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domingo, 15 de marzo de 2015

MUNDO REWILDING: EUROPA (IV).




Vuelvo a retomar la sección Mundo Rewilding, hablando de Europa, después de haber ampliado la información referida al pasado de este continente incorporando muchas de las entradas expuestas en el anterior blog de El Tiempo Que Olvidamos.
A lo largo de todas estas últimas entradas hemos ido viendo algo más en profundidad aspectos sobre cuáles fueron aquellas especies que poblaron el territorio europeo desde el último interglaciar conocido, anterior al actual, pasando además por el último período glaciar y atendiendo a otra cuestión tan significativa como fue la aparición del humano moderno, su evolución cultural, y su más que probable impacto añadido sobre los ecosistemas y la fauna, especialmente en momentos críticos de grandes cambios climáticos.
En el artículo de hoy comenzaremos a determinar cuáles podrían ser esos candidatos actuales para reconstruir, en la medida de lo posible, ecosistemas completos, lo más próximos a un potencial pasado que a día de hoy, hemos perdido a marchas forzadas en una Europa esquilmada en cuanto a espacios y especies representativas, especialmente en lo que concierne a la mastofauna.

Una vez expuestas las especies de mamíferos grandes o medianos que habitaron el continente desde el Pleistoceno Superior o Final hasta el presente, es hora de analizar las conclusiones de su extinción a lo largo de tan amplio período, para entender ciertas consecuencias que ello tuvo en los ecosistemas  y valorar un poco mejor su ausencia en la actualidad.
El haber tomado como referencia los últimos 125.000 años para atender a qué fauna debería poblar hoy el continente, responde a varios criterios.
En primer lugar, que se está demostrando, cada vez con mayor certeza, que muchas de las especies interglaciares de Europa no se extinguieron por circunstancias meramente atribuibles a cambios climáticos significativos, sino que sobrevivieron por mucho más tiempo en las zonas meridionales del continente, en zonas refugio, siendo por tanto más que probable que algunas de aquellas que aún no se han documentado en momentos tardíos, aparezcan en algún yacimiento en futuros descubrimientos y dataciones.
En segundo lugar, que atender al momento de aparición del humano moderno supone caer en la cuenta de que algunas de esas especies interglaciares, sobre todo las de mayor tamaño, decisivas para mantener los ecosistemas en nuevas épocas templadas, desaparecen precisamente en un intervalo de tiempo muy corto y sospechosamente relacionado con nuestra aparición, pese a que en otras etapas igualmente poco favorables habían sido capaces de sobrevivir, esperando la llegada de un nuevo tiempo propicio.
En tercer lugar, que entendiendo la complejidad de la biodiversidad del interglaciar más próximo al actual, podemos hacernos una mejor composición representativa de cuáles son los nichos y especies principales a recuperar en nuestro presente.
Desde esta visión de conjunto, que muestra una importante pérdida de biodiversidad, resulta quizás más fácil plantearse la posible vuelta al medio natural de nuestro continente de algunos de sus componentes en un futuro a corto, medio o largo plazo.

 

Si nos fijamos en todo lo expuesto, lo primero que llama la atención es la notable diferencia en cuanto a representación de especies de mamíferos de gran tamaño que han poblado y pueblan desde entonces el territorio que hoy conocemos como Europa.
Y es que hemos perdido más o menos la mitad de las especies grandes de fauna del continente, tras nuestra aparición e impacto.
Sobre un total aproximado 45/50 especies de grandes y medianos mamíferos, hoy en día tan solo conservamos unas 25 (sin contar introducciones consideradas como alóctonas), y éstas, sobre todo en términos de distribución y poblaciones, responden principalmente a especies de talla media, encontrando una gran carencia y desproporción con los grupos de grandes herbívoros y grandes carnívoros. 
En el grupo de los grandes herbívoros hemos perdido a todos los componentes de la “megafauna”, a los modeladores y mantenedores del paisaje primigenio, véase elefantes de colmillos rectos, mamuts lanudos, hipopótamos, rinocerontes de estepa, rinocerontes de Merck y rinocerontes lanudos.
Dos de ellos, el mamut y el rinoceronte lanudo, sólo tendrían sentido actualmente en un supuesto rewilding norteño de Europa, más relacionado con el artículo ya expuesto en la sección que hacía referencia a El Gran Norte, en donde podría quedar encuadrado algún territorio europeo de la Península de Fenoscandia.
Así que, a la hora de contemplar supuestos candidatos posibles para el territorio europeo continental de esta sección, nos vamos a quedar en la memoria con elefantes, rinocerontes e hipopótamos.
Al menos con total seguridad elefantes de colmillos rectos, rinocerontes de estepa e hipopótamos, desaparecen con la llegada del humano moderno, en un período comprendido entre 40.000 y 30.000 años antes del presente, que viene además a coincidir con la fase que se estaba aproximando al momento más crudo y desfavorable para su supervivencia, el pleniglacial de hace 20.000 años.
Es lo que denominé como, “primer gran impacto del humano moderno sobre la fauna europea”.

Pesos pesados de la Megafauna Europea.


