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viernes, 13 de marzo de 2015

ARTE PREHISTÓRICO (II): ARTE LEVANTINO.




Algo que siempre me ha llamado muchísimo la atención respecto al arte parietal prehistórico, es el enorme salto, a modo de involución, que se produce de las manifestaciones artísticas del período Paleolítico al Neolítico.
Supongo que es ésta una apreciación muy personal y probablemente no compartida por buena parte del público en general. Quizás viene motivada por mi admiración hacia el naturalismo o el hiperrealismo, pero nunca he acabado de entender por qué los humanos del ámbito franco-cantábrico, de hace cuarenta mil, veinte mil o trece mil años, eran capaces de representar un tipo de escenas y figuras que casi ponen la piel de gallina, aun hoy en día, con tal maestría y rozando la perfección en su ejecución, y sin embargo, a partir de la entrada en el Holoceno, el arte que podemos observar cae, a nivel general, en una espiral que poco a poco se va acercando al esquematismo monocromo, geométrico, simbólico, muy abstracto, dótesele de los calificativos que se quiera, pero en definitiva, un tipo representaciones que bien podrían ser efectuadas hoy en día por cualquier niño de parvulario, o como mucho, de primaria…
La entrada al nuevo período Holoceno, hace unos 11.500 años, supuso, como ya sabemos, una serie de cambios a nivel climático, de vegetación y de fauna, pero también de cultura social y material de los hombres y mujeres de la época.

MESOLÍTICO.




Vimos en el último artículo cómo el cambio de Época, la entrada al nuevo período interglaciar conocido como Holoceno, trajo consigo importantes transformaciones tanto en el clima como en el modo de vida del ser humano que, con el paso de los milenios, llegarán a ser muy significativos.
En el post de hoy veremos una aproximación hacia el camino de la domesticación, el cambio de estrategia del hombre en su paso de cazador-recolector a ganadero-agricultor, fijando la atención en una fase primaria, intermedia entre el Paleolítico y el Neolítico, que hoy es reconocida bajo el nombre de Mesolítico, o en algunos casos, como sinónimo, Epipaleolítico.
Abordar el tema del cambio en el modo de vida cazador-recolector a productor ganadero-agrícola, con la posterior evolución hacia otras fases o “edades”, presenta aún, a día de hoy, una problemática en el hallazgo de explicaciones satisfactorias que deja grandes lagunas en el conocimiento del propio pasado de la Humanidad.

sábado, 7 de marzo de 2015

LA LLEGADA DEL HOLOCENO: UN CAMBIO DE ÉPOCA.




Aunque el estudio del paleoclima de La Tierra revela que el proceso de cambio para el final de la glaciación de Würm y la entrada a un nuevo período interglaciar fue progresivo y constante ya desde finales del máximo glacial, apreciándose un aumento de temperaturas medias en torno a 1’5 º por milenio, el punto de inflexión que transformó drásticamente esa dinámica vino a producirse, como explicaba en un post anterior, hace unos 12.900 años, creyéndose actualmente que fue la caída de un gran meteorito conocido como “Cometa Clovis” lo que provocó una aceleración hacia el tránsito definitivo.
La reacción en cadena, los efectos de esa caída sobre nuestro planeta, se tradujeron en una serie de cambios y catástrofes naturales acumuladas, de enorme magnitud, producidos en lo que sin duda fue un brevísimo espacio temporal, al menos geológicamente hablando.
Si en un principio los efectos derivaron en un retorno a las duras condiciones glaciares de milenios anteriores, la consecuencia final de tales alteraciones fue precisamente la opuesta, produciéndose algún evento que liberó las corrientes oceánicas o incluso propició fenómenos como seísmos, vulcanismo y hasta el movimiento de la corteza terrestre, haciendo que el deshielo tomara una velocidad vertiginosa, modificando así la configuración de buena parte de las tierras del planeta y sus climas.
Según la Carta Estratigráfica Internacional el inicio de este cambio drástico a un nuevo ciclo tuvo una fecha muy definida, hace ahora exactamente 11.784 años.

jueves, 5 de marzo de 2015

ARTE PREHISTÓRICO (I): ARTE PALEOLÍTICO.




