Quizás
el bipedismo constituye hoy en día el principal motivo para considerar como
“humano” a aquel ancestro que se irguió definitivamente para caminar (en toda
la acepción del término) por el proceso evolutivo que finalmente desembocó en
el sapiens moderno o ser humano actual.
De algún modo, fue la adopción de la posición totalmente erguida lo que llevó a la Humanidad hacia un salto significativo en su proceso de desarrollo específico, determinado por avances que aún hoy siguen su curso.
Desde
entonces se han conseguido, al menos a mi juicio,
otros cinco grandes pasos de “lo humano” que por su alcance, pueden ser entendidos
como los más relevantes, ya que posteriormente
desembocarían en un sinfín de logros menores, aunque no por ello menos
importantes.
Encuadrados
hoy en unos períodos concretos, estos grandes pasos no surgieron de repente,
perfectamente estructurados o establecidos, sino que seguramente fueron el
resultado de una tradición anterior, menos significativa, que fue poco a poco
afianzándose y alcanzando mayor relieve hasta constituir el definitivo avance.
Protobifaz Olduvayense. |
El
primero de ellos podemos ubicarlo ya hace unos 2’6 a 2’5 millones de años, y de
momento es atribuido a Australopithecus garhi, de quien se sospecha pudo ser
el primer homínido en fabricar herramientas que guardan ya cierta similitud con
el Olduvayense.
Esta
capacidad de modificar materiales del entorno y convertirlos en útiles
beneficiosos para una finalidad concreta, sin embargo, no es exclusiva de la
Humanidad. Es muy probable que responda a una intensificación y mejora de
cierta conducta que también podemos observar en otras especies animales, como
el chimpancé, que se sirve de piedras para “crear” percutores y yunques con los
que abrir ciertos frutos, e incluso es capaz de coger ramillas del bosque y
cortarlas con una determinada medida que las convierta en eficaces herramientas
con las que poder extraer alimento de los termiteros.
Fogata. |
El
segundo gran avance fue sin duda el uso del fuego, que ya vimos que está
documentado hace algo más de un millón de años en Sudáfrica, y su posterior
control, muy probablemente desde hace medio millón de años por parte de Homo erectus.
Recuerdo
que cuando estuve acampado en la Reserva de Sinya, al norte de Tanzania, me
resultó curioso observar que los guerreros massai (que custodiaban nuestro
campamento atentos ante cualquier posible incursión de un depredador)
encendieran varias hogueras y se reunieran en torno a ellas, de pie, dispuestos
a pasar así todas las horas de oscuridad, mientras charlaban de sus cosas.
Guerreros Massai en Sinya. |
No
hacía frío como para calentarse al amparo del fuego en mitad de la noche, más
bien todo lo contrario, por lo que enseguida me vino a la mente la relación
entre el uso del fuego con un papel mucho más amplio y decisivo, fundamental en
la supremacía del hombre respecto a los demás animales, desde tiempos remotos.
El
descubrimiento del uso del fuego sirvió de amparo y protección al hombre desde
que éste consiguiera comprender sus virtudes. El ser humano doblegó así en
cierta forma a la Naturaleza, un verdadero paso de gigante en la carrera por la
supervivencia.
Tan
poderoso aliado, temido por los demás animales del planeta, permitió a una
especie diurna adentrarse en un nuevo entorno al que temía, aquél para el que
no estaba preparada por su condición natural; el de la oscuridad.
La
oscuridad representaba y aún hoy representa el temor ancestral a la noche, el
momento en que unas especies duermen y otras empiezan su actividad, el
miedo a la muerte que debieron soportar en miles y miles de ocasiones los
antiguos homínidos, cuando los grandes predadores les daban caza en esas horas
malditas que se repetían, sin poder remediarlo, durante todos los días de su
existencia.
La
curiosidad innata del humano, su atrevimiento, le llevó a fijarse en el fuego,
y comprendió por fin que su destino era el de rebelarse contra lo establecido,
dar un cambio brusco a las condiciones hasta entonces imperantes, pasar de
temeroso a temido.
Reunidos
en torno a una hoguera, acaso tenida como el primer gran dios aliado del
hombre, los primeros humanos dejaron de sentir miedo ante los predadores, y me
pregunto cuántas ideas y conclusiones no expondrían alrededor de ella los
distintos grupos, al cabo de miles de generaciones.
