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domingo, 20 de septiembre de 2015

EUROPA: EL RETORNO DE LOS GRANDES HERBÍVOROS (IV). ASNOS Y ONAGROS.




Hemos hablado de la posible reincorporación al medio de caballos, toros, bisontes y hasta búfalos acuáticos, especies que desaparecieron de Europa en un tiempo relativamente reciente y que no presentarían una gran dificultad de adaptación a un territorio humanizado como ningún otro durante milenios.
Si los últimos grandes mamíferos desaparecidos en el continente fueron el uro polaco, en el S.XVII, el onagro y el saiga en Ucrania durante el S.XIX, y el caballo salvaje o tarpán en Rusia (S.XIX), para nuestra Península Ibérica (exceptuando a la foca monje) la referencia es el zebro, durante el S.XVI.
Llega pues el momento de tomar en consideración a una importantísima especie que no ha dejado descendientes domésticos, ni subespecies, y que ya no es posible devolver a sus antiguos dominios, por más que el tema de la clonación pueda, no obstante, abrir una vía de esperanza para un futuro aún lejano.
De momento tenemos que contentarnos con intentar comprender todo aquello que conocemos sobre el enigmático zebro y adaptarlo a aquellas especies “proxy” que mejor pudieran suplir el nicho vacío que dejó tan emblemático animal extinto de la fauna ibérica.

Ya les hablé en las entradas dedicadas a los équidos que la escisión entre las líneas evolutivas del caballo, por un lado, y distintos équidos estenonianos, así como asnos, onagros y cebras, por otro, parecen haber divergido hace ahora alrededor de un millón doscientos mil años, aunque todos queden estrechamente emparentados, perteneciendo al género Equus.
La gran familia estenoniana apareció en América, desde donde atravesó el Puente de Bering hace 2’6 millones de años, evolucionando hacia formas propias en Europa, África y Asia, que constituyeron los antepasados directos de otros estenónidos, así como de las líneas que llevaron hasta cebras, asnos y onagros, a partir de especies como E. stenonis, E. altidens, E. numidicus, E. apolloniensis, E. oldowayensis, E. capensis, etc.

Equus scotti.

En América, otras formas estenonianas evolucionaron hace 900.000 años hacia Equus scotti, que es considerado por muchos como el primer caballino, ancestro de los posteriores caballos salvajes (Equus ferus).

De cualquier modo, todos los burros o asnos domésticos del presente son descendientes del asno salvaje africano (Equus africanus), mientras que los denominados “asnos salvajes asiáticos” son en realidad un grupo distanciado de ellos, con diversas subespecies de mayor tamaño y orejas más cortas, a las que pertenecen onagros, kulanes, kiangs y khures, denominados también “hemiones”, que traducido del griego vendría a significar algo así como “medio asno”, por parecer a mitad camino entre éste y el caballo.

Asno salvaje somalí (Equus africanus somalicus)
El asno salvaje africano habitó hasta no hace mucho todo el norte de África, desde Marruecos hasta la zona del Sahel, alcanzando el Cuerno de África.
Se conocen al menos tres subespecies, de las cuales una se extinguió hace alrededor de mil años, el asno salvaje del Atlas (Equus africanus atlanticus), que posiblemente dejó su genética en parte de las poblaciones domésticas del noroeste africano y la Península Ibérica, siendo uno de sus descendientes más probables el burro majorero de Canarias, del que apenas sobreviven doscientos ejemplares y que está catalogado como raza crítica en peligro de extinción por el Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España y el Comité de Expertos de la FAO.


Las dos subespecies salvajes restantes sobreviven hoy, en grave peligro de extinción, en el Cuerno de África, aunque existen algunas poblaciones silvestres diseminadas por el Sahel de las que no se sabe con seguridad si son cimarronas o salvajes.

El asno salvaje de Somalia presenta coloración grisácea, fina o inexistente raya de mulo dorsal y cebraduras en las patas, mientras que el asno salvaje de Nubia tiene una coloración algo más pardusca con marcada línea oscura dorsal y cruz de San Antonio en los hombros.

Asnos masái en estado de semilibertad en Tanzania, domesticados a partir del asno salvaje nubio.

A día de hoy se mantiene una gran incertidumbre acerca del proceso de domesticación del asno, que suele fijarse entre 7.000 y 5.000 años antes del presente, sobre todo a partir de los estudios de Fiona Marshall en Abydos (Egipto), aunque existen serias sospechas basadas en restos arqueológicos que parecen apuntar hacia los pastores nómadas del Sahara de hace 9.000 años, de los que hablaré en un post futuro.
Fuere como fuese, los primeros asnos domésticos debieron llegar a la Península Ibérica de manos de los fenicios hace unos tres mil años, y si bien sus primeros restos documentados aparecen en sus colonias del sur de España de los siglos VIII y VII a.C., no podemos desestimar contactos anteriores entre nuestra península y el norte de África, que se han producido desde la prehistoria.
Lo que de cualquier modo queda de relieve es que esta especie, aún en su estatus doméstico, lleva conviviendo entre nosotros desde hace alrededor de tres mil años.