Imagino que, como el que les habla, cualquier persona acostumbrada a practicar el dibujo y la pintura se habrá dado cuenta a lo largo de su vida que un hecho que ocurre con relativa frecuencia es el de ver, imaginar o proyectar formas, en cualquier superficie, condicionadas por una temática que ocupe nuestros pensamientos en una determinada época.
De niño me fijaba a menudo en el estucado de la pared blanca de mi casa, en él mi imaginación descubría innumerables figuras de animales, que se superponían, y eran tan evidentes que no comprendía como resultaban inapreciables para los demás. Hubiera apostado a que les habían dado forma con toda la intención. Una cabeza de leona aquí, un caballo allá, un hipopótamo siguiendo esta línea, un oso siguiendo aquella otra…
Lo mismo ocurría cuando observaba el mármol del banco de la cocina o del baño, allí se podía apreciar con todo lujo de detalles la majestuosa figura de una jirafa, una cabra, o incluso un leopardo moteado en pleno movimiento.
Ya de adolescente la temática varió un poco, y recuerdo que las soporíferas clases de matemáticas o química en el instituto “alentaban” mi espíritu artístico, y pasaba las horas dibujando en los libros de texto, donde a poquito que me fijara, los espacios entre párrafos, gráficos o ilustraciones, ofrecían un sinfín de posibilidades donde poder apreciar la figura de mis cantantes favoritos, las curvas de Samantha Fox, una guitarra eléctrica, un teclado, etc.
Hoy en día me sigue sucediendo, y observando la mesa sobre la que escribo, distingo claramente entre las vetas de la madera la cabeza de un gran jabalí, con su ojo incluido…
Es evidente, pues, que cuando nuestros antepasados pintaron en las cavernas sintieron esa misma sensación en innumerables ocasiones, y en aquellos relieves y sombras que observaban a la luz del fuego, en sus largas noches de invierno, imaginaron y proyectaron aquella temática que era el centro de atención de su visión cotidiana, la caza de los grandes mamíferos y los misterios de la reproducción.
Pero, por encima de debatir acerca de las diversas interpretaciones del arte parietal, la inquietante pregunta al respecto que siempre queda en el aire y atormenta mi mente es; ¿por qué a partir de cierto momento y no antes?...De momento no existe respuesta fidedigna.

Veamos pues unas pinceladas breves acerca del primer arte de la humanidad.

CINCO GRANDES PASOS DE LA HUMANIDAD.



Quizás el bipedismo constituye hoy en día el principal motivo para considerar como “humano” a aquel ancestro que se irguió definitivamente para caminar (en toda la acepción del término) por el proceso evolutivo que finalmente desembocó en el sapiens moderno o ser humano actual.
De algún modo, fue la adopción de la posición totalmente erguida lo que llevó a la Humanidad hacia un salto significativo en su proceso de desarrollo específico, determinado por avances que aún hoy siguen su curso.
Desde entonces se han conseguido, al menos a mi juicio,  otros cinco grandes pasos de “lo humano” que por su alcance, pueden ser entendidos como los más relevantes, ya que posteriormente desembocarían en un sinfín de logros menores, aunque no por ello menos importantes.


Encuadrados hoy en unos períodos concretos, estos grandes pasos no surgieron de repente, perfectamente estructurados o establecidos, sino que seguramente fueron el resultado de una tradición anterior, menos significativa, que fue poco a poco afianzándose y alcanzando mayor relieve hasta constituir el definitivo avance.

miércoles, 4 de marzo de 2015

MAGDALENIENSE: EL TARDIGLACIAR.




Hace 18.000 años el clima glacial comenzó a cambiar de forma lenta, pero progresiva.
Superada la fase de mayor frío conocida en el planeta para los últimos ciento ochenta mil años, el calentamiento de La Tierra fue aumentando durante el transcurso de los milenios siguientes, favoreciendo el retroceso de las masas de hielo que habían ocupado extensas zonas de continentes como Europa.
No fue éste, por tanto, un fenómeno abrupto, ni mucho menos, sino el resultado de varios miles de años que, poco a poco, iban permitiendo el asentamiento de climas algo más húmedos, aunque todavía muy frescos, que propiciaban la expansión del bosque, al menos en nuestra península.
Los descendientes cromañones de aquellos solutrenses acantonados en la Europa Occidental durante el máximo glacial, fueron expandiendo gradualmente sus poblaciones por el continente, aprovechando los nuevos pasos generados por el deshielo.
Esta adaptación de la base poblacional europea a la nueva situación, tuvo como consecuencia la aparición del tecnocomplejo Magdaleniense, datado entre 17.000 y 12.000 B.P., que toma su nombre del yacimiento francés de La Madeleine, y que estuvo caracterizado sobre todo por lo que parece ser un notable aumento poblacional que ha llevado a algunos autores a considerar esta cultura como la “primera civilización” europea, por extenderse más allá de su núcleo original en el suroeste francés para desarrollarse desde la costa atlántica portuguesa hasta las tierras interiores de la República Checa.

SOLUTRENSE: EL MÁXIMO GLACIAL.


Tras el establecimiento del humano moderno en Europa, la fauna del continente había variado de forma considerable, coincidiendo además con la llegada del máximo glacial.
El hombre de Neandertal, dueño y señor del suelo europeo durante más de doscientos mil años, había sido pillado en horas bajas de supervivencia al límite, lo que en un espacio de alrededor de quince milenios de expansión sapiens por el continente le llevó a la desaparición, por competencia y asimilación con sus parientes "recién llegados".
El humano moderno había conocido, con posterioridad, cierta homogeneidad cultural bajo el tecnocomplejo hoy denominado Gravetiense (30.000/22.000 B.P.), en un período en que, presumiblemente, neandertal estuvo ya ausente.
Pero hacia 22.000 B.P. aquel humano moderno establecido plenamente en Europa conoció el momento más frío que ha soportado el continente en los últimos ciento ochenta mil años.
El descenso en picado de las temperaturas medias llegó entonces a diez grados por debajo de las actuales y la masa de hielos glaciares se extendió hasta ocupar casi por completo las Islas Británicas, alcanzando áreas muy hacia el sur de la actual Alemania.
Del mismo modo, los glaciares de las principales cadenas montañosas del continente aumentaron su tamaño, siendo considerables los de los Alpes, que casi llegaban a conectar con los hielos continentales de Alemania, prolongándose además por el sur hasta la costa del Mar Mediterráneo.
Este fue el período que hoy ha quedado como imagen típica de la popularmente conocida como Edad del Hielo, el tiempo de los mamuts, de los rinocerontes lanudos, los renos, los saigas y bueyes almizcleros.
El tiempo del hombre del hielo...

martes, 3 de marzo de 2015

OTROS CARNÍVOROS DE TAMAÑO MEDIO.