Los grandes carnívoros han sido también grandes damnificados por nuestra presencia en el continente, desapareciendo leones, hienas, leopardos, alguna especie de oso (cavernario), cuones…Mientras que osos pardos, lobos y linces, han llegado al borde de la extinción hasta nuestro presente.
La desaparición de los grandes carnívoros, por otro lado, sólo puede entenderse como una suma de circunstancias que al final provocarían su extinción definitiva.
Un dato indiscutible y totalmente relacionado fue la desaparición de grandes herbívoros.
Los últimos restos de grandes carnívoros (al menos para buena parte de ellos) se han obtenido curiosamente en la Cornisa Cantábrica o en el entorno pirenaico (en nuestra península) o en zonas del sur de Los Balcanes, conectadas hasta muy tarde con el Asia Menor por el entonces existente Paso del Bósforo, que permitía seguir aportando ejemplares presentes en Asia.
Tomando el caso de nuestra península, por ejemplo, los grandes carnívoros habían desaparecido del sur desde varios milenios atrás, mientras que en la zona cantábrica y pirenaica resistieron hasta el Temprano Holoceno. No podemos obviar que ello debe guardar bastante relación con el alto grado de biomasa que conservó el norte peninsular, provisto de grandes ungulados de clima frío, respecto a la zona meridional, donde la mayoría de grandes herbívoros se había extinguido a partir del máximo glacial y la aparición del humano moderno.
Téngase en cuenta que desde esa fecha sólo se observa en el registro fósil de la zona sur la presencia de tres grandes especies, el uro, el caballo y el zebro (circunstancia que se hará común al resto del territorio a partir del Holoceno), mientras que la zona norte conservaba por entonces muy buenas poblaciones no sólo de caballos, uros y zebros, sino de mamuts, rinocerontes lanudos, bisontes esteparios, megaloceros, bueyes almizcleros e incluso pudiera ser onagros y alces, a los que podía sumarse una larga lista de herbívoros medianos, no sólo también presentes en la zona sur, sino acompañados por otros exclusivos de ambientes fríos y secos, y muy gregarios, en grandes manadas, como el reno o el saiga.

Manada de renos.

Esa descompensación, de 3 a 9/10 especies recurso para grandes carnívoros, tuvo que tener mucho que ver en esa supervivencia tardía en la zona norte de un mayor elenco de especies de grandes carnívoros, con toda seguridad.
Bastante adaptables al medio y no demasiado exigentes siempre que encuentren caza suficiente, los grandes depredadores sufrieron la extinción de la mastofauna glaciar en el paso al Holoceno, aunque seguramente podrían haber resistido durante un tiempo hasta la reaparición de los grandes herbívoros de clima cálido, en el plazo de unos cuantos miles de años, alimentándose a base de presas menores.
Esta circunstancia debió producirse durante el período que conocemos como Epipaleolítico o  Mesolítico, en el Temprano Holoceno, una fase de unos cuatro mil años comprendida entre 12.000 y 8.000 B.P. en la que todavía se ha detectado la presencia de seis especies de grandes carnívoros, frente a las ocho o nueve del Pleistoceno.
Sin embargo los grandes herbívoros de clima templado no llegaron nunca, más bien al contrario, los pocos que habían sobrevivido cayeron en un declive poblacional permanente.

Caballo (Equus ferus).
Ya hemos visto, por ejemplo, que sin mantenedores del paisaje, el imparable avance del bosque holocénico fue haciendo raro al caballo, a la vez que dificultaba la existencia de hienas y leones, mejor adaptados a los espacios abiertos.
Los superpredadores entraron en una competencia brutal, no sólo entre ellos, sino con el hombre, que podía ser considerado ya como el eslabón más alto de la pirámide, el máximo exponente del grupo, que desde hacía ya algún milenio había desarrollado la Cultura Magdaleniense, caracterizada por el notable desarrollo de una nueva y perfeccionada industria lítica orienatda a explotar al máximo la caza, y que ha llegado a ser considerada por los investigadores del presente como la primera "civilización" europea occidental, ya que un aumento demográfico sin precedentes hizo que el foco originario se expandiera prácticamente por todo el Continente.



En los primeros tiempos del Holoceno la cultura de los grandes cazadores del Magdaleniense irá dando paso en nuestro territorio a otras de tipo mesolítico como el Aziliense o el Asturiense, cuyas características principales son la diversificación de recursos frente a la desaparición de la caza de grandes presas, como la pesca o el marisqueo, y el uso del arco y la flecha, seguramente más efectivos a la hora de cazar las medianas y pequeñas presas a las que ahora tenían que dar alcance.
Un nuevo escenario que obligó a las poblaciones humanas no  solo a aumentar su presión sobre las pocas especies de grandes herbívoros supervivientes (uros, caballos y zebros) sino en otras medianas que fueron muy seguidas y controladas, constituyendo todo ello el germen de un posible temprano proceso ganadero.
Bajo ese escenario podemos imaginar la extrema competencia que debió generarse no sólo entre humanos y grandes carnívoros, sino entre los componentes de las  mismas especies depredadoras animales, que ahora tenían que rivalizar por el acceso a presas de tamaño medio, desde el ciervo al corzo, y cada vez en menor medida, uros, caballos y zebros, que a buen seguro eran siempre seguidos muy de cerca por el hombre.