Este hilo conductor nos lleva de nuevo hasta el enigmático tema del zebro o encebra de Iberia.
Pueden ustedes encontrar bastante información en la entrada que le dediqué en febrero, pero, por hacer una síntesis, recordemos que durante la Edad Media y principios de la Edad Moderna, distintas fuentes literarias hacen mención a la existencia de un équido salvaje en distintos territorios de España y Portugal, que era considerado pieza cinegética.
  
El zebro o encebra se extinguiría definitivamente hacia 1540 d.C., en el este de la provincia de Albacete, de donde provienen sus últimas menciones.
Las fuentes hablaban de una especie de yegua cenizosa, del color del pelo de las ratas, muy veloz en la carrera, que relinchaba como los caballos, de orejas largas y una lista o banda sobre su espalda, como los mulos, que habitaba en los bosques.
Más atrás en el tiempo, las fuentes clásicas (Varrón, Plinio, Tulio…) mencionaban como piezas de caza a los “equi feri” de Hispania, que habitaban los bosques, y los distinguían de otros caballos como los asturcones y thieldones.
Sin embargo, las encebras (o zebros) fueron denominadas en numerosas ocasiones como “asno montés” o “burro de monte” en las crónicas medievales, algo que nunca tuvieron en consideración los clásicos.

Posible aspecto del  zebro o encebra (Equus hydruntinus)

¿Fueron los zebros asnos asilvestrados desde la época de los fenicios?, lo dudo, puesto que nadie tendría dudas al respecto de su definición. Los clásicos no hablarían de “equi feri” sino de “asinus feri”, y las crónicas medievales y de la Edad Moderna habrían hecho lo propio, sin describirlas como “yeguas cenizosas que relinchan como los caballos”.
¿Pudieron ser onagros domésticos traídos por los fenicios desde Siria o Fenicia, asilvestrados con posterioridad?, también lo dudo, porque los romanos los habrían denominado “onager” y los escritos medievales no hablarían del color “cenizoso” ni de relinchos.
Por todo ello, y en base a los descubrimientos que hablan sobre la supervivencia tardía en la Península Ibérica de Equus hydruntinus, con aparición de restos de la especie no sólo durante las primeras etapas holocénicas, sino al parecer hasta la Edad del Bronce, lo más lógico es suponer que el zebro o encebra haga referencia a la postrera existencia del último estenoniano, a mitad camino entre caballos, asnos, onagros y cebras, con un poquito de cada uno, de ahí que incluso cuando los portugueses llegaron a las costas del sur de África denominaran como “cebras” a los équidos que allí descubrieron (cebras y quaggas), debido a su gran similitud.

Así pues, si existe un animal característico de nuestro país del que se debería buscar material genético para que se pudiera plantear una clonación como logro científico, o incluso a modo “sensacionalista”, (como en Rusia lo es el mamut, o en América el megaterio), ese es sin duda el zebro ibérico, para salir de dudas de una vez por todas.

Equus hemionus
Pero hoy por hoy, contar con el zebro es pura quimera, así que, cuando nos paramos a pensar en restablecer la fauna salvaje extinta en tiempos recientes de nuestro territorio, el hueco de esta especie queda vacante, y hay que tratar de cubrirlo con una especie lo más cercana posible.
Algunos apuntan hacia los onagros o hemiones, con los que podría guardar parentesco muy cercano. De hecho ciertos centros de fauna, como la Reserva de San Cebrián de Mudá (Palencia) y el Parque Paleolítico de Atapuerca (Burgos), tenían previsto contar con ellos en breve, aunque al parecer, su adquisición presenta mayores dificultades que los casos de bisontes y caballos salvajes.
 