Finalizaré la exposición de los carnívoros citando muy por encima algunos de tamaño “medio”  presentes en Europa durante los últimos ciento veinticinco mil años.
De entre todos ellos destaca el glotón (Gulo gulo), un mustélido de buenas dimensiones cuyo peso puede alcanzar incluso los treinta kilos.
Aunque actualmente sólo habita la taiga y la tundra del extremo norte, sus poblaciones europeas llegaron a tener una distribución que se extendió hasta la mitad norte de la Península Ibérica durante el máximo glacial.

CÁNIDOS.




Los cánidos no han sido componentes que hayan salido muy malparados en la evolución y distribución "reciente" de la fauna europea.
Seis han sido las especies de este género que han habitado el continente europeo durante los últimos cien mil años. Sólo una de ellas se extinguió a principios del Holoceno, el cuón, mientras que las otras cinco; lobo, zorro, zorro ártico, chacal dorado y perro mapache, siguen viviendo todavía en tierras continentales.
El lobo (Canis lupus), evolucionado desde formas ancestrales como etruscus o mosbachensis, estuvo presente en Europa desde el Pleistoceno Medio, aunque a lo largo de tan extenso período tendría con toda probabilidad cierta variación subespecífica.
Este cánido puede considerarse en la actualidad como el gran superpredador europeo, aunque su distribución geográfica en el presente dista mucho de la que tuvo hasta hace tan sólo ciento cincuenta años.
La relación competitiva entre el hombre y el lobo en Europa, desde tiempos inmemoriales, forma parte de la misma tradición cultural, por todos bien conocida.

lunes, 23 de febrero de 2015

LINCES.





El tema de los linces resulta apasionante e incluso objeto de controversia y debate, al menos en nuestro país, porque debido a su estatus poblacional implica a la que es, con toda seguridad, la especie que más atenciones ha recibido en las últimas décadas en cuanto a protección, conservación y recursos destinados para su supervivencia.
En esta entrada, sin embargo, voy a tratar muy por encima la situación actual, a la que dedicaré más tiempo y espacio en futuros artículos, de tal modo que hoy hablaré de forma general sobre los linces de Europa desde hace 125.000 años, y en especial, de la Península Ibérica.

sábado, 21 de febrero de 2015

LEOPARDO.




Recuerdo como si fuera ayer aquellas tardes en las que por primera vez me iniciaba en el apasionante conocimiento del mundo animal. Con tres añitos cumplidos todavía no iba al colegio, así que debía correr el año 1976.
España acababa de tomar un nuevo rumbo, iniciando una andadura que, con mucha ilusión, habría de llevarnos hacia una Democracia de la que todo el mundo parecía querer ser partícipe.
Pero ajeno a tan importante proceso, mi mundo giraba en torno a la familia, y cómo no, a los animales.
Según me han contado mis allegados ya por aquel entonces sentía una atracción fuera de lo común hacia éstos, circunstancia que mi padre aprovechó para hacerse con una enciclopedia que estaba resultando muy exitosa. Se llamaba Fauna, de Salvat, y su autor era nada más y nada menos que el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, quien a partir de entonces se convertiría en el indiscutible faro que me iba a guiar durante todos estos años de aprendizaje autodidacta, como a tantos y tantos otros de mi generación. 
A él deben casi todo quienes de una u otra forma viven del medio ambiente hoy en día en nuestro país, puesto que sin su aporte, nada de lo que actualmente concebimos en este terreno hubiera sido posible en España.
Todas las tardes, al regresar a casa del trabajo, mi padre cogía aquellos estupendos libros de cubierta marrón, con adornos azules y dorados, para ir leyéndome capítulo a capítulo los once tomos que completaban la colección.
Al final la lectura se convertía en juego a través de un concurso de respuestas acertadas, tipo “Un, dos, tres, responda otra vez”.
Pero en este juego de lectura y aprendizaje había siempre una condición indispensable impuesta por mí; todos los días teníamos que ver, como mínimo, las fotos de un capítulo en concreto, del tomo tercero, que hacía referencia al leopardo.
Aquel felino me cautivó de tal forma que llegó a ser para mí el máximo exponente del mundo faunístico. 
Quizás no era tan popular como el león, ni tan grande o poderoso, pero era, por encima de todo, hermoso, más hermoso que ningún otro animal al que pudiera compararlo.
El leopardo era, a mi modo de ver, el indiscutible rey de los animales.

martes, 17 de febrero de 2015

LEÓN.




