiva propia, estos dos tipos de lince encuentran hoy en día un
territorio en el que pueden interactuar, competir, e incluso cruzarse…
Lince canadiense (Lynx canadensis). |
¿Qué
ocurrió entonces en ese pasado “reciente” de los linces de Europa?...
Como
muchos de ustedes ya conocerán, la separación o admisión definitiva, el
reconocimiento pleno del lince ibérico como especie distinta del lince
euroasiático o boreal, es un hecho muy reciente, que apenas remonta a un par de
décadas.
Hasta
los años noventa del pasado siglo XX, un gran número de autores, pese a
emplearse con frecuencia la definición de “lince ibérico”, consideraban a éste
como una subespecie del Lynx lynx, es
decir Lynx lynx pardinus, y lo
englobaban junto al resto de tipos “sureños”, también con ciertas diferencias
de aspecto respecto a los linces norteños.
Los
linces meridionales se agrupaban, pues, en linces ibéricos (L. lynx pardinus), linces de los Cárpatos (L. lynx carpathicus), linces de los Balcanes (L. lynx martinoi), linces del Cáucaso (L. lynx dinniki) y hasta el supuesto lince sardo (L. lynx sardinae), por presentar en muchas ocasiones un tamaño
algo menor, dentro de la especie, y sobre todo, un pelaje más moteado.
Los
linces norteños se caracterizaban por un
tamaño algo mayor y un pelaje que, en proporción, o tenía un moteado mucho
menos significativo, o ni siquiera lo tenía, presentando fase rojiza en verano
y grisácea en invierno. Entre ellos destacan el lince escandinavo (L. lynx lynx), el de Baikal (L. lynx kozlovi), el de Altái (L. lynx wardi), el del Tíbet (L. lynx isabellinus), el de Siberia
Oriental (L. lynx wrageli) o el lince
del Amur (L. lynx stroganovi).
Las
diferencias craneodentales, de tamaño, y más detalladamente, de genética, llevaron
en última instancia a la comunidad científica a reconocer a finales del S.XX al
lince ibérico con elementos propios distintivos suficientes como para ser
encuadrado definitivamente bajo la categoría de “especie”, algo que, atendiendo
a la población existente en aquellos momentos, convertía al lince ibérico en el
felino más amenazado de extinción del planeta.
¿Cómo
se llegó a esta situación?.
Lince boreal (Lynx lynx). |
El
lince euroasiático o boreal había ido ganando terreno en su avance por Europa,
desde el Asia Central, desde los momentos previos a la última glaciación, de
tal modo que durante el pleniglacial de hace entre 21.000 y 18.000, había
conquistado las zonas “habitables” para la especie en el Cáucaso, Centroeuropa,
Balcanes y Península Itálica, quedando incluso registrada su presencia en el
yacimiento de Grotta della Madona
(Calabria) y, posiblemente, también en Sicilia.
Paralelamente
a su asentamiento queda en evidencia la desaparición desde entonces del tipo Lynx pardinus spelaea, con quien
convivió, compartiendo espacio durante algún tiempo, como ha podido demostrarse
por ejemplo en el yacimiento de Arene Candide,
al norte de Italia, donde incluso se han encontrado restos atribuibles a Lynx pardinus spelaea que hasta superan
el tamaño normal de este tipo de lince pardo, lo que más que probablemente esté
señalando con cierta claridad que se produjeron episodios de hibridación entre
ambas formas, algo que no resultaría en absoluto extraño, puesto que por
tamaño, ambas especies quedaban tan cerca como por ejemplo hoy los linces
canadienses de los linces rojos. Si a esto le añadimos que su separación en la
línea evolutiva fue mucho más tardía que en el caso de los tipos americanos, y
que formas del Próximo Oriente podían haber contactado en tempos pretéritos con
otras del Asia Central, el tema del cruce casi se puede dar por sentado.
El
lince boreal, alcanzado el tardiglacial, hace entre 18.000 y 12.000 años, había
conseguido llegar y asentarse hasta el norte de la Península Ibérica, aunque
sus números aquí nunca debieron ser notables.
Aparece
a finales del Pleistoceno en yacimientos cantábricos como Pagolusieta,
Santimañe, Rascaño y Urratxa.
