Hace ya casi un
año pudimos ser testigos de cómo prácticamente todos los medios informativos de
gran calado en nuestro país, llevaban a sus páginas la noticia derivada de una
publicación de la revista Science,
cuyo argumento, basado en un estudio de muy diversos especialistas, se resumía
en un titular bastante sensacionalista que llegaba a la siguiente conclusión
categórica: “Los grandes carnívoros
reconquistan Europa”.
Pero esta
sentencia, en apariencia muy firme, fundada y definitiva, escondía un análisis
pormenorizado que no sólo matiza, sino que cuestiona de forma muy importante
ese dictamen, apuntando en una dirección bastante opuesta que, a modo de ver de
muchos, pasa por alto de forma intencionada otra realidad, sobre todo la
referida a la Europa Occidental, confundiendo al lector poco inmerso en estos
temas, con el fin de generar una falsa apariencia de preocupación por el
restablecimiento y conservación de la fauna a nivel comunitario.
En las
siguientes entradas veremos algunos de esos aspectos desde una perspectiva distinta
que nos ayudará a comprender por qué es necesario cuestionar el titular, para
que cada uno pueda reescribirlo por sí mismo, juzgando a partir de una
información que se ajuste más a la “verdad” de estas especies.
“En
Europa, los grandes carnívoros han avanzado en las últimas décadas y han
conquistado nuevos territorios, que además comparten con densas poblaciones
humanas”.
Esta es la principal conclusión que asumían casi todos los informativos a
partir del estudio de más de 75 especialistas de 26 países distintos.
Estupendo ¿no?, ¿dónde
radica pues el problema?
Para empezar,
cabe detenerse a analizar que el estudio toma como patrón comparativo y de
sentencia los peores momentos de estas especies entre las décadas de los años
cincuenta y setenta del pasado siglo, con la década actual.
Por otro lado
habla de forma general para el conjunto de Europa, ocultando la realidad de la
dicotomía Europa Occidental-Europa Oriental, es decir, mezcla conceptos muy
sustanciales como el espacio y a su vez, ese espacio en la dinámica temporal e
histórica.
Y por último,
también claramente a conveniencia, deja de lado una especie que echa por tierra
su resultado absoluto; el lince ibérico.
Pero vamos a
entrar en materia para ir entendiendo mejor estos puntos. Comenzaremos en la
entrada de hoy con el oso pardo.
El oso pardo (Ursus arctos), desapareció de las Islas
Británicas hace unos mil años, sin embargo prolongó su existencia por la Europa
Occidental durante muchas centurias, cada vez más arrinconado en los bosques de
las grandes cadenas montañosas del continente.
Al menos durante
la Baja Edad Media, pues, al oso pardo podía encontrársele desde el Atlántico
hasta Rusia, con mayor o menor densidad poblacional y fragmentación de núcleos,
pero presente en cualquier caso a lo largo y ancho del continente.
A principios del
S.XIX todavía habitaba algunos enclaves del occidente europeo como el Macizo
Central francés, las montañas del Jura, Los Alpes, Turingia, Bohemia o la Selva
Negra, aunque sus mejores núcleos se mantenían en los Abruzzos italianos y,
especialmente, en las cordilleras norteñas de España, dejándose ver de tanto en
cuanto por el norte de Portugal, siendo también frecuente en la Europa
Septentrional, y especialmente abundante y bien establecido en la mayor parte
de Europa Oriental, sobre todo en las montañas balcánicas y en los Cárpatos.
Sin embargo, en
tan sólo un siglo, el aumento poblacional derivado de la revolución
tecnológica-industrial, favoreció la persecución directa y la transformación de
los hábitats reducto, siendo como eran animales considerados “dañinos” para los
intereses humanos, de tal modo que hacia finales del S.XIX y principios del XX,
el oso había desaparecido de Alemania, Suiza, y estaba a punto de hacerlo en
breve en Austria.
A mediados del
pasado siglo, en torno a 1950, el oso pardo había desaparecido prácticamente de
toda la Europa Occidental, quedando recluido en pequeñas poblaciones
distribuidas por la Cordillera Cantábrica, los Pirineos, Abruzzos, también
aguantaba en algunos enclaves de Escandinavia, mientras que continuaba
manteniendo muy buenas poblaciones en los Balcanes y Cárpatos.
Ante esta
situación, cabe partir de la base de cómo se establecieron las estimas
poblacionales para aquellas fechas, comparadas con los actuales métodos de
censos, que por supuesto, quedan a años luz en cuanto a acierto y veracidad.
Si tomamos pues
por separado las distintas zonas de Europa, y atendemos a los espacios y
enclaves concretos, para Europa Septentrional podríamos hablar, en efecto, de
cierta recuperación del oso, siempre teniendo claro que los censos de mediados
del S.XX se hicieron como se hicieron, pero lo que ya resulta mucho más
cuestionable es que estén establecidos y consiguiendo recuperar terreno en
espacios con densas poblaciones humanas, ya que, como es una constante, los
osos sólo han conseguido sobrevivir precisamente allí donde la población humana
y su impacto es menor, en los territorios más despoblados e inaccesibles, poco
transitados, en prácticamente cualquier lugar continente, así que en el estudio
se extrapolan poblaciones humanas totales, de países y Europa en general, para
asumir una coexistencia y sostenibilidad que a todas luces es falsa.