El león apareció en África hace aproximadamente un millón de años, extendiéndose después por Asia, Europa y América.
En Europa aparece registrado por primera vez en el interglaciar Günz-Mindel, hace unos 700.000 años, bajo la forma Panthera leo fossilis, que evolucionó hace unos 300.000 años  para dar paso a la subespecie conocida como león de las cavernas (Panthera leo spelaea).
El gran león de las cavernas, a su vez, se expandió por el norte de Asia y atravesó el Estrecho de Bering llegando al continente americano durante el Pleistoceno Superior, dando origen a la gigantesca subespecie del león americano (Panthera leo atrox).
El león de las cavernas fue uno de los mayores felinos que han existido, superando en tamaño al león africano.
Durante mucho tiempo todos estos leones se consideraron especies distintas, sin embargo, atendiendo a la extrema similitud de los restos óseos (sólo diferentes en cuanto a tamaño) y al estudio molecular de los mismos, en la actualidad está más aceptada la opinión contraria, catalogándose todas ellas (junto a otras como el africano y el asiático) como subespecies de la especie tipo Panthera leo.
Las costumbres del cavernario debieron ser, pues, muy similares a las de su pariente cercano, solo que adaptadas a la zona eurosiberiana.

HIENAS.




De los variados géneros de hiénidos que poblaron Europa en tiempos remotos, tan solo Hyaena y Crocuta siguieron manteniendo representación en el continente durante el Pleistoceno Superior.
Las hienas comenzaron a ver mermado su abundante registro específico en Europa a partir de la aparición de numerosos cánidos y félidos durante el tránsito del Mioceno al Plioceno, debido a una mayor competencia en la cadena trófica.
Se da la circunstancia de que aunque la hiena manchada (Crocuta crocuta) aparece por primera vez representada en Europa a finales del Pleistoceno Inferior e inicios del Pleistoceno Medio (780.00 B.P.) en la Sierra de Atapuerca (España), no es hasta la fase final del Pleistoceno, a partir del máximo glacial, cuando se hace realmente abundante en el registro fósil, coincidiendo precisamente con la reducción drástica de sus principales competidores, leones, leopardos y hombres de neandertal, aunque finalmente se extinguirá por los cambios originados en el cambio al interglaciar Holoceno.

domingo, 15 de febrero de 2015

OSOS.




Ya durante el Villafranquiense, o período basal del Cuaternario, encontramos en el registro fósil de Europa a Ursus etruscus, que se cree ancestro común de dos líneas evolutivas posteriores, la cavernaria y la “arctoide”.
Ursus etruscus derivó en el Cromeriense hacia Ursus deningeri, que más tarde, durante el Riss, originaría la especie “espeloide” más conocida;  el Ursus spelaeus u oso cavernario.
Otro descendiente de Ursus etruscus evolucionó hacia el tronco “arctoide” con Ursus dolinensis o Ursus prearctos, que tuvo una amplia distribución y convivió durante cierto tiempo en la Península con el cavernario, hasta que desapareció dando paso a un nuevo descendiente directo, que todavía no está claro si surgió en la misma Europa o llegó desde Asia en plena Glaciación de Würm; el oso pardo (Ursus arctos).

OTROS MAMÍFEROS DE TAMAÑO MEDIO.




Hoy cerraré la exposición de los grandes y medianos mamíferos, no carnívoros, presentes en Europa durante los últimos 125.000 años.
Veamos seis especies de tamaño medio que quedan lejos de poder ser encuadradas entre el resto de grupos o familias tratadas hasta el momento.
Se trata del antílope saiga, el jabalí, el macaco de Berbería, y tres grandes roedores dignos de una mínima mención; el puercoespín, el castor y la marmota.

sábado, 14 de febrero de 2015

UNGULADOS DE LA MONTAÑA (II).




Desde hace 125.000 años, hasta el presente, otros cuatro componentes de la subfamilia Caprinae han estado presentes junto a las cabras en las tierras continentales de Europa.
Tares, rebecos, seguramente muflones, y más recientemente arruís, son las especies a las que vamos a referirnos brevemente en la entrada de hoy.

viernes, 13 de febrero de 2015

UNGULADOS DE LA MONTAÑA (I).




Los caprinos (cabras, muflones, rebecos y tares) son ungulados muy vinculados al hábitat montano, donde algunos son más proclives al pastoreo y otros al ramoneo. Su origen más reciente se encuentra en las tierras altas del Asia Central, de tal modo que durante las fases frías o glaciares, aprovechando las condiciones que generaban espacios más similares a los de su hábitat original, supieron expandirse hacia otros territorios en los que, llegado un interglaciar, quedaban más o menos confinados en las montañas.
Esta circunstancia, dilatada por largos períodos temporales, facilitó la diferenciación morfológica en muchas zonas del Viejo Mundo.
Hoy vamos a hablar sobre las cabras.
La similitud de tamaño corporal y la idéntica disposición cromosómica del género Capra permite aún la hibridación entre las distintas "especies" de cabras montesas y la cabra doméstica, hecho que ha llevado a la conclusión de asumir que este grupo o “complejo evolutivo” todavía no ha evolucionado plenamente hasta un grado diferencial de especiación definitiva entre sus componentes.
Por lo tanto, y a pesar de que durante el último siglo se han propuesto numerosas clasificaciones taxonómicas que han llevado a la IUCN a reconocer cinco especies dentro del género, mi opinión está más cercana a la propuesta de algunos autores del siglo XX que tomaban como única especie a Capra hircus, sin dejar de lado sus múltiples variantes subespecíficas.
Según esto, la denominación correcta de la cabra montés ibérica debería ser Capra hircus pyrenaica, y dentro de ésta, sus variantes locales, y la del íbice alpino Capra hircus ibex.
De cualquier forma, y atendiendo a sus reconocidas particularidades y distribución en un pasado reciente, emplearé los criterios y la nomenclatura aceptada en la actualidad, menos complicada a la hora de tratarlas, que considera especies distintas al íbice alpino (Capra Ibex) y al íbice ibérico  (Capra pyrenaica).