Se
encontró, por tanto, muy tardíamente, con el todavía existente Lynx pardinus spelea, al menos en la
zona norte de la península, como queda atestiguado por ejemplo en la Cueva de Arrillor
(Álava), donde se hallaron restos del gran lince pardo datados entre 16.000 y
12.000 B.P.
De
forma casi paralela al avance del boreal por el sur de Europa, el lince pardo
había ido quedando recluido en las penínsulas meridionales, como vemos,
desapareciendo definitivamente con la llegada del su primo asiático, bien por
competencia, por hibridación, o por ambas circunstancias, de tal modo que Lynx pardinus sólo sobrevivía a finales
de la glaciación en la Península Ibérica.
Pero
incluso aquí, en el extremo meridional occidental, el lince pardo había sufrido
un episodio de adaptación específica que tendría muchísimo que decir al
respecto de la situación que hoy en día encontramos.
Lince ibérico (Lynx pardinus). |
Desconocemos todavía exactamente cuándo, pero se supone que en el espacio temporal
comprendido entre el pleniglacial (+/- 20.000 B.P.), el tardiglacial, y el tránsito al Holoceno (+/- 11.000 B.P.),
los linces del sur de la Península Ibérica quedaron en cierta medida aislados
del resto, comenzando un cuello de botella y una reducción de tamaño que, por
un lado, dejó a la especie con una genética muy concentrada, similar a lo
sucedido con los guepardos, con poca diversidad, y por otro, la sumió en una
dependencia clara hacia el recurso más abundante de la zona, el conejo, al
punto de caer, evolutivamente hablando, en la especialización que con toda
probabilidad no habían mantenido sus ancestros “cavernarios”.
Es
decir, Lynx pardinus spelaea, casi
del tamaño de un lince boreal actual, y por lo tanto, equiparable a éste en
cuanto a espectro alimenticio, redujo su talla a partir de 20.000 años atrás en
la zona sur de la Península ibérica porque se adaptó aquí al magnífico y
abundantísimo recurso que encontró en el conejo (Oryctolagus cuniculus).
No
sabemos qué sucedió exactamente con los linces pardos de mayor tamaño que
vivían en el norte peninsular.
Podemos
presuponer que en el período del pleniglacial las mesetas ibéricas, convertidas
en frías llanuras esteparias desarboladas, habrían supuesto una barrera
importante para el contacto entre linces ibéricos.
De
tal modo que al abrigo de las montañas norteñas el pardinus "cavernario" siguió sobreviviendo, enfrentándose
a la llegada del boreal.
En
las montañas centrales pudo darse una gradación, un aislamiento de pardinus "cavernarios", que
pudieron o no reducir su tamaño.
Mientras,
en el sur, más allá de Sierra Morena, el rigor climático no habría sido tan
contundente, y permitiría un hábitat propicio para las especies
"templadas".
Seguramente porque el conejo era el recurso-presa más abundante, los pardinus "cavernarios" se especializaron en su caza, y por gradación, selección natural, cuello de botella o endogamia, redujeron considerablemente su tamaño para presentar la forma actual Lynx pardinus pardinus.
Seguramente porque el conejo era el recurso-presa más abundante, los pardinus "cavernarios" se especializaron en su caza, y por gradación, selección natural, cuello de botella o endogamia, redujeron considerablemente su tamaño para presentar la forma actual Lynx pardinus pardinus.
Durante
el tardiglaciar las condiciones se suavizaron, y el ecosistema mediterráneo
sufriría avances y retrocesos peninsulares, y con él los linces meridionales y
las poblaciones óptimas de conejos.
Por
esas fechas, al norte, se libraría la "batalla" por hacerse con el nicho
cantábrico-pirenaico, siendo muy probable que el boreal contara con ventaja
sobre el cavernario, como había sucedido en el resto de Europa.
Entonces
llegó el Holoceno, un nuevo momento propicio para la expansión del ibérico
actual meridional hacia zonas norteñas.
Bosque mediterráneo. |
En
buena parte del Centro y Levante quizás pudieron encontrarse con supervivientes
cavernarios residuales, y como eran la misma especie, aun con alguna diferencia
de tamaño o hábitos, quizás cruzaran con normalidad y expansionaran, llegando
por el Este hasta el Pirineo y el sur de Francia (donde se han encontrado
restos datados en tiempos holocénicos que llegan incluso a la Edad del Hierro) y
por el Oeste hasta Galicia, Zamora, los Montes de León y los límites
meridionales de la Cordillera Cantábrica.
El
conejo era abundantísimo entonces, pero además, un mayor tamaño fruto de la
gradación y el cruce, pudo quizás facilitar a los linces ibéricos del supra y
oromediterráneo, del Sistema Central, Ibérico y Pirenaico, no caer tanto en la
especialización, accediendo con más frecuencia a otro tipo de presas.
