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jueves, 10 de noviembre de 2016

LINCES EN ESPAÑA (III): EL LINCE IBÉRICO. PRESENTE Y FUTURO.




Pocas, muy pocas especies, seguramente ninguna, han recibido en nuestro país los mismos fondos de ayuda para su conservación y salvaguarda que el amenazado lince ibérico.
Sólo por lo que respecta a los fondos europeos LIFE, el lince ibérico lleva asignados más de 70 millones de euros desde que comenzara su andadura en el provecho de esta herramienta de apoyo financiero.
No es de extrañar, pues, que las actuaciones y  resultados se miren con mayor detenimiento y crítica, incluso feroz por parte de algunos, y se expongan como realmente excelentes y merecedoras de todo tipo de premios y loas, sin el menor atisbo de duda, por parte de otros.
Como siempre, la objetividad debería llevarnos a encontrar el punto intermedio de un proceso que no es fácil, pero que desde luego, no ha conseguido ni de lejos unos objetivos de los que vanagloriarse para poder respirar tranquilos.
Con el lince ibérico, en su conservación y recuperación, y por desgracia, estamos aún en pañales.


Si uno lee la prensa generalista, o hasta algunas publicaciones más específicas en cuanto a ecología se refiere, podría llegar a pensar que todo progresa adecuadamente, es más, creería sin duda que la gestión del lince ibérico en España ha sido y es una maravilla que va viento en popa y que merece todos los aplausos y reconocimientos habidos y por haber.
A mí me gustaría, me encantaría que esto fuera así, les puedo asegurar que realmente me sentiría muy feliz. Quizás sea mi exigencia para con estos temas, pero, en honor a la verdad, si uno estudia más a fondo la cuestión desde fuera, sin implicaciones en esos programas de recuperación, encontrará un buen puñado de matices que harán tambalear tan optimista planteamiento.
En realidad podríamos pasar días y días escribiendo sobre esto, y habría multitud de opiniones a favor y en contra.


Podría debatirse mucho acerca de distintas opiniones que exponen lo extraño de los censos de 2001 a 2005, claramente contradictorios con los aceptados hasta apenas tres años antes, si acaso se desestimaron algunos núcleos, o se echaron por debajo los conteos para asegurar más tarde una recuperación de la especie. 
Podría discutirse los métodos empleados para la captación de ejemplares salvajes con los que iniciar el programa de cría en cautividad. También el mismo manejo sobre la especie, y la posible anulación o condicionamiento de su esencia salvaje, adulterada por el empleo masivo y sistemático de los enormes radiocollares con los que son equipados cada uno de los distintos felinos que se liberan en el medio, o los expendedores de comida rápida en forma de conejos liberados artificialmente para una rápida explosión demográfica lincera en un determinado territorio, que interese a tal efecto, pero con pocos visos de poder mantenerse en ese mismo medio de forma más “natural” cuando cesa la asistencia. 
Podría argumentarse incluso una gestión de “semidomesticación” del lince ibérico, con clara impronta humana, a tal punto que pudiera explicar en parte el por qué de tan alto número de muertes por atropello, especialmente entre los ejemplares liberados, quizás acostumbrados a relacionar el ruido de los motores con el cuidado y seguimiento por parte del hombre antes de ser liberados.
Podría cuestionarse incluso todo o casi todo acerca del lince ibérico como especie, pues cuanto se sabe sobre él procede casi exclusivamente del estudio de dos condicionadísimos enclaves andaluces, Andújar y Doñana, poco o nada equiparables a otros ambientes o espacios en los que el lince ibérico estuvo presente hasta hace bien poco.

Seguramente si uno sigue esta línea de interés, acabará aprendiendo mucho y contando con otra visión, muy necesaria, pero terminará sufriendo también un desgaste, un desencanto, un continuo cabreo, sin saber hasta qué punto puede estar o no justificado.