Sin embargo hay dos matices de gran calado que me alejan de esta propuesta, aunque no la descartaría por completo.
El primer matiz es que los onagros son équidos muy ligados al medio estepario. Un ecosistema que efectivamente está hoy bien representado en algunas zonas de la Europa del Este, y también en nuestro país a partir de las pseudoestepas que fue generando el ser humano con el transcurso de los milenios.
Sin embargo, y como ya expliqué en su post, el zebro aparece siempre relacionado en restos fósiles con faunas de climas templados, y en las crónicas o fuentes, clásicas y medievales, se dice siempre que son habitantes de los bosques y las montañas:
“…para que pudiera atravesar las corzas veloces, los ciervos, los jabalíes hirsutos, la estirpe de caballos que habitan los bosques…” (Epígrafe del altar votivo de Tulio dedicado a la diosa Diana en León, S.II d.C.).
"Hacia Lorca, buen monte de puerco e de enzèbras en invierno...Hacia Caravaca, las Cabezas de Copares, buen monte de puerco, e de enzèbras, en invierno...Hacia Caravaca, la Sierra de Zelchite es buen monte de puerco en invierno; e ha muchas enzèbras". (Libro de Montería de Alfonso XI, mediados del S.XIV).
“Es tan veloz que jamás se le puede dar caza de otra forma que no sea encendiendo fuego en los bosques donde pasta”. (Traducción del Thesoro, de Bruneto Latino, finales S.XIII).

Y es que al zebro se le ha identificado muy a posteriori con un tipo de asno salvaje de Europa, similar a los hemiones, por tres motivos principales pero poco objetivos. 
El primero, que como digo se le haya denominado en algunas ocasiones como “asno montés” o “burro de monte”, pero no es menos cierto que a las primeras cebras traídas de África, se las llamó del mismo modo “asnas”, teniendo poco en común con los burros. Hay que tener en cuenta que del mismo modo, a un animal “a mitad camino entre asnos y caballos propiamente dichos”, se le nombró también como “yegua cenizosa”.

Reconstrucción del zebro o encebra (Equus hydruntinus).

Además, ha influido mucho la búsqueda de un término equivalente en la traducción al latín del vocablo ibérico “ezzebro”, que el obispo de Toledo, Don Rodrigo, adaptó muy subjetivamente como “onager”, aún cuando los romanos jamás habían empleado este término para referirse a los “equi feri” que ellos conocían en Hispania.
Por último, la postrera existencia del animal en zonas hoy llanas y esteparias de Albacete y parte de Murcia lleva a la confusión de identificar su hábitat con el del onagro, pero a menudo se olvida que estas zonas estuvieron densamente pobladas de extensos y profundos bosques mediterráneos hasta hace tan solo unas centurias, lo que viene a coincidir con el tipo de hábitat del que hablan las fuentes literarias y la toponimia (monte de O Cebreiro, Alto del Encebrico, monte del Acebrón, Abrigo de Encebras, y distintos nombres referidos a valles, donde los bosques crecían al amparo de los cursos fluviales, Vallcebre, Valdecebro, Cebrones del río, Vale do Zebro, Riba do Zebro, Vegacebrón, etc.).

El segundo matiz que me aleja de considerar al onagro como sustituto actual del zebro para nuestro país, es que en España las razas de burros domésticos autóctonos se encuentran en grave peligro de extinción, por no tener ya utilidad alguna para el hombre.
El burro catalán, el zamorano-leonés, el de las Encartaciones, el andaluz o el majorero canario, a partir de los cuales se han generado casi la totalidad de razas del Mediterráneo y de América, podrían encontrar una puerta abierta a su salvación a través de las propuestas rewilding, habitando, tan adaptables y poco exigentes en su alimentación como son, espacios que irían desde las estepas y llanuras, hasta prácticamente la alta montaña, pasando por todo tipo de bosques mediterráneos y atlánticos, ocupando así el nicho del zebro, y también el del onagro.

Asnos en la Laguna del Cañizar (Teruel).
Al contrario de lo que podría suceder con caballos y toros, no encontrarían las pequeñas manadas asilvestradas de burros los problemas de mestizaje con ganado doméstico, pues ya prácticamente no existen en el país, siendo mantenidas por unos pocos particulares y asociaciones, de forma que su liberación en el medio, como sustitutos del zebro, ayudaría a su recuperación poblacional,a la supervivencia de especies depredadoras y carroñeras, de las que por cierto, suelen salir muy airosas los burros (más que cualquier otro tipo de ganado), y especialmente, a  la prevención de incendios forestales (a través del control de la vegetación).

Aunque los asnos prefieren alimentarse de hierba fresca de los pastos, con mucha frecuencia complementan su dieta con hojas, tallos y brotes de árboles y arbustos, incluso de muchas plantas espinosas del desierto.
Hoy en día existen numerosas poblaciones cimarronas de asnos repartidas por el mundo, pero sirvan como ejemplo los diez mil ejemplares de “wild burro” que pueblan actualmente, como una especie de fauna salvaje más, los estados americanos de Arizona, California, Nevada, Oregón y Utah.

Burros asilvestrados  en U.S.A.
A la hora de poner en marcha un proceso "rewilding" en nuestro continente, no deberíamos pues olvidar los nichos ecológicos ni el papel papel representado por unos emblemáticos animales de Europa que estuvieron presentes, bajo diversas especies, hasta hace tan sólo quinientos años, en el caso del zebro ibérico, y menos de doscientos años, en el caso del onagro ucraniano.