Al norte, el resultado de la convivencia e hibridación se habría saldado con una población no muy bien asentada de linces boreales y otra de híbridos (boreales-cavernarios), que estarían presentes desde el Norte de Portugal y Galicia, hasta el Pirineo Oriental.
Al norte, el resultado de la convivencia e hibridación se habría saldado con una población no muy bien asentada de linces boreales y otra de híbridos (boreales-cavernarios), que estarían presentes desde el Norte de Portugal y Galicia, hasta el Pirineo Oriental.
En
tiempos históricos, por tanto, el complejo evolutivo "lince" estaría
presente por toda la península, aunque presumiblemente sólo en abundancia en el
suroeste.
A partir de ahí, la enorme alteración antropogénica del medio, y la caza, irán aislando las poblaciones linceras, con los resultados que ya conocemos y que veremos en las próximas entradas de la serie.
A partir de ahí, la enorme alteración antropogénica del medio, y la caza, irán aislando las poblaciones linceras, con los resultados que ya conocemos y que veremos en las próximas entradas de la serie.
Constatada
hoy en día la presencia de lince boreal en el norte de España en tiempos
históricos, podemos establecer que el ser humano, con su acción contra el
medio, impidió un desenlace que se estaba produciendo de forma natural desde
principios del Holoceno; el avance y encuentro de dos formas, dos tipos, dos
especies del género Lynx en un último rincón de Europa, como sucede hoy en el sur de Canadá y norte de
Estados Unidos, con una peculiar diferencia, que en este caso no se pude
descartar ni mucho menos la hibridación, pero tanto por tamaño, como por
diferencias alimenticias, es posible que ambos tipos de lince hubieran podido
coexistir sin la amenaza del desplazamiento.
Digamos
que en ocasiones compartirían o competirían por recursos, y hasta puede que
fueran capaces de habitar el mismo espacio en determinados enclaves puntuales
de la Península, pero su presa base no quedaría en el mismo rango. Mientras que
el lince ibérico depende del conejo, su primo el boreal tiene su presa base en
animales del tamaño de la liebre al rebeco, en especial, el corzo.
Conejo (Oryctolagus cuniculus) y Corzo (Capreolus capreolus). |
Pero
todo esto, no son más que suposiciones personales de quien escribe,
evidentemente.
Faltan
muchos datos al respecto. No conocemos con exactitud cuándo ni dónde aparece la
forma de menor tamaño en el Lynx pardinus,
la actual, ni tenemos datos concretos acerca del tamaño de restos fósiles de
los linces ibéricos encontrados por los distintos yacimientos peninsulares a
partir del 11.500 B.P., hasta, por ejemplo, la Edad del Hierro, hace unos tres
mil años. Se dan los datos de presencia de la especie, Lynx pardinus, sin profundizar más.
Y
sin embargo, con todo, encontramos algún detalle que permite aventurar que algo
se nos escapa en todo aquel proceso, como por ejemplo, los restos de lince de
la Cueva del Moro, en Olvena (Huesca).
Este
yacimiento se encuentra en las primeras estribaciones del Prepirineo, cerca
de Barbastro.
de Barbastro.
Pues
bien, entre la relación de fauna del conjunto de la cámara Superior, de fase
inicial Neolítica, datado entre 6.600 y 5.500 B.P., aparecen restos de lince.
Lo que llama la atención de ellos es que no pueden ser determinados a una especie en concreto, y no se puede hacer porque las medidas de la ulna o cúbito del animal, que han sido los únicos restos medibles por su estado, ofrecen unos valores totalmente intermedios entre Lynx lynx y Lynx pardinus, por lo que no pueden atribuir con seguridad la pertenencia a una u otra especie...
Lo que llama la atención de ellos es que no pueden ser determinados a una especie en concreto, y no se puede hacer porque las medidas de la ulna o cúbito del animal, que han sido los únicos restos medibles por su estado, ofrecen unos valores totalmente intermedios entre Lynx lynx y Lynx pardinus, por lo que no pueden atribuir con seguridad la pertenencia a una u otra especie...
¿Estamos pues ante una gradación de formas en un espacio territorial claramente
intermedio?, ¿signos de hibridación?, ¿se trataría de la supervivencia muy
prolongada en el tiempo de la forma Lynx
pardinus spelaea, que sabemos, era mayor que el ibérico actual, pero menor
que el boreal?, ¿simplemente pertenecerían a un boreal joven, aunque fuera algo
más al sur de lo esperado?...
En cualquier caso, una coincidencia muy
curiosa que esta circunstancia aparezca en un área de posible solapamiento.
¿Cuántas
formas intermedias se han perdido por el sur de Europa, sobre todo en la
Península Ibérica, que pudieran estar apuntando en otro sentido al de la
distinción pura y dura entre especies hoy muy lejanas en cuanto a efectivos y
distribución, pero no así en el pasado reciente?...
Personalmente
echo de menos una comparativa de genética no ya entre boreales ibéricos y
daneses del Holoceno, como recientemente han llevado a cabo ciertos
investigadores, que ya presentarían sus marcadores más o menos homogéneos de
Europa, y quizás, con algo de aporte de pardinus cavernario si lo hubiere, porque evidentemente genética
común tendrá cualquier lince de hoy en día con otro, pero digo que echo de
menos una comparativa entre esos boreales holocénicos, y por ejemplo, los
actuales linces boreales del Extremo Oriente de Siberia (L.lynx wrangeli, o L.lynx
isabellinus), a ver qué diferencias se encuentran entre ellos, y si a los
boreales europeos del Holoceno, ya sean cantábricos, pirenaicos, daneses, alpinos, itálicos, carpáticos, balcánicos o
caucásicos, se les pude relacionar o vincular más con los pardinus que a sus congéneres siberianos, tibetanos o del Amur, lo
que estaría evidenciando claramente una interacción “reciente” del complejo
evolutivo lince en Europa.
En
las próximas entradas trataremos más detalladamente los casos concretos de los
linces de España, centrándonos en el lince ibérico y el lince boreal en nuestro
país.
Crédito de imágenes:
Foto 1: Foto propiedad del Programa de Conservación Ex-situ del lince ibérico que autoriza su uso siempre que se indique como propietario/autor de la misma al "Programa de Conservación Ex-situ del lince ibérico www.lynxexitu.es".
Foto 2: Imagen libre de derechos de Public Domain Images.
Foto 3: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 5: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 6: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 7: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 8: Miguel Llabata.
Foto 9: Imágenes libres de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 10: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
¡Muy interesante la entrada Sylvanus!
ResponderEliminarCuando lo leía no podía dejar de pensar que e trata de un patrón CALCADO al de sapiens y neandertal.
Sólo que los neandertales no pudieron especializarse en conejos en el Sur peninsular y desaparecieron tal vez por una mezcla de competencia e introgresión genética.
Hola D.E.L.
ResponderEliminarPues sí, guarda muchas semejanzas, en cierto modo...
Lo que parece muy evidente es que los humanos modernos nos metimos de por medio, como un factor más, en el devenir natural del proceso, que de cualquier modo, no sabemos cómo habría acabado.
Por un lado todo parece indicar que la suerte del pardinus tocaba a su fin, como en el resto de Europa, y que, presumiblemente, como mucho habría quedado algo de ellos en los boreales del presente, tal y como sucedió con neandertales y sapiens. Sin embargo, la reducción de talla y especialización del lince ibérico en el sur peninsular podría haber jugado a favor del pardinus en su supervivencia, puesto que la competencia sería mucho menor, y los distintos tamaños habrían supuesto cierto grado de difcultad en la introgresión genética.
El caso es que los humanos frenamos al boreal hasta hacerlo desaparecer de la Península entre la Edad Media y principios del siglo XX, y más que probablemente lo mantuvimos a raya desde el Temprano Holoceno sin dejarle avanzar y asentar mejores poblaciones, lo que debió venir muy bien al pardinus.
No obstante, hay quienes afirman que el lince boreal se circunscribe al ambiente más eurosiberiano, que no es el idóneo del pardinus, aunque en Turquía el boreal habita algunas zonas más o menos mediterráneas. También los hay que sugieren que quizás podría darse un caso parecido al de la marta y la garduña.
Mi opinión a día de hoy, con lo poco que se sabe, se decanta más por pensar que al lince ibérico sólo podría haberle salvado la circunstancia de la especialización y la reducción de talla, aunque creo que, incluso con eso, en condiciones "normales" o "naturales", sin el humano moderno de por medio, el lince boreal habría avanzado más por muchas zonas peninsulares, y lo más lógico es que al final se hubiera dado un tipo único, mezcla de ambas formas, en mayor o menor grado.
¡Saludos!.