Al final, lo que queda, es la sensación de que el lince se nos va, no prospera, no se recupera, no remonta, o lo hace de forma lentísima y muy dilatada en el tiempo, como un destino fatal, inevitable e irreversible.
En 1973 había más de mil linces en España, en 1995 entre 600 y 700, hoy apenas superamos los 400. Y todo esto son cifras oficiales, no inventadas por mí.
Sí, ya lo sé, habrá quienes argumenten que no, que debía haber menos porque en los censos de principios del S.XXI apenas se contaron 160, y que la especie se ha recuperado muy bien en estos quince años. ”Muy bien”…bueno, aun aceptando aquel nuevo censo catastrófico, la gestión anterior fue la que fue, y la posterior…pues qué quieren que les diga, 240 ejemplares más del felino más amenazado del Planeta, tras inversiones multimillonarias y todas las atenciones del mundo, tampoco son como para tirar cohetes, la verdad.



Pero lo realmente dramático no son todos estos matices, lo realmente inaceptable o inasumible es que las causas de extinción de una especie única a nivel mundial, no sólo no han desaparecido (ni siquiera atenuado), es que en buena medida se han agravado.

Hoy en día nuestros campos siguen siendo sembrados por el veneno, no en los mismos números que antes, es verdad, pero todavía de forma muy notoria e inaceptable. Lo mismo podemos decir de la caza furtiva, y sobre todo, de la consentida práctica del control no selectivo de predadores en muchos cotos del país.
Y qué decir de la pérdida de hábitat, de la desconexión de núcleos o áreas naturales, de los mallados cinegéticos, de la incomprensible superpoblación de conejos en zonas no aptas para el lince y su ausencia total en las zonas más idóneas en cuanto a hábitat para el felino.
Pero sobre todo, las carreteras e infraestructuras, han aumentado por el país de forma vertiginosa, sin el menor enfoque a, cuando menos, hacerlas mínimamente compatibles de cara a la conservación. 
El gran reto o desafío, el enemigo público número uno del lince ibérico, es hoy en día la red viaria de nuestro país.
No es de extrañar, pues, sin los problemas de base solucionados, con la misma facilidad que los linces son liberados desde las granjas de reproducción, caigan poco tiempo después en números de escándalo.
Les voy a mostrar parte de un comentario que expuse en el Foro Lince Ibérico en diciembre de 2015, que a mi juicio, resulta muy significativo:

“Lo de Ciudad Real es para analizar detenidamente ¿eh?.  El 60% del trabajo a tomar viento en año y medio. 7 linces de 12 liberados, han caído ya.
Kala "golpe en la cabeza"..., Kenitra "disparo en la cabeza", Kairos "estrangulado por lazo", Kivu "descompuesto, sin determinar causa de muerte", Lua "atropellada en Munera (Albacete)", Lía "atropellada en A4-Viso del Marqués", Kung Fú "atropellado en Yeste (Albacete)".
En Toledo parece que ha ido algo mejor, Kentaro y Khan (Kentaro hoy, apenas un año después, ya fallecido por atropello…) de tour por la Península, Jabillo "atropellada en CM 410-Pulgar (Toledo)". Se supone que quedan ocho por la zona de suelta.
De los ocho ejemplares liberados en Badajoz, Ketamina "atropellada en Valencia de Las Torres", y K2 "muerto por envenenamiento". Se supone que sobreviven seis ejemplares.
Según estos datos, de 31 ejemplares liberados entre 2014 y 2015 en Castilla La Mancha y Extremadura, habrían caído 10, desconocemos cuántos nacimientos pudieran haberse producido, y cuántos de esos supuestos nuevos ejemplares podrían haber sobrevivido, aunque sí sabemos que la primera reproducción en Extremadura se saldó rápidamente con la muerte de los cachorros Mérida y Matojo, "causas aún por determinar".

Entre 2011 y 2014 fueron liberados 71 ejemplares y murieron 91...
En 2015, a mediados de septiembre, habían muerto 12 más, a los que habría que sumar los caídos desde entonces hasta hoy, que ya termina el año. Como ya pierdo la cuenta, lo dejaremos entre 15 y 20.
Grosso Modo, y dado lo precario del seguimiento para cualquier hijo de vecino, se puede establecer una tendencia de 2011 a 2015 con 101 ejemplares liberados y los 110 muertos que se han podido registrar (sin contar los 4 liberados en Portugal, y Hongo, atropellado en el país vecino).