jueves, 12 de febrero de 2015

CÉRVIDOS (II).





Ciervos y gamos completan la lista de cérvidos europeos presentes en el continente durante los últimos 125.000 años.
Hoy en día se encuentran muy bien distribuidos a lo largo y ancho de Europa, siendo muy apreciados entre el sector cinegético, que en estos casos, ha contribuido de manera notable al restablecimiento de sus poblaciones durante el último siglo.
Sin embargo, ciertas medidas tomadas por distintas administraciones, al menos en nuestro país, ponen en riesgo la expansión definitiva por el territorio de tan característicos representantes faunísticos. 
Medidas emprendidas para frenar la conflictividad con el ser humano, dada su abundante presencia en determinadas zonas, que en contra de reorientarse hacia proyectos de translocación a otras áreas donde aún están ausentes, o paliar los efectos de su superpoblación a través de la reintroducción de sus depredadores (en este caso el lobo), pasan directamente por exterminar de forma masiva a miles de ejemplares.
Y también otras, relacionadas con criterios subjetivos y bastante desacertados respecto a la supuesta aloctonía o autoctonía, afectan en este sentido.
Veamos más detenidamente estas cuestiones centrando el artículo en clave hispana.

CÉRVIDOS (I).






Durante los últimos 125.000 años se constata en el registro fósil de Europa la existencia de al menos siete especies de cérvidos, de los cuales cinco siguen todavía presentes; alces, ciervos, renos, gamos y corzos.
Sorprende el caso de Haploidoceros mediterraneus, cérvido más emparentado con axis y chitales, que al parecer perduró en el tiempo en España, donde recientemente se han encontrado restos en dos yacimientos distintos con cronologías de entre 90 y 85.000 años B.P.
Como hasta ahora no se había tenido constancia segura de la presencia de la especie durante este período tan tardío, siempre se ha dado por supuesto que las medidas de cérvidos encontradas en yacimientos peninsulares entraban dentro del rango o bien de ciervos comunes, o bien de gamos, así que los mismos investigadores se están replanteando el revisar todos aquellos restos que durante décadas pudieran haber sido clasificados como “ciervos de pequeña talla”, o “gamos por encima de la media”, intuyendo que, al igual que otras muchas especies de clima templado, el Haploidoceros hubiera podido existir en la Península Ibérica hasta tiempos más cercanos a la llegada del humano moderno y el pleniglacial.
Una vez más, los avances en Paleontología están demostrando que muchas de las especies que se creían extintas a inicios de la última glaciación en Europa (100.000 B.P.), o incluso mucho antes (de Haploidoceros sólo se conocían restos en Francia de hace 300.000 años), han sobrevivido aun de forma relicta por muchísimo más tiempo en las penínsulas meridionales.

miércoles, 11 de febrero de 2015

ÉQUIDOS (II): EL ZEBRO O ENCEBRA (EQUUS HYDRUNTINUS).




Los équidos estenonianos suponen las primeras formas del género Equus, aparecido en Norteamérica hace alrededor de cuatro millones de años.
Algunos de sus descendientes pasaron posteriormente al continente Euroasiático, donde encontramos ya a Equus livenzovensis establecido hacia el período transicional del Plioceno-Pleistoceno.
Desde entonces, la gran familia estenoniana fue diversificándose en muchas especies que con el tiempo originaron también los subgéneros de cebras, onagros y asnos.
Varios tipos de estenónidos habitaron Europa durante el Cuaternario, aunque siempre existe la controversia de que muchos de ellos pudieran pertenecer a las mismas especies, con ciertas variantes. Con excepción de Equus suessenbornensis, que presenta características que hacen difícil su asignación estenoniana o caballina, los más comunes fueron Equus stenonis, Equus senezensis, Equus athanasiui, Equus apolloniensis, Equus westi, Equus altidens y Equus hydruntinus.
Podría decirse que estos équidos presentaban formas intermedias entre caballos, cebras, onagros y asnos, sin ser ninguno de éstos representantes conocidos en el presente.
Y es de Equus hydruntinus, y de su relación con el enigmático zebro o encebra medieval, de quien voy a escribir en este artículo, por haber llegado con seguridad hasta el Holoceno en España, donde incluso se han datado restos de la especie en algún yacimiento de la Edad del Bronce.

ÉQUIDOS (I): CABALLO.