Crédito de imágenes:

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Foto 2: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
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Foto 4: Miguel Llabata.
Foto 5: Miguel Llabata.
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Foto 7: Miguel Llabata.
Foto 8: Miguel Llabata.
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4 comentarios:

  1. Hola,
    Interesante apuesta por los burros autóctonos.
    Intentar unificar la idea de rewilding y salvaguarda de las actuales razas de burros autóctonos.
    Me a gustado la idea por partida doble.
    Además no veo las problemáticas asociadas a otras especies de megafauna herbívora.
    Me viene a la mente el dingo australiano junto a la idea de los burros ibéricos, jejeje.
    Sigue así Silvanus.

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    1. Hola Galmaral.

      Bueno, parece una idea sensata. Si resulta que un día nuestra fauna contó con un componente que más o menos cubría cierto nicho, y que desapareció hace unos quinientos años, y hoy por hoy no hay posibilidad alguna de volver a contar con él, pero por contra, tenemos razas de asnos autóctonas, que llevan conviviendo con nosotros al menos tres mil años, que hoy prácticamente ya no tienen sentido como domésticas, y que se ajustan muy bien a lo que conocemos del extinto zebro, no veo por qué no se les pueda dar una oportunidad como componentes de nuestra fauna salvaje.
      Consigues dos objetivos de un plumazo, recuperar el nicho perdido del zebro, y evitar la desaparción de una especie y raza/s que ya no tienen lugar práctico entre la actividad humana del presente.

      Saludos.

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  2. Enhorabuena por tu blog primero, llevo siguiéndote tiempo y la verdad que es fascinante el trabajo que realizas.

    Yo sería más partidario de introducir el onagro si finalmente se resuelve el problema encebro-equus hydruntinus y resultan ser ambos el onagro cosa que leí en algún sitio. Pero la alternativa que planteas de utilizar asnos asilvestrados también me parece muy adecuada.

    Saludos

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    1. Hola anónimo, gracias a ti por participar.

      Para mí no está nada clara esa asimilación entre Equus hydruntinus-Equus hemionus, y mucho menos respecto a los Equus hydruntinus de la Península Ibérica.
      Por contra, mi visión está mucho más próxima a aquellos que mantienen una relación directa entre Equus altidens y Equus hydruntinus para nuestro territorio, es decir, que aquí habría sobrevivido de forma relicta el último tipo del linaje estenónido, hasta bien entrado el período holocénico.
      Eso es lo que concluyo después de atender y combinar aspectos paleontológicos, indicadores de hábitat y ecosistema, y fuentes escritas.
      Estamos pues ante una forma de équido de menor tamaño que los caballos, con características que lo aproximan a los onagros, sí, pero con indicadores en su dentición en clara proximidad a otros estenónidos y cebras, y que aparecen siempre relacionados con especies más bien templadas.
      A ello podemos sumarle que existió una especie salvaje, de difícil definición, a mitad camino entre caballos y asnos, que fue objeto de caza, que perpetuó su presencia hasta inicios de la Edad Moderna, que era descrita como "yegua cenizosa", "asno montés" o "burro do mato", y de la que decían que relinchaba, que habitaba los bosques y montañas, y por cuya comparativa, tomó el nombre la cebra africana, seguramente el quagga.
      También la toponimia se ajusta a un tipo de hábitat que para nada relaciona al animal con el ámbito estepario de los onagros.
      Una especie que no es reconocida en tiempos romanos como algo distinto a un tipo de caballo salvaje (en ningún momento se habla de "onager" ni "asinus ferus"), y que en la Edad Media-Moderna, plantea grandes dudas, pues ni llega a ser caballo (asno montés, burro do mato), ni tampoco asno (yegua cenizosa que relinchaba), y que sin embargo, y recalco una vez más, otorga nombre, indicando identificación clara por comparativa, con las cebras africanas ( o al menos con alguna de sus formas).
      Este équido contrajo su distribución en tiempos fríos y secos en favor de los caballos, mejor adaptados a espacios abiertos, y aumentó su rango en fases templadas donde se diversificaba y proliferaba el ecosistema vegetal.
      No sería lo que cabría esperar del onagro, que por contra, sí pudo alcanzar buena parte de Europa durante el máximo glacial y el tardiglaciar, como otras especies más relacionadas con su tipo de hábitat, véase el saiga.

      Puesto que ya no existe, y no podemos contar con él, creo que sí podríamos al menos cubrir su nicho con los adaptables asnos, mejor que con los onagros, aunque esto entra siempre dentro de la opinión, claro está.

      Saludos!.

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