¡Menos mal que se han puesto con sueltas más regulares porque si no...!

Tras cinco años, sólo queda fiarlo todo a los nacimientos que puedan haber salido adelante en libertad, para encontrar un balance mínimamente positivo, aunque por esa misma regla de tres, también habrá muchas muertes que no hayan sido detectadas”
.

Quienes siguen el blog ya saben que no me considero animalista, ¿y qué es eso de animalista?, bueno, supongo que cada uno tiene su propia definición al respecto.
A mí el sufrimiento por el sufrimiento de un ser vivo no me produce ningún placer, en absoluto, todo lo contrario, pero entiendo que el ser humano, en su propia esencia de especie, siempre se ha valido de otras aprovechándolas como recurso. No en vano fuimos carroñeros, primero, y omnívoros, después, así que yo me fijo más en el papel ecológico y en la conservación de especie, y no tanto en el individuo.
Les digo esto para hacerles entender, por ejemplo, que mi oposición al empleo masivo y sistemático de radiocollares en la especie, que no puntual, no viene motivada por un profundo sentimiento de identificación de aspectos humanos con respecto a los animales- individuos, como si de personas se tratara, sino por el simple hecho estar desvirtuando la esencia salvaje de la especie, y además, por entender que sobre el lince ibérico de hoy, ya no vamos a inventar casi nada que no se sepa.

Conejo (Oryctolagus cuniculus)
El lince ibérico es una especie cuya alimentación varía en presas del tamaño del ratón al ciervo, incluyendo todo lo cazable, pero que se ha especializado en el otrora abundantísimo recurso conejo, que supone un alto porcentaje en su dieta, en algunos sitios más, en otros menos, dependiendo en todo caso de la disponibilidad de otras pesas alternativas, de la productividad y calidad del ecosistema.
El lince siempre fue bastante desconocido por la población y nunca fue una especie demasiado abundante, aunque debió tener muy buenos números como queda reflejado en las numerosas crónicas sobre pagos por sus pieles a lo largo de los siglos.
 


Las transformaciones en el medio durante el siglo XX, la persecución directa a través de incentivos desde las Juntas de Alimañas, y todo el desarrollismo, urbanismo y red viaria, además de la Mixomatosis y la Enfermedad de Hemorragia Vírica del conejo, lo han puesto contra las cuerdas.
No han ayudado nada, desde luego, las actividades cinegéticas en su contra, de forma directa (furtivismo) o indirecta, con cebos, trampas y mallados, y tampoco las leyes de control no selectivo de predadores apoyadas por distintas administraciones.
Por contra el medio rural ha sufrido un despoblamiento que ha afectado de forma directamente proporcional a la recuperación de monte salvaje, o espacios naturales, que además en muchos casos se suponen protegidos por las distintas administraciones, lo que, de ser realmente cierto, y con un buen estado de los ecosistemas, debería  haber beneficiado al lince, cosa que evidentemente no ha sucedido.
Podemos ya dudar más o menos en dónde ha conseguido resistir y hasta cuándo, pero lo que sí sabemos es que el aumento de la mortalidad de los ejemplares reintroducidos (al final cuenta con paga), es exponencial en el caso de los atropellos en carreteras, y en menor medida, que también se debe a su muerte por acción humana relacionada con la actividad cinegética mal entendida o practicada.
Y podemos creer que esto de los atropellos se debe a una querencia de los linces por acercarse allí a donde hay más conejo, o bien porque no ven como elemento extraño lo humano, ni los ruidos de los motores de un vehículo, o simplemente porque necesitan expandirse más para encontrar alimento y hembras o territorios, pero en cualquier caso, quizás sí podemos entender que las sueltas no han sido todo lo acertadas que cabría esperar, o al menos no suficientes, ni en unas óptimas condiciones de idoneidad en el hábitat y vigilancia o custodia del mismo.
Podemos suponer, pues, que acondicionados los ecosistemas de algunos grandes parques nacionales y reservas nacionales-regionales de caza, prácticamente carentes de carreteras y con buena vigilancia de guardería, con buen ritmo en la reintroducción de linces, que contaran con las presas y el espacio suficientes, nos demostrarían que los linces no son otra cosa que gatos algo más grandes, que no tendrían ningún problema en prosperar e ir poco a poco recuperando terreno en el resto del país, aunque cayeran muchos en las carreteras en su expansión, como cae tanta otra fauna, por lo que se imponen también medidas generales para vallados de carreteras, con muchos ecoductos o pasillos corredores ecológicos a lo largo y ancho de toda la red viaria nacional, sobre todo en puntos sensibles o estratégicos, buscando la sostenibilidad.
Y así podríamos seguir, y seguir...
¿Es necesario pues desnaturalizar a TODOS los linces de forma sistemática y general, usando además artilugios nada convincentes en su diseño, más allá incluso de pararnos a pensar en este gasto de estudio? Un estudio y concienciación que ya todos conocemos, y que lleva por otro lado más de cuarenta años. 
Conocemos mortalidad, sumideros, bajadas de población de conejos, lo conocemos prácticamente todo ya…
Incidamos pues, aunemos esfuerzos y recursos una y otra vez donde radica verdaderamente el problema.