El género Equus se originó en Norteamérica hace unos 3'9 millones de años. Los análisis moleculares parecen sugerir que la separación entre las líneas evolutivas del caballo, por un lado, y las cebras, asnos y onagros, por otro, pudieron producirse alrededor de 1'2 millones de años atrás.
A grandes rasgos podemos encontrar dos grandes subgéneros con un sinfín de especies a lo largo y ancho del espacio y del tiempo. El primero es el de los équidos de tipo estenoniano o "caballos cebroides", que desde el Equus simplicidens norteaméricano parecen derivar en el Equus livenzovensis euroasiático hace 2'6 m.a.
Esta gran familia fue evolucionando hacia formas propias en Europa, África y Asia, constituyendo los antepasados directos de otros estenónidos, así como de cebras, asnos y onagros, desde especies como E. stenonis, E. altidens, E. numidicus, E. apolloniensis, E. oldowayensis o E. capensis.
El otro subgénero es el de los caballinos propiamente dicho, que nuevamente parece tener un origen americano con la especie Equus scotti, aparecida hace unos 900.000 años. Este caballo atravesó el Estrecho de Bering  y evolucionó en Europa, Asia y África, desde el Plesitoceno Medio, hacia otras especies, como Equus mosbachensis, que en definitiva, pueden considerarse como los ancestros de la especie tipo Equus ferus.
De éste último vamos a hablar un poco en el presente artículo.

martes, 10 de febrero de 2015

OTROS BÓVIDOS DEL CUATERNARIO TARDÍO EN EUROPA.






Durante el Pleistoceno Superior existieron otros dos bóvidos de grandes dimensiones en Europa.
Ambos estaban condicionados por un tipo de hábitat muy determinado. El primero durante la fase cálida y húmeda del interglaciar, el segundo en el momento más significativo del clima ártico glaciar. Me estoy refiriendo al búfalo de agua y al buey almizclero.

URO O TORO SALVAJE.




El uro o toro salvaje (Bos primigenius), antepasado del ganado bovino doméstico, hizo su aparición en la Península Ibérica durante las primeras fases del interglaciar Günz-Mindel, a inicios del Pleistoceno Medio, hace unos 750.000 años, junto a otras especies como jabalíes, corzos y ciervos, coincidiendo con un recambio faunístico proveniente de Asia.
Al igual que ocurre con los caballos, tanto el registro fósil como las representaciones pictóricas de los hombres prehistóricos han puesto de relieve que existieron varias subespecies a lo largo del tiempo, seguramente mejor adaptadas a los ecosistemas preponderantes de cada momento.
Fue por tanto el uro un animal asociado a distintos nichos, bosques, estepas y humedales, en los que nunca faltara el pasto, encontrando su límite de distribución allí donde empezaban las tierras desérticas o la más extrema tundra del frío norte glaciar.

BISONTES.




Durante más de un millón de años la familia de los bisontes estuvo representada en Europa a través de varios componentes.
Ya desde las primeras fases del Pleistoceno, hace dos millones de años, y a partir de Protobison de la India, encontramos en la zona del Cáucaso las formas Bison sivalensis y Bison palaeosinensis, pero será a partir del Cromeriense cuando se establecerán en el continente las dos líneas de bisontes que han poblado Europa durante el Cuaternario.
Conozcamos algo más sobre estos bóvidos europeos.

HIPOPÓTAMOS.



El estudio sobre los distintos tipos de hipopótamos europeos del pasado se encuentra actualmente sometido a revisión. 
Muchas de las supuestas especies que se han propuesto a lo largo del tiempo están siendo reinterpretadas a partir de los restos fósiles, pues ya sabemos que en Paleontología la mínima variabilidad ha servido siempre de trampolín para crear tipos que delimiten y se encuadren en ciertos conjuntos de fauna que a su vez facilitan el establecer fases o etapas cronológicas.
Veamos a continuación algo más sobre este género, bien representado en el Cuaternario de Europa durante casi dos millones de años.

domingo, 8 de febrero de 2015

RINOCERONTES.




"Tierra de rinocerontes", así podríamos denominar a Europa durante el Pleistoceno. Y es que sólo durante la fase final, tres especies expandieron sus poblaciones por el continente ocupando distintos ecosistemas.
Las especies de rinocerontes del Cuaternario de Europa pertenecieron a dos géneros. El primero de ellos fue en un principio denominado Stephanorhinus, más tarde el ámbito académico pasó a denominarlo Dicerorhinus, emparentando a las especies bicornes europeas del pasado de forma muy directa con el actual rinoceronte de Sumatra, sin embargo, y debido a ciertas diferencias, con el tiempo volvió a retomarse la primera nomenclatura, hasta que recientemente los análisis parecen establecer distintos rasgos característicos que favorecen el agrupar a este confuso grupo bajo dos géneros; Stephanorhinus y Dihoplus, aunque el debate aún permanece abierto en la actualidad
El otro gran género del Cuaternario de Europa fue Coelodonta.

jueves, 5 de febrero de 2015

PROBOSCÍDEOS.






