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sábado, 14 de febrero de 2015

UNGULADOS DE LA MONTAÑA (II).




Desde hace 125.000 años, hasta el presente, otros cuatro componentes de la subfamilia Caprinae han estado presentes junto a las cabras en las tierras continentales de Europa.
Tares, rebecos, seguramente muflones, y más recientemente arruís, son las especies a las que vamos a referirnos brevemente en la entrada de hoy.


Rebeco del Pirineo (Rupicapra pyrenaica).

El rebeco (Rupicapra rupicapra), conocido también como gamuza o sarrio, es un caprínido del género Rupicapra del que se desconoce con precisión su momento de aparición en Europa.
Es posible que alguna especie con él emparentada tuviera algún avance desde Asia hace alrededor de un millón de años, durante la Glaciación Günz, apareciendo de nuevo en la de Mindel, hace medio millón de años. Pero se cree que su establecimiento definitivo se produjo hace ahora unos doscientos mil, coincidiendo con el inicio de de la Glaciación de Riss.






Sin embargo su presencia continua en yacimientos de la Península Ibérica, más allá del Pirineo, sugiere un asentamiento definitivo a partir de poblaciones procedentes de Europa desde finales del interglaciar Riss-Würm, 115.000 años atrás, seguramente porque el excesivo frío de la nueva glaciación que se comenzaba a afectar notablemente a Europa, iba empujando a la especie hacia el sur.
Este ungulado está ligado a climas de frío moderado, dándose la circunstancia de que tanto en el interglaciar Riss-Würm, como en el Holoceno (presente), ha quedado recluido a los espacios de montaña de las cordilleras meridionales de Europa y algunos puntos de Asia, pero por el contrario, en ciertos momentos del Würm, aparece representado en el registro fósil de yacimientos situados a baja altitud en la Europa Meridional, no encontrándose sujeto necesariamente a la alta montaña, seguramente porque en esos períodos encontraba hábitat idóneo en las tierras bajas, siempre que éstas no soportaran condiciones extremas.
Es por ello que se piensa que el rebeco avanzó en su distribución beneficiándose de determinados momentos dentro de las etapas glaciares..
Existe mucha controversia en cuanto a su clasificación zoológica,  que todavía hoy es objeto de discusión en el ámbito científico. En un principio se creó el género Rupicapra para una sola especie, Rupicapra rupicapra, aunque se aceptaba la existencia de varias subespecies dentro del género.

Rebecos en Pirineos.
Autores posteriores han querido ver dos especies distintas, atendiendo a evidencias morfológicas y de variabilidad para isoenzimas. Estas dos especies, Rupicapra rupicapra, y Rupicapra pyrenaica, contarían además con varias subespecies, dependiendo de las cadenas montañosas en las que actualmente se encuentran presentes.
Bueno, ya conocen mi opinión respecto a estos temas de subespeciar lo subespeciado…, así que tampoco voy a detenerme demasiado en ello.
Aunque sus restos óseos suelen ser escasos, pues son difíciles de encontrar en la montaña, en nuestro país se ha constatado su presencia en tiempos holocénicos, y al menos hasta la Edad del Bronce (hace 5.000 años,) en yacimientos de las montañas de Teruel, Jaén, Valencia o Granada, que vienen a demostrar la existencia de poblaciones relictas, seguramente ya inconexas, que se verían afectadas entre el 9.000 y 5.000 B.P. por la fase conocida como Óptimo Climático del Holoceno, con temperaturas de entre 0'5º y 3º superiores a las actuales, lo que dejaría a estas poblaciones meridionales muy confinadas a ciertos enclaves en los que serían exterminadas por el hombre debido a la caza directa y la competencia con especies domésticas.

Distribución geográfica del rebeco (Rupicapra rupicapra).

Actualmente las poblaciones españolas se hallan concentradas en dos grandes núcleos separados entre sí, en la Cordillera Cantábrica y la Pirenaica, que mantienen buenos censos (varias decenas de miles de efectivos) y hacen que la especie se encuentre fuera de peligro, experimentando una ligera expansión hacia el sur, donde hacía muchos años que había desaparecido.


Thar del Nilgiri (Nilgiritragus hylocrius).
El género Hemitragus, al que pertenecen los tares, mantuvo al menos dos especies en Europa a lo largo de ochocientos mil años, a través de Hemitragus bonali y Hemitragus cedrensis. Este último componente, cuyos restos se han encontrado sobre todo en la Provenza francesa, estaba todavía presente en el este de España entre los estadios isotópicos de OIS5 (confirmado en Bolomor) y probablemente OIS3 (en Cova Negra). 