Carreteras, el mayor enemigo actual del lince ibérico.


Una vez más quiero recalcar que, al menos mi opinión, no es ni muchísimo menos contraria a la actuación científica al respecto de las especies, siempre que ésta guarde ciertos parámetros, cierta ética, cierto límite y sobre todo, eficacia y amplitud de miras.

Me gustaría dejar hoy el apunte sobre un documental que pude ver hace ya casi un año, que indudablemente debe llevarnos a una profunda reflexión.
Imagino que podrán encontrarlo buscando por la Red.  El título del mismo es:  

"Felinos bajo amenaza".

Algo dentro de mí me lleva a pensar que la evolución que están tomando esas actuaciones, y la finalidad que pretenden, no está abogando por un camino del todo correcto a la hora de entender o asumir qué es en sí la esencia de lo natural.
Lo que este documental propone, sin ningún tipo de complejos, es la evolución hacia un gran zoo teledirigido, por defecto, y como única solución para asumir la futura existencia o presencia de determinadas especies "conflictivas", que hoy son éstas, pero mañana serán otras, y pasado otras. 
Radiocollares, drones, vallados, descargas a control remoto para disuadir a las especies de abandonar un área...
Ya lo estamos viendo hoy en día, y todo avalado por la ciencia, o por lo menos, por cierto sector de la ciencia y la investigación, y eso, al menos yo, no puedo aceptarlo sin más.
Les invito, pues, a que lo vean con tranquilidad, tratando de hacerlo desde la mayor objetividad posible, y que luego extraigan conclusiones de cuál es el sabor de boca que les queda. A mí me supo muy amargo.
Lo que plantean en este documental, a escala planetaria, es el fin consentido y avalado de la naturaleza en estado puro, salvaje, en cualquier rincón de la Tierra, como precio a pagar si queremos conservar a las especies que extinguimos sin remedio ni solución. Es decir, la creación de lo que se ha denominado en muchas ocasiones ya como Naturaleza teledirigida, manipulada, controlada, monitorizada, asistida, intervenida, pero claro, llevado al extremo.
En ello hay algo de "indecente" que yo no puedo asumir. Puedo hacerlo puntualmente, en lugares con gran conflictividad, con debilidad gubernamental, estructural y social, y con especies al límite, como mal menor, a medio plazo, pero en ningún caso puedo aceptarlo como el futuro que dejemos a los que vendrán.
Lo deseable sería luchar y trabajar, concienciar, de que ese futuro tiene que evolucionar totalmente a la inversa, generando más espacios naturales libres, desasistidos, buscando un mundo más natural en el que nuestro impacto sea mucho menor, logrando la compatibilidad y la sostenibilidad con las maravillas de la Evolución.
Está claro que dependiendo de países, se podrá actuar de momento más en una línea u otra, pero los primeros que tenemos que empezar a dar ejemplo de que otro modelo es totalmente factible, somos aquellos Estados que en teoría nos encontramos en un nivel más avanzado respecto a estos temas, más concienciados, menos desesperados por traficar con lo que sea, con más facilidades para compatibilizar esa coexistencia, sirviendo de ejemplo a seguir.

