De
los variados géneros de hiénidos que poblaron Europa en tiempos remotos, tan solo Hyaena y Crocuta siguieron manteniendo representación en el continente durante el
Pleistoceno Superior.
Las
hienas comenzaron a ver mermado su abundante registro específico en Europa a
partir de la aparición de numerosos cánidos y félidos durante el tránsito del
Mioceno al Plioceno, debido a una mayor competencia en la cadena trófica.
Se
da la circunstancia de que aunque la hiena manchada (Crocuta crocuta) aparece por primera vez representada en Europa a
finales del Pleistoceno Inferior e inicios del Pleistoceno Medio (780.00 B.P.)
en la Sierra de Atapuerca (España), no es hasta la fase final del Pleistoceno,
a partir del máximo glacial, cuando se hace realmente abundante en el registro
fósil, coincidiendo precisamente con la reducción drástica de sus principales
competidores, leones, leopardos y hombres de neandertal, aunque finalmente se
extinguirá por los cambios originados en el cambio al interglaciar Holoceno.
Hiena manchada (Crocuta crocuta). |
Durante
mucho tiempo a la subespecie europea se la consideró especie propia bajo el
nombre de hiena de las cavernas (Crocuta
spelaea), acepción que en la actualidad se encuentra en desuso al no
existir evidencia alguna que justifique esta distinción, si exceptuamos un
mayor tamaño de los restos óseos. Por lo tanto, casi toda la comunidad
científica del presente prefiere emplear la nomenclatura Crocuta crocuta spelaea.
Aun
con todo, y atendiendo a la Ley de Bergman, podemos observar dos formas de
hiena manchada durante el pleistoceno europeo que responden a un mayor o menor
tamaño dependiendo del clima, frío o templado.
La
hiena de las cavernas tenía un amplio espectro alimenticio basado no sólo en la
carroña de los grandes herbívoros sino en el consumo de presas de tamaño
grande-mediano, factor que, junto a otras circunstancias, la empujó a la
extinción definitiva cuando se produjo una drástica disminución de esas
especies durante el cambio de ciclo climático.
A
las hienas tenemos que agradecerles buena parte de nuestro conocimiento sobre
la fauna del Pleistoceno, ya que las concentraciones óseas halladas en sus
cubiles ofrecen las mejores representaciones del registro faunístico de este
gran período.
El
estudio del registro fósil de los yacimientos con presencia de fauna durante el
Pleistoceno viene siempre condicionado por la misma formación de éstos y su
conservación durante el transcurso de los milenios.
Los
restos de los carnívoros son, por regla general, menos abundantes que los de
los herbívoros por varias razones fundamentales. La primera de ellas es que los
depredadores son siempre menos numerosos que sus presas. La segunda razón es
que muchos de los yacimientos estudiados son de origen antrópico, y los
carnívoros juegan siempre un papel marginal o inexistente en la dieta base de
los seres humanos.
No
obstante existen dos tipos de yacimientos que, por el contrario, suelen ofrecer
un alto grado de representación en cuanto a carnívoros se refiere. El primero
lo constituyen aquellos ubicados en las
cuevas de hábitat, frecuentes entre los úrsidos y especialmente relevantes en
los hiénidos. Estos últimos, por su condición de carroñeros, aportan además
restos de otros carnívoros que han sido objeto de depredación, si no como
presas directas de la caza, sí como carroña que fue transportada hasta el cubil
para su consumo.
Otro
tipo de yacimiento que ofrece buena información sobre los carnívoros existentes
en un área determinada durante cierto período son las fosas trampa. En ellas se
dio la circunstancia de que muchos animales caían por simas poco profundas, donde
quedaban atrapados. Su presencia era detectada por los carnívoros, que en un
desesperado intento por acceder a tan fácil presa caían también víctimas de la
misma trampa natural, a la que posteriormente venían a sumarse los carroñeros,
atraídos por el olor de la carne putrefacta.
Por
tanto, si ya resulta extremadamente complicado definir cuál fue el momento
exacto de extinción de cualquier especie en el pasado, imaginen cuánto más no
resultara dictaminar esta circunstancia para el conjunto de carnívoros que
habitó nuestro territorio hasta tiempos más o menos recientes.
Competidoras
directas del hombre, no sólo por la caza, estos animales alternaron fases de
ocupación bien definidas en las cuevas, observándose en el registro que humanos
e hienas se disputaron dichos habitáculos siendo incompatibles, por lo que
podemos imaginar la gran aversión que pudieron generar entre neandertales y
sapiens modernos, con quienes seguramente mantuvieron una lucha constante que
debió influir, y mucho, a la hora de entender mejor el proceso de extinción de
la especie.
Una
desaparición que se produjo durante el cambio de Era ya mencionado, siendo algo
más tardía que la de sus presas principales, puesto que los carnívoros son
bastante adaptables y en un principio pueden sortear mejor la pérdida de presas
potenciales, aunque si se combinan otros factores, quedan finalmente expuestos
al mismo proceso y terminan extinguiéndose.
Recientemente
se han obtenido registros de esta especie en depósitos de la Cueva de las
Ventanas (provincia de Granada) cifrados en cronologías próximas al límite
Pleistoceno Superior-Holoceno.
También
se han documentado restos tardíos de la especie en Cueva de la Ventana
(Madrid), en los momentos de transición del Pleistoceno Final al Holoceno.
Los
últimos pasos de las hienas en suelo peninsular los encontramos en en la Cueva
de Abauntz (Navarra), donde al parecer se ha hallado algún fragmento óseo en
niveles muy antiguos del Neolítico.
Hiena rayada (Hyaena hyaena). |
Respecto
a la Hiena rayada (Hyaena hyaena) se
han encontrado restos que corroboran una existencia postrera de la especie en
la Cueva de Furinha (Peniche-Portugal), datados hace unos 80.000 años, poniendo
una vez más de relieve la importancia que tuvieron los ecosistemas del sur
ibérico para una supervivencia prolongada en el tiempo de muchos animales del
Pleistoceno Medio, que se encontraban extintos desde hacía milenios en el resto
de Europa.
Si
tomamos por separado cada carnívoro de los existentes durante el Pleistoceno tardío en
Europa, todos tendrían motivos para haber sobrevivido al cambio de ciclo al
Holoceno, e incluso podrían vivir actualmente en el continente atendiendo al
clima y a los recursos disponibles, lo que es un punto de apoyo clave a la hora
de aceptarlos en un futuro “rewilding”, del tipo que sea.
Sin
embargo, la extinción de los megapredadores; leones, leopardos, hienas y
cuones, no puede entenderse de forma aislada, según cada caso, sino que es una
suma de factores interrelacionados, que en un período muy concreto condujo a
una competencia trófica brutal entre los mismos, acompañada además por otras
causas como el cambio de ecosistemas y la acción del hombre.
Sólo
así podríamos empezar a entender la desaparición de tan versátiles animales y
la supervivencia de otros, como osos, lobos y linces, desde tiempos tempranos
del Holoceno.
Crédito de imágenes:
Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Óscar martínez.