Como hemos ido viendo en entradas anteriores los proboscídeos estuvieron bien presentes a lo largo del Cuaternario en Europa, con al menos cuatro especies; el mamut meridional, el mamut de estepa, el mamut lanudo y el elefante de colmillos rectos.
El mamut meridional (Mammuthus meridionalis) fue un elefántido bastante adaptable que ganó la partida a otras formas anteriores, consiguiendo sacar provecho de las condiciones cambiantes del tránsito Plio-Pleistocénico y prolongando así su existencia durante más de dos millones de años.
Su ocaso llegó en el momento en que dos nuevas formas llegaron al continente para especializarse en los dos tipos de hábitat principales que iban generando los ciclos glaciares e interglaciares.
De este modo, y desde hace aproximadamente un millón de años, su probable descendiente Mammuthus trogontherii (el mamut de la estepa) evolucionado en tierras norteñas, resultó mejor preparado para habitar los espacios abiertos, más fríos y secos, mientras que un nuevo componente llegado desde Oriente Próximo, el elefante de colmillos rectos (Elephas antiquus), evolucionado desde el Elephas recki que salió tiempo atrás de África, llegó para disputarle el nicho en tiempos interglaciares.
Pasados cuatrocientos mil años, el mamut de la estepa había evolucionado lo suficiente como para dar paso a una de las especies más conocidas y relevantes del pasado pleistocénico; el mamut lanudo (Mammuthus primigenius).

lunes, 2 de febrero de 2015

HOMO SAPIENS EN EUROPA: EL PRIMER GRAN IMPACTO SOBRE LA FAUNA.




Las penínsulas meridionales de Europa, auténticos santuarios de refugio para la fauna templada, que se habían mantenido hasta la llegada de Homo sapiens un tanto al margen de los efectos de la glaciación de Würm (que azotaba con rigor las zonas del centro y norte del continente europeo desde el 100/80.000 B.P.), conocieron en esos quince milenios entre 40 y 25.000 B.P. una serie de cambios que hoy pueden parecer poco significativos, pero que a buen seguro tuvieron en su época proporciones magníficas.
Los estudios del clima de entonces, estratigrafías, capas de hielo, sondeos de los fondos marinos, foraminíferos, microfauna y sobre todo la vegetación, a partir de la Palinología, han puesto de relieve que si a principios de este micro-período tratado (40/25.000 B.P.) se reproducían los efectos moderados del tiempo glaciar entonces vigente, hacia mitad de dicho ciclo, en torno al 35/30.000 B.P., Europa conoció una breve pulsación benigna interestadial.
Una mejora de las condiciones climáticas que dejó las temperaturas medias generales cuatro o cinco grados por debajo de las actuales durante alrededor de cinco milenios, volviendo a cifras muy similares a las de las últimas fases del anterior período interglaciar Riss-Würm.

LA LLEGADA DE HOMO SAPIENS A EUROPA: EL INICIO DE UN TIEMPO NUEVO.






A escala geológica quince mil años son apenas un suspiro, un pequeño intervalo de tiempo en los más de cuatro mil quinientos millones de años de antigüedad del Planeta Tierra. 
Sin embargo para el ser humano suponen casi una eternidad. Baste tener en cuenta, por ejemplo, la duración de una generación, que tradicionalmente se enmarca en el lapso temporal de veinticinco a treinta años, resultando que en una centuria, y según momentos de la historia, puede haberse dado el caso de hasta cuatro generaciones distintas, que serían cuarenta en mil años, cuatrocientas en diez mil y seiscientas en quince mil…
Pues bien, quince mil años son el espacio temporal que encuadra un período de la humanidad que transcurrió en Europa hace ahora hace entre 40.000 y 25.000 años.
Los restos fósiles humanos, siempre escasos, vienen acompañados por material arqueológico, por estudios palinológicos y paleontológicos, que pueden ayudarnos a recomponer hasta cierto punto el conocimiento de un tiempo que se prolongó tanto, que supera en mucho al que ha transcurrido entre el surgimiento de la agricultura-ganadería y nuestro presente, y que en cualquier caso, a fecha de hoy, sigue dejando un hueco, un vacío de enormes proporciones que apenas puede aproximarnos a la realidad de aquel tiempo olvidado.

domingo, 1 de febrero de 2015

MUNDO REWILDING: EUROPA (III).




Continuamos hoy con la exposición de los grupos faunísticos de grandes mamíferos que mantuvieron representación de especies durante el Cuaternario europeo, para hacernos una composición más acertada de los nichos perdidos actualmente en el continente.
Les recuerdo que arbitrariamente, por no alargar el tema, limitaré el listado llegando al tamaño de los zorros, incluyendo algún otro peculiar mamífero de tamaño medio. 
La mayoría de mustélidos, y casi todos los mamíferos restantes de menor porte, no se incluirán en este repaso, entre otras cosas porque tienen una presencia más o menos continua a día de hoy, en términos globales de especies o grupo, que no necesitan de un rewilding, sino en todo caso, de puntuales acciones de conservación y recuperación en zonas concretas.

sábado, 31 de enero de 2015

MUNDO REWILDING: EUROPA (II).




Los cambios a escala geológica que se produjeron durante el Plioceno hicieron que, poco a poco, un planeta hasta entonces más cálido y de climas tropicales, se fuera transformando para entrar en la dinámica de los grandes ciclos glaciares que serían la norma durante el Cuaternario.
La deriva de los continentes siguió su curso hacia las posiciones que hoy conocemos, y así, grandes masas terrestres colisionaron entre sí facilitando la orogenia y hasta el contacto, a través de istmos, como el que unió Norteamérica y Sudamérica.
De este modo, hace unos tres millones de años, la formación del Istmo de Panamá provocó efectos en cadena de extraordinaria importancia a nivel mundial, ya que las aguas ecuatoriales del Océano Pacífico y el Atlántico dejaron de mezclarse y las corrientes variaron muy notablemente, comenzando un proceso de enfriamiento del Atlántico que favoreció la formación de una serie de capas de hielo en el Ártico que a la postre supondrían los primeros pasos hacia las glaciaciones cuaternarias.
De manera progresiva el clima se fue tornando más frío y seco durante el Plioceno, generando ciclos estacionales. Estos cambios afectaron directamente a la vegetación, que poco a poco fue perdiendo a sus especies dominantes tropicales, húmedas o cálidas, en favor de sabanas, estepas y desiertos.
El empobrecimiento de la vegetación empujó a una disminución en conjunto de la fauna, que tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones de los inestables ciclos climáticos.
Europa no fue una excepción en este proceso, y fue aquí, en la fase de transición Plio-Pleistocénica, cuando empezó a gestarse el marco general del nuevo tipo de fauna que podríamos definir como característica de la etapa cuaternaria en la que aún hoy nos encontramos.

sábado, 24 de enero de 2015

MUNDO REWILDING: EUROPA (I).




De los acantilados costeros irlandeses a los montes Urales rusos, del Estuario del Tajo a las estepas de los Kirguises, de los fiordos noruegos a las marismas de Doñana, o de los bosques boreales de Carelia a los montes mediterráneos que mueren en el mar por el Peoloponeso, Europa alberga todavía un buen número de espacios naturales dignos de ser conservados e interconectados para disfrute y admiración de las generaciones venideras.
En esta nueva serie de Mundo Rewilding que hoy comienza, vamos a intentar aproximarnos al pasado, presente y futuro de la Naturaleza Europea, con el fin de centrarnos en el rewilding de sus especies extintas o amenazadas.

sábado, 17 de enero de 2015

MUNDO REWILDING: EL GRAN NORTE (IV).




Hoy pretendo cerrar el cuarto y último capítulo de la serie El Gran Norte, de la sección Mundo Rewilding, centrándome en un supuesto proyecto de restauración del ecosistema antiguo de la estepa del mamut, combinado con la tundra y la taiga, que se podría llevar a cabo en muchas de las numerosísimas áreas de tan enorme territorio, que conocemos ya a grandes rasgos.
De hecho, en alguna zona se trabaja ya en este sentido. Es el caso del científico ruso Sergey Zimov, quien está tratando de reconstruir el ecosistema en el área de Kolyma, en Siberia.

MUNDO REWILDING: EL GRAN NORTE (III).




Para continuar hablando sobre El Gran Norte resulta imprescindible hacernos una mínima composición del territorio en el Continente Americano en tiempos pasados.
Esta entrada tratará sobre ello, también veremos alguna de la fauna más representativa que habitó este espacio concreto, así como aspectos muy generales sobre las distintas visiones acerca del  poblamiento de América por parte del hombre.
Ya en el siguiente y último post, el cuarto de la serie de El Gran Norte, entraremos a analizar el posible rewilding a poner en marcha como conjunto global, atendiendo a todo el espacio actual incluido en Eurasia y Norteamérica.

MUNDO REWILDING: EL GRAN NORTE (II).




Contrariamente a lo que pueda pensarse, El Gran Norte ha mantenido buena parte de su fauna, evitando un alto índice de extinción masiva que ha sido mucho mayor en otras áreas del planeta.
Si a ello le sumamos un considerable número de especies, que han desaparecido en muchos o todos los territorios del Gran Norte, pero que se han conservado de uno u otro modo con parientes muy cercanos en otras áreas, y el potencial enorme de estas extensísimas tierras tan deshabitadas, quedamos frente a frente ante una ilusionante circunstancia convertida en reto: Sería muy posible llegar a recrear, a través de un rewilding, el espacio y conjunto de especies, el ecosistema casi pleno, que encontrábamos en éste área hace aproximadamente unos diez mil años.

MUNDO REWILDING: EL GRAN NORTE (I).




Hace ahora unos 11.500 años comenzó un nuevo período climático, el Holoceno, considerado, a día de hoy, como un estadio interglaciar del Cuaternario. Este ciclo, de condiciones templadas, vino a poner fin a la última edad del hielo conocida como Würm.
Los efectos de frío glaciar se redujeron desde hace milenios, pues, para quedar mucho más restringidos que en fases frías. Sin embargo, desde un punto de vista de definición pura y dura, la presencia actual de extensiones de hielos en los casquetes polares o en las altas cordilleras estarían indicando que todavía nos encontramos, en mayor o menor medida, dentro de los grandes ciclos glaciares.
Si tuviéramos que buscar hoy en día lugares del mundo donde las condiciones ambientales predominantes de un período típicamente glaciar pudieran todavía encontrarse, de uno u otro modo, sin duda alguna nuestra atención se centraría principalmente en un inmenso territorio, dentro de la región Holártica, que podríamos bautizar como El Gran Norte.