Es decir, todavía estaban presentes en fechas comprendidas entre el último interglaciar del Riss-Würm y los momentos previos al máximo glacial de hace 20.000 años, con restos que han aparecido en yacimientos de la Comunidad Valenciana.
Hoy en día sobreviven en Asia, con alguna especie como Hemitragus jemlaicus y otras de más difícil adscripción que últimamente parecen ser mejor encuadradas en nuevos géneros como Nilgiritragus o Arabitragus. Todos ellos mantienen cierto parentesco con las cabras, y sobre todo, con el arruí del Atlas (Ammotragus).
Es posible que cierta competencia con rebecos y cabras fuese desplazándolos a enclaves muy concretos, donde terminaría por desaparecer, en cualquier caso, antes del máximo glacial.


Algo similar parece haber ocurrido con los muflones en Europa.
Los muflones son carneros salvajes propios del Asia Central y las cadenas montañosas del Medio Oriente, que en algunos momentos del Pleistoceno ampliaron su distribución geográfica, alcanzando el continente europeo.
Existen actualmente muchas especies reconocidas, de las cuales Ovis orientalis musimon, reintroducida, está presente hoy en muchos países de Europa.

Muflona y cría (Ovis orientalis musimon).
  
La especie más presente fue Ovis antiqua, muflón del Pleistoceno Medio que ha sido encontrada en múltiples yacimientos de Italia (Magliana y Visogliano), Francia (L’Arago, Pont du Château, Camp-de-Peyre), Portugal (Galería Pesada), Hungría (Uppony I, Tarkö), Inglaterra (Westbury) o España (Cueva Victoria), entre otros.
La mayoría de ellos son de fechas entre 300 y 200.000 años antes del presente, si bien algunos autores hablan sobre una supervivencia mucho más tardía en la Península Ibérica.
Al respecto cabe destacar algún yacimiento pirenaico en el que se recoge la presencia de muflones (Ovis aries) datados incluso en fechas del Temprano Holoceno, entre 11.000/10.900 B.P., como los obtenidos en Grotte du Bois du Cantet (Hautes-Pyrénees).
Como explicación más aceptada a su extinción, siempre se ha supuesto que no se debió a una causa única, sino a la conjunción de varios factores como; competencia con nuevos ungulados como el rebeco o la cabra montés, pérdida de hábitat ideal debido al frío, y una mayor facilidad a la hora de caer presa de los depredadores con respecto a otras especies de ungulados.
De cualquier forma, un tipo de muflón, Ovis orientalis musimon, parece haber sobrevivido en distintas islas del Mediterráneo, aunque los investigadores no acaban de ponerse de acuerdo en si acaso pudo o llegar hasta ellas de la mano del hombre en fases tempranas del Neolítico. 

Distribución geografica aproximada del muflón (Ovis orientalis musimon) en Europa.



En islas como Córcega volvió, de cualquier modo, al estado salvaje, y más tarde, fue llevado al continente donde también se asilvestró creando muchas poblaciones bien repartidas por distintos países.
En nuestro país se reintrodujo por primera vez en la Sierra de Cazorla en el año 1953. Posteriormente se han producido nuevas sueltas y escapes que le han llevado a colonizar otras zonas de España, y aunque de forma dispersa, abarca un buen número de ecosistemas que van desde la alta montaña en Pirineos, hasta las estepas del interior, pero fundamentalmente se reparte por la montaña media o baja del clima mediterráneo, concentrando sus mejores poblaciones en Extremadura, La Mancha, Sierra Morena, Comunidad Valenciana, y sobre todo en la Serranía de Cuenca y en las Sierras de Segura, Cazorla y Alcaraz.

No puedo cerrar este capítulo sin dedicarle una pequeña mención al arruí o muflón del Atlas (Ammotragus lervia), ungulado norteafricano (cuyos parientes cercanos habitaron España hace alrededor de un millón y medio de años) introducido como especie cinegética en 1970 en Sierra Espuña (Murcia), extendido hoy por todo el sureste peninsular, y que según algunos puede llegar a ser considerado como una plaga que  perjudicará a otros ungulados ibéricos, algo que habría que matizar bastante, o al menos tratar con mayor profundidad, por lo que más adelante le dedicaré un artículo especial.
Ciertamente su introducción en Canarias fue un atentado ecológico, atendiendo a las particularidades insulares de aquellos territorios. 

Distribución del arruí (Ammotragus lervia) en España.



En la península es bastante más cuestionable su efecto, pero en cualquier caso, y bajo mi punto de vista, esta introducción no se hizo atendiendo a criterios "rewilding", sino a otros puramente deportivo-cinegéticos, cuando su nicho estaba ya bien cubierto por la cabra montés y el muflón.
De cualquier forma, como digo, una vez asentado desde hace más de cuarenta años en España, cabe analizar el tema desde otros muchos puntos de vista que merecen un capítulo propio.
 








Crédito de imágenes:

Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Óscar Martínez.
Foto 3: Miguel Llabata
Foto 4: Miguel Llabata
Foto 5: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 6: Miguel Llabata
Foto 7: Miguel Llabata
Foto 8: Arruí (Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons). Mapa (Miguel Llabata).

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