Algo
que siempre me ha llamado muchísimo la atención respecto al arte parietal
prehistórico, es el enorme salto, a modo de involución, que se
produce de las manifestaciones artísticas del período Paleolítico al Neolítico.
Supongo
que es ésta una apreciación muy personal y probablemente no compartida por
buena parte del público en general. Quizás viene motivada por mi admiración
hacia el naturalismo o el hiperrealismo, pero nunca he acabado de entender por
qué los humanos del ámbito franco-cantábrico, de hace cuarenta mil, veinte mil
o trece mil años, eran capaces de representar un tipo de escenas y figuras que
casi ponen la piel de gallina, aun hoy en día, con tal maestría y rozando la
perfección en su ejecución, y sin embargo, a partir de la entrada en el
Holoceno, el arte que podemos observar cae, a nivel general, en una espiral que
poco a poco se va acercando al esquematismo monocromo, geométrico, simbólico,
muy abstracto, dótesele de los calificativos que se quiera, pero en definitiva,
un tipo representaciones que bien podrían ser efectuadas hoy en día por
cualquier niño de parvulario, o como mucho, de primaria…
La
entrada al nuevo período Holoceno, hace unos 11.500 años, supuso, como ya
sabemos, una serie de cambios a nivel climático, de vegetación y de fauna, pero
también de cultura social y material de los hombres y mujeres de la época.