Dicho todo esto, intentaré ponerme en modo positivo, optimista de cara al futuro del lince en España.

Como primer punto de partida, debemos aceptar lo siguiente, está claro que el medio natural actual es el que es, cepos, lazos, controles de predadores, disparos, infraestructuras...¿o no lo vemos día sí día también?, y habrá que creerse porque yo al menos no lo puedo constatar, que también falta de presas, número óptimo de conejos por hectárea en los espacios menos afectados o condicionados por nuestro impacto.
Al lince no se le puede programar para que deje de ser lince, y se adapte a un medio claramente hostil o desfavorable.
Por lo tanto, es el medio el que debe "adaptarse” al lince. Es el medio, lleno de nuevas infraestructuras, el que tiene que adaptarse en cierta medida, es el medio todavía con controles de predadores, cebos y furtivos, el que tiene que adaptarse al lince, y es el medio, a través de la abundancia de conejo y otras presas alternativas, el que tiene que adaptarse al requerimiento del lince.


Yo puedo ver muchas cosas mal, empezando por la relación millones (recursos)-logros, que me parece pésima, atendiendo no sólo a la cuestión de los números de ejemplares y los censos, sino a otras como por ejemplo que no se recupere la población de conejos, en algunas zonas que deberían ser las más ideales, las más protegidas, las menos humanizadas, véase Monfragüe o Cabañeros, por poner algún ejemplo,  ¡vamos!, no hay por dónde cogerlo.
¡Dos inmensos parques Nacionales que se crearon como salvaguarda de lo más característico del ecosistema mediterráneo y no tienen a la base del entramado que es el conejo!...
No puedo entender que 70 millones de euros no hayan dado para resolver la cuestión de por qué en algunas zonas los conejos son plaga, y precisamente allí donde se quiere recuperar al lince, el conejo casi necesite más de un Life que el propio felino, cuando luego ves que se juntan cuatro cazadores y te consiguen una temporada conejera de aúpa en pleno territorio de clima oceánico en Galicia.
O que haya millones para estudios, trabajos académicos, publicaciones, simposios, socios, concienciaciones y todo lo que se nos ocurra, y no lo haya para ayudar a cercar unos gallineros a la población que tiene que admitir al lince en Sierra Morena, o se les compense en alguna medida por lo que se ha certificado claramente que han sido ataques a gallineros, ¡un puñado de gallinas a gentes que no tienen ni para pasar el mes!, ¿tanto cuesta echarles una mano y apoyo en favor del lince?, ¿no hay cuatro duros para todo esto, pero sí para montones de collares y drones?...
Pero hay un factor que, para mí, va a resultar clave, determinante, decisivo, en la recuperación o no del lince, y es la pescadilla que se muerde la cola, y en eso, sí estoy completamente de acuerdo con Iberlince; el programa de cría.
El lince ibérico sólo se recuperará y saldrá del peligro en tanto en cuanto llegue a números que le dejen por encima del umbral de especie en la cuerda floja, y esos números, deben contarse en algunos miles.
¡Acabáramos!, dirán ustedes, queridos lectores, ¡acaba de descubrir la pólvora aquí el amigo bloguero!...¡Si ese es precisamente el fin, no el principio!.
Pues así es, efectivamente, bajo mi punto de vista y por desgracia, el fin es la solución al principio.
Sin una abundante población que supere el envite de las muertes, al igual que ocurre con otras especies aún abundantes, el lince tiene mal futuro. 
La capacidad de respuesta global de una especie nunca puede ser la misma si cae un tercio del total cuando se cuenta con cien ejemplares, que cuando se cuenta con cien mil.
Criar y soltar, criar y soltar, criar y soltar, sin pausa y con prisa, si es preciso de forma industrial, pero eficaz, atacando con toda la fuerza posible a los problemas de base que afectan a la especie.
Y como medida estrella, apostar decididamente por la conexión de grandes espacios naturales a través de pasillos o corredores ecológicos, algo de lo que ya hablamos en anteriores artículos en este blog.
La fauna, y toda en general, no sólo el lince, no sobrevivirá en espacios aislados, cercenados, acotados. Es el gran reto que tenemos, para legar o no al futuro, una herencia que les pertenece.

Bosque y Matorral  Mediterráneo.

Bajo mi punto de vista sería prioritario fijarse en un primer espacio “madre”, gran foco productor de excedentes, y este foco no pasa por los actualmente trabajados. 
Ni Doñana, prácticamente ya aislada e inconexa, a modo casi de parque zoológico, ni Sierra Morena, feudo de grandes terratenientes particulares que convierten el monte en un continuo mallado cinegético, albergan esa capacidad potencial a día de hoy.
La solución avanzaría mucho con un gran espacio mediterráneo altamente protegido, público en su inmensa mayoría, poco humanizado, controlado y vigilado, y ninguno más acertado que el enorme corredor que supondría la unión del Parque Nacional de Monfragüe, la Reserva Regional de Caza de Cíjara, el Parque Nacional de Cabañeros y el Coto Nacional de Quintos de Mora, que con sus distintos pasillos de conexión, supondría una especie de auténtico “Yellowstone Ibérico” de alrededor de 100.000 has. continuas de monte, matorral y bosque mediterráneo, independientemente de que se sigan trabajando las sueltas en otras áreas con posibilidades.
Eso sí, el trabajo para acondicionar estos espacios a lo que se supone deberían estar representando por su categoría, inconcebiblemente, sería una tarea que requeriría de gran esfuerzo y empeño, porque el descontrol y la mala gestión ecológica-ambiental actual es de órdago, pese a su supuesta categoría.
Pero restituido el orden de lo ecológicamente saludable, con todas las piezas necesarias del entramado, con sus ungulados necesarios, de forma sostenible, y no sobrepoblaciones, con sus lobos ejerciendo control, sus pastos con el conejo, la liebre y la perdiz recuperados…esta gran área sería lo que debería haber sido desde un principio, pues para eso se les otorgaron sus distintos "galardones" de protección ambiental, un auténtico santuario natural europeo de referencia, independientemente de que la actividad humana pudiera seguir obteniendo ciertos provechos.
No imagino un área mediterránea mayor en nuestro país, con tan poca infraestructura humana de por medio, poco impacto de carreteras (sorteables en unos pocos puntos algo conflictivos) y mayor atención de vigilancia y guardería, que dos grandes Parques Nacionales y dos Reservas de Caza, unidos todos ellos, al estilo de los grandes espacios naturales libres africanos.

Déjenme que cierre con algunos apuntes positivos de cara al Programa Iberlince, que también los tiene, claro que sí.
Es digno de reconocimiento el que al menos en los últimos tiempos se hayan puesto decididamente con las sueltas, metiendo la directa, y que en sus planteamientos, espoleen a las distintas administraciones autonómicas poniendo el balón en su tejado, donde en buena medida debe estar, y no dejando caer todo el peso sobre el ámbito científico, como si sólo de éste dependiera el reto. 
La implicación de las administraciones es esencial, crucial, tanto, que sin ello, y por mucho que se empeñen desde el ámbito conservacionista, no habrá futuro para el lince.
 Hace menos de un mes hemos conocido también el trabajo Evaluación de la idoneidad del hábitat para Lince ibérico en la Península Ibérica.

“Un modelo de idoneidad de hábitat para el lince ibérico a escala peninsular, representado en un mapa donde se identifican las áreas que reúnen las condiciones de hábitat adecuadas para la especie y cuya conclusión es que existen áreas de hábitat adecuado repartidos por toda la península, todas las Comunidades Autónomas y grandes áreas de Portugal, poniendo de relieve que de cara a la conservación a largo plazo del lince ibérico es necesario considerar áreas más allá de la distribución de los 80”.