La
comprensión del uso y dominio del fuego fue, en última instancia, una auténtica
revolución que llevó al hombre a desbancar de su trono a los grandes
depredadores: “El rey león” había muerto, "¡Viva el nuevo rey humano!", debieron
pensar nuestros ancestros…
Aborigen haciendo fuego mediante fricción. |
Qué
debió suponer para un viajero o un grupo errante, vagando por distintos
rincones del mundo, la llegada de las últimas horas de luz del día y la visión,
a lo lejos, de un resplandor, una columna de humo, un signo emotivo de
esperanza, una señal clara de auxilio, de tranquilidad, en definitiva, de
Humanidad…
Debió
pasar mucho tiempo desde que aquel primer Homo ergaster o erectus diera con la
clave, seguramente por casualidad, y comenzara a aprovechar los beneficios del
fuego. Sin embargo el proceso de control del medio que le rodeaba fue a partir
de entonces imparable, sin freno, y se prolongó durante milenios hasta alcanzar
cotas inimaginables para nuestros primeros abuelos. Del erectus que usó el
fuego, al hombre moderno que pisó la Luna, transcurrieron quinientos mil
años.
La insistencia en lograr aquello que nos proponemos, ese concepto
inseparable del de Humanidad, el pensar que todo está a nuestro alcance, debió
tener en descubrimientos como el fuego sus impulsos y recompensas más
grandiosas. Aquello nos distinguió definitivamente de las demás especies que
habitaban el medio que nos tocó compartir.
Neandertales reunidos en torno a una hoguera. |
Los
humanos no sólo alargamos nuestras horas de reunión social al amparo del fuego,
seguramente otorgando al lenguaje una mayor relevancia, sino que nos beneficiamos de su calor en las noches frías, y de su poder a la
hora de perfeccionar nuestras armas, o de su uso para ahuyentar y asustar a
otros animales para cazarlos en emboscadas. Calentamos comida y agua, y ello
nos sirvió, sin darnos cuenta, para prolongar nuestra esperanza de vida, al
matar los gérmenes nocivos de la carne cruda, y probablemente nos permitió
emplear horas antes destinadas al sueño para dedicarlas al surgimiento del arte
o de la concepción simbólica, que es el tercer gran paso o avance de la
Humanidad, pintando en las estancias más profundas de las grutas que
habitábamos.
Pero
nuestra especie no estaba dispuesta a detenerse ahí. Sabedora de su potencial y
sus grandes capacidades, siendo consciente de todo ello, y capaz de llevarlo al
plano conceptual, creyó en sí misma y en sus cualidades, y siguió superando
retos para afianzar su dominio en aquel primitivo mundo que ya entonces
comenzaba a dominar…
Tras
la fabricación de herramientas, el uso controlado del fuego y el surgimiento
del pensamiento abstracto o simbólico, dos nuevos grandes pasos, gestados en
prácticas anteriores que ya se venían manteniendo de manera menos
significativa, harían de nosotros lo que somos hoy en día; la adopción del
sistema productivo alimentario basado en la ganadería y la agricultura, que
permitió el sedentarismo, el excedente de recursos y un aumento poblacional sin
parangón, y la Revolución Industrial, que con sus derivaciones y
reivindicaciones de gran alcance, poco a poco desligó al colectivo humano de
sus cadenas y renegó del Antiguo Régimen totalitarista como modelo social y
económico, para encaminarse hacia una nueva concepción que desembocaría en
sistemas democráticos modernos en los que la voz y el bien de la mayoría debe
prevalecer sobre la de unos pocos.
Pastores. |
De
estos cinco grandes pasos de la Humanidad, los dos últimos son atribuidos a
Homo sapiens, mientras que el resto fueron compartidos con otros tipos humanos
del pasado prehistórico.
Sin
embargo no cabe duda de que, por lo que sabemos a día de hoy, el gran avance de
la consciencia simbólico-abstracta, si bien pudo estar presente con
anterioridad en otros tipos humanos y continentes, tuvo una explosión sin
precedentes a partir del 40.000 B.P., y sus manifestaciones más evidentes, y
prácticamente más antiguas conocidas hasta el presente, se han documentado en
el ámbito prehistórico del Paleolítico Europeo, a partir de los tecnocomplejos Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense y
Magdaleniense, atendiendo a su
industria y, sobre todo, al alcance de su arte mueble y rupestre.
De esa conceción simbólica, de ese arte, tratará la próxima entrada.
Crédito de imágenes:
Excepto la foto número 4 (Massais de Sinya), que es un archivo de Miguel Llabata, el resto de imágenes son archivos libres de derechos de Wikimedia Commons.
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