Entrando en
números, Noruega pasó de una población de 50 osos a 150 en el presente, Suecia
de 500 a 3.300, Finlandia de 150 a 1.700, Estonia de 100 a 700, Letonia de 0 a
12, Lituania de 0 a 0 ejemplares.
Por tanto,
Europa Septentrional, en líneas generales, pasando de unos 800 ejemplares a 5.800,
ha aprobado la “asignatura oso” de forma más que sobrada.
Si tenemos en
cuenta que la inclusión o adhesión como estado miembro de la Unión Europea, se
produjo en Suecia y Finlandia en el año 1995, y en Estonia y Letonia en 2004,
podremos caer en la cuenta de que las políticas de recuperación de su fauna no
pueden ni mucho menos contemplarse desde la óptica de la acción conjunta de la Comunidad
Política de Organización Internacional conocida como Unión Europea.
Por otro lado
tenemos el caso de Europa Occidental:
Irlanda ha
pasado de 0 ejemplares en 1950-1970 a 0 ejemplares en la actualidad. Gran
Bretaña, de 0 a 0 ejemplares, Dinamarca de 0 a 0 ejemplares, Holanda de 0 a 0
ejemplares, Bélgica de 0 a 0 ejemplares, Luxemburgo de 0 a 0 ejemplares,
Alemania de 0 a 0 ejemplares, Austria de 0 a 5 ejemplares (reintroducidos), República
Checa de 0 ejemplares a ocasional, Suiza de 0 a 1 ejemplar, Portugal de 0 a 0
ejemplares, Francia de 70 osos (compartiendo algunos con España) a 30 reintroducidos
(compartiendo la mitad con España), Italia de 40 ejemplares a 40 ejemplares en
Abruzzos, y de 10 a 45 en los Alpes (fruto eso sí, de la reintroducción), y por
último España, que compartía con Francia una población de 70 ejemplares en el
Pirineo hacia 1953, siempre menos numerosos en nuestra vertiente, y que para
1995 los había extinguido a través del exterminio consentido, recuperándolos en
parte únicamente a través de la reintroducción, desde entonces, en el lado
francés, compartiendo hoy los treinta ejemplares existentes prácticamente limitados
en exclusiva al Valle de Arán.
Sólo en la
Cordillera Cantábrica Occidental, y siempre dependiendo del momento, y sin
poder fiarnos de los censos, podría hablarse de un ligero aumento.
Para mediados
del S.XX las fuentes hablan de números muy dispares que oscilan entre los 500 y
los 28 ejemplares. Una media más acorde a las cifras que se irían estimando con
posterioridad podría situar la realidad de mediados del XX en torno a los 250
ejemplares, que serían unos 70/75 hacia 1980, repartidos ya en dos núcleos,
45/50 en el Occidental, y 25/30 en el Oriental.
Hoy en día el
núcleo occidental se estima en unos 190 ejemplares que han ampliado área de
distribución, y unos 20-30 ejemplares en el núcleo Oriental, los mismos que
hace 35 años, y que si no se han extinguido ha sido gracias a la llegada de
ejemplares en expansión desde el núcleo Occidental Cantábrico.
Pero el caso de
España lo analizaremos en mayor profundidad en entradas posteriores.
Conclusión, en
Europa Occidental, cuna de la Unión Europea, cuyos estados son en gran mayoría
miembros, y entre ellos encontramos a los más antiguos, remontándose seis a
1957, tres a 1973, dos a 1986, uno a 1995 y otro a 2004, y cuyas políticas al
respecto de la Conservación Medioambiental datan cuando menos de las décadas de
1970-80, podemos comprobar fácilmente cómo de los 14 países analizados
(incluyendo Suiza, el único "no miembro), nueve de ellos tenían en los inicios de los períodos
analizados 0 osos, y siguen con 0 osos, uno de ellos tenía 0 osos y hoy tiene 1
(llegado desde reintroducción vecina), otro tenía 0 ejemplares y hoy cuenta con
5 (reintroducidos), Francia ha pasado de 70 compartidos a 30 compartidos (por
reintroducción), Italia de 40 a 40 ejemplares en los Abruzzos y de 10 a 45 en
los Alpes (por reintroducción), y España, de 70 compartidos en el Pirineo a 30
compartidos allí (por reintroducción), y de 250 a 200-220 en la Cordillera Cantábrica…
¿Reconquista de
osos?...Que me digan dónde, por favor.
Europa Occidental,
cuna y núcleo fundador y consolidado de la Unión Europea, por tanto, se lleva
ya no un suspenso, sino un Muy Deficiente en la “asignatura oso”.