 

Mi más sincera felicitación por este nuevo enfoque, pero unos y otros, no lo dejen para el largo plazo a ser posible, que con voluntad y decisión, seguro que lo es...











 

 

 

 

 

Crédito de imágenes:

 

Fotos 1, 3, 6 y 8: Foto propiedad del Programa de Conservación Ex-situ del Lince Ibérico, que permite su uso siemre que se indique a éste como autor propietario de las mismas.

Foto 2: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.

Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.

Foto 5: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.

Foto 7: Miguel Llabata.

 

7 comentarios:

  1. Encantado de leerte de nuevo Sylvanus.
    Sin duda creo que han pecado un poco de "amarreteguis" con la insistencia en Andújar y Doñana. Cierto que en 2001 con sólo 160 ejemplares el lince se nos iba y es las manos y es perfectamente entendible que se centraran en recuperar espacios dónde la especie sobrevivía... Pero si sabemos que las carreteras de Doñana son un sumidero de linces, creo que deberían ponerse las pilas y ser algo ambiciosos en devolver a un área mayor al lince ibérico. Porque (Dios no lo quiera) un incendio forestal a lo bestia en Doñana o Andújar nos puede dejar el lince en el abismo y tirar por la borda años de trabajo. Expandiendo las poblaciones a nuevos lugares (Como los parques naturales que citas) están aumentando sus posibilidades de supervivencia.

    Por cierto, que fuerte lo de Valdeserrillas no?

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    1. Hola D.E.L., me alegra leerte de nuevo.

      Pues se supone que en eso están, en llevar al lince a más espacios.
      De todas formas los problemas de fondo siguen presentes, repartidos por toda la geografía, y va a ser muy complicada la recuperación en tanto en cuanto no se reduzcan a la mínima expresión, y también dependiendo de que el lince alcance números altos para estabilizar la población global.
      Respecto a lo de Valdeserrillas te digo lo mismo que a quienes me han preguntado sobre ello, desconozco aún en qué ha quedado todo finalmente, si se ha aclarado el tema definitivamente o no, respecto a responsabilidades, autorías, causas precisas de las muertes, etc., y por lo tanto no me puedo pronuciar al respecto.
      Ahora bien, como proyecto, y visto lo visto en tan corto trayecto, con tanta muerte de ejemplares, sin que puedan valerse por sí mismos en el medio, sin que sirva si quiera como centro de cría, y mucho menos como antesala de una furura reintroducción...por desgracia debo reconocer que no es lo que en un principio parecía, y no le encuentro a día de hoy mucho sentido, por no decir ninguno, al menos en cuanto a orientado a rewilding se refiere.

      Saludos.

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  2. Enhorabuena por el artículo. No me había parado a pensar en lo de los atropellos, y muy buena idea la del Yellowstone ibérico.

    Una pregunta (cuasi retórica...): Kentaro, que era un lince 'peculiar' (grande, cazaba ungulados...), no tuvo descendencia, ¿se tomaron muestras de su semen, como se ha hecho con otras especies?

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    1. Hola Rik.

      Pues no tengo ni idea, eso habría que preguntárselo a los de Iberlince o Lince Ex-situ.
      Cabe imaginar que les harán todo tipo de pruebas y registros, supongo, pero no te puedo decir nada porque no lo sé.

      Un saludo.

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  3. Saludos!.....
    Para el tamaño del gato rabudo y su principal fuente de alimentación,y la extensión del ecosistema mediterráneo no deberíamos sentirnos satisfechos con una población inferior a los 30.000 ejemplares....pero todo pasaría por una campaña incansable de erradicación de la mixomatosis y contar por decenas de millones su principal fuente de alimentación....

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    1. Bueno, ahora partimos desde donde partimos...Una población con un cero menos, y bien distribuida por todo el territorio, con núcleos interconectados, ya iría bien, vamos, podíamos darnos con un canto en los dientes de momento, al menos para afrontar el reto de la supervivencia de la especie a medio plazo, desde luego sería un mínimo para poder hablar de recuperación, mejora, cierta tranquilidad...

      Saludos.

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