León (Panthera leo).

Además, como vimos en post anteriores, la existencia tardía de leones y leopardos podría haber respondido a un proceso expansivo lento, desde Asia, que no alcanzaría más allá del norte peninsular, con reducidas y aisladas poblaciones que durante el tardiglaciar habían podido alimentarse de las grandes manadas de herbívoros de clima frío, ahora ya desaparecidos.
Por si esta competencia entre carnívoros resultaba poca, desde hace al menos ocho mil años los procesos de consolidación de la agricultura y la ganadería, harían que el hombre de Europa declarara una guerra sin cuartel contra sus máximos competidores.

Podemos deducir de procesos recientes similares en otras regiones del planeta, como el noroeste de África, que conforme se extinguieron los grandes herbívoros, disminuyeron de forma paulatina los grandes predadores.
La mayor parte de África no había notado tanto el efecto del cambio climático a lo largo de los milenios, además de haber quedado conectada siempre por tierra, al norte y al sur, por lo que la llegada del humano moderno no influyó tanto sobre poblaciones relictas en tiempos pretéritos.
Fíjense que hasta hace unos dos mil años podíamos encontrar elefantes y uros en el noroeste de ese continente, y mucho más tarde aún, asnos salvajes, alcélafos, ciervos rojos, arruís, diversas especies de gacelas, etc., por lo que, y muy a duras penas, sobrevivieron hasta hace un par de siglos osos, leones, leopardos, hienas rayadas y en base a los últimos estudios, pequeños lobos chacaloides. De todos ellos, y tras la presión humana de los últimos dos milenios, sumada a la barrera que supuso la extensión del desierto desde el este, desde hace 9.000 años, sólo han quedado en el presente hienas rayadas y pequeños lobos chacaloides (quizá muy residuales o ya extintos, algunos guepardos y leopardos).

Así pues, los escasos leones que sobrevivieron en el sur de Europa desde el temprano Holoceno y hasta inicios de la Era Cristiana, con pocas presas salvajes grandes a las que dar caza, en poblaciones muy fragmentadas y reducidas, y en ambientes poco propicios, dirigirían su atención hacia el que debía convertirse, y más tarde se convirtió, en primer ganado doméstico, una conjunción de factores letal para la especie.
Las hienas, que podían depredar sobre animales algo menores, dejaron de obtener buena parte de su dieta, la carroña de grandes herbívoros, siendo superadas como cazadores por los lobos, que también pondrían la balanza a su favor contra los cuones, muy escasos desde el máximo glacial.

Lobo (Canis lupus).

La extinción del leopardo resulta algo más difícil de explicar, pero seguramente la competencia con los otros carnívoros, sus escasas poblaciones fragmentadas y la caza a la que se vería constantemente sometido por parte del hombre, debieron resultar claves en dicho proceso.
El oso pardo, por su parte, es mucho más generalista u omnívoro. La inclusión de grandes ungulados en su dieta es muy esporádica, resultándole pues suficiente la existencia de herbívoros de talla media, y sobre todo, beneficiándose de la expansión del bosque.
La peligrosidad que para el propio hombre entrañaban leones y leopardos, era por otro lado, mucho mayor que la del resto de carnívoros.
Al final, la competición por aprovechar los recursos disponibles se decidió a favor del hombre, el lobo y el oso, únicos supervivientes desde el Neolítico hasta la actualidad en nuestro territorio, y desde hace al menos dos mil años en toda Europa.
Por lo tanto, la diversidad de grandes carnívoros ha pasado en Europa, sin contar al hombre, de ocho especies de época finipleistocénica (león, leopardo, hiena, cuón, lobo, oso pardo, lobo, y podríamos también incluir al lince boreal),  a tres en el presente (oso pardo, lobo, lince boreal), siendo además muy residuales.
No incluyo al oso polar por quedar confinado al ámbito ártico.

En el grupo de los ungulados de tamaño grande, y a lo largo de los milenios, desde el Temprano Holoceno y hasta el siglo XX,  hemos perdido a búfalos de agua, megaloceros, toros salvajes, caballos, zebros y onagros, mientras que hemos conservado bueyes almizcleros (también del ámbito de El Gran Norte), alces, y en menor medida, casi in extremis, bisontes de bosque.

Bisonte europeo (Bison bonasus).

Por último, ungulados y carnívoros de talla media, con mejor o peor trayectoria, han visto recuperadas o conservadas sus poblaciones a lo largo y ancho del continente durante las últimas décadas.

Vamos a empezar, pues, por aquellos candidatos y estrategias que se adaptan mejor a las circunstancias propias de nuestra Europa actual, tomando como referencia, en el próximo capítulo, el Rewilding Moderado.









Crédito de imágenes: 

Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Miguel Llabata.
Foto 3: Elefante y rinocerontes (Miguel Llabata). Hipopótamo (Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons).
Foto 4: Public Domain Images.
Foto 5: Public Domain Images.
Foto 6: Public Domain Images.
Foto 7: Public Domain Images.
Foto 8: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.

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