Con respecto a
la Europa Oriental, cabe diferenciar en primer lugar el caso de Grecia, miembro
de la U.E. desde 1981, y considerada del “ámbito Occidental”, que ha pasado de
100 a 375 ejemplares por el contacto que mantenían sus poblaciones oseras con
otras vecinas del Este, que actualmente incluye algunos estados miembros de reciente
adhesión, como Polonia, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Rumanía, Bulgaria y
Croacia (2004, 2004, 2004, 2004, 2007, 2007 y 2013 respectivamente), y otros no
miembros como Bosnia, Serbia, Montenegro, Macedonia o Kosovo.
Los números y
cómputos para estos estados del Este son ya pura fantasía especulativa, en
tanto en cuanto la desinformación al otro lado del Telón de Acero, o países
como la antigua Yugoslavia o Albania, difícilmente puede tomarse por fidedigna
ni contrastada en el período de 1950 a 1970, hecho que en el estudio se plasma
sin poder asignar ninguna cifra concreta de totales en ese pasado.
Lo que podemos
deducir de todo ello es que en este caso, Europa Oriental, ha sido la gran
mantenedora de los grandes carnívoros, entre ellos el oso, probablemente
incluso en números mucho mejores en el pasado que en la actualidad, y es allí,
y exclusivamente allí, en los Alpes Dináricos, en los Cárpatos, el Pindo y el
Ródope, donde algunos países pueden felicitarse por haber conservado a los
carnívoros e incluso servir de trampolín a una recuperación de los mismos desde
la estabilidad de sus núcleos.
Fíjense que el
estudio deja de lado las poblaciones de Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y Rusia
europea, a las que no computa, estableciendo un total de unos 17.000 osos para
Europa en el presente. Pues bien, de ellos 10.880 corresponden a Europa
Oriental, 5.810 están ubicados en la Europa Septentrional, mientras que sólo
335 sobreviven en Europa Occidental, y de ellos 40 se han mantenido en los mismos
números en Abruzzos, y 220 se acercan a cifras similares de 1950 en la
Cordillera Cantábrica, los restantes 75 de Pirineos y Los Alpes, son fruto de
la reintroducción directa, y no de la reconquista natural…Las cifras hablan por
sí solas.
Por otro lado,
esa supuesta convivencia en densos núcleos humanos, se da en lo más intrincado
de la Cordillera Cantábrica (220 ejemplares), los despoblados Pirineos (30
ejemplares), Montes Abruzzos (45 ejemplares), y puntos muy concretos de Los
Alpes (45 ejemplares), en números ridículos, y pauta similar siguen, con
mejores poblaciones, al norte y este del continente, siempre en áreas muy poco pobladas,
al menos en comparación con las áreas más humanizadas, es decir, que los
encontramos en los Alpes Escandinavos y zonas muy despobladas de Noruega y
Finlandia, en regiones que apenas superan el rango de 0 a 10 habitantes por
km2, y en Estonia más o menos igual, y recibiendo el aporte de ejemplares rusos.
En Europa del Este
los osos quedan circunscritos a los Cárpatos, Alpes Dináricos, Montes Balcanes,
Ródope y Pindo, o sea, en los lugares más apartados y con menor densidad humana
en esta zona de Europa. Únicamente Rumanía, con 6.000 ejemplares, puede hablar
con propiedad de cierta coexistencia con osos en algunas zonas humanizadas.
![]() |
En rojo, mapa de distribución aproximada del oso pardo en Europa. |
Si todo ello da
para incluir al oso en un titular sensacionalista que clama: “Los grandes
carnívoros reconquistan Europa”, apostillado por la coletilla de; “han conquistado nuevos territorios, que
además comparten con densas poblaciones humanas”, pues, no sé, a lo mejor
es que estamos "viendo películas distintas”.
En todo caso
podríamos dar pie a un titular que dijera que el oso recupera poblaciones en la Europa Septentrional, se
mantiene en la Europa Oriental, y está al borde de la
desaparición, prácticamente con los mismos números y núcleos de hace 65 años en
Europa Occidental, supuesto adalid del Conservacionismo, ecologismo o
ambientalismo, donde ni está ni se le espera en casi ningún Estado, donde siguen cayendo ejemplares, y donde los proyectos Life
costeados por la Unión Europea suponen un fracaso absoluto para el remonte o
aumento de las poblaciones agonizantes (y ya explicaremos más adelante el caso de la Cordillera
Cantábrica…), además de incidir en la circunstancia de que los grandes
carnívoros, dentro del conjunto global de la Vieja Europa, sólo parecen tener cabida en lo más
inaccesible, "salvaje" y despoblado de sus montañas…
Crédito de imágenes:
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Gran aportación, espero más noticias. Pero la verdad es que es terriblemente triste la mengua del oso en España cuando el oso ya debe´ria estar expandiendose por la meseta y el sur o yo de Cádiz, de ya ver osos en la sierra de Cádiz como Grazalema y Alcornocales que había hasta el siglo XIX creo yo.
ResponderEliminarHola Breda, gracias una vez más por participar aquí.
EliminarEl tema del oso en España lo trataré más detenidamente dentro de unas cuantas entradas, cuando termine con la visión general de Europa, así que tendremos tiempo de comentar más aspectos al respecto.
¡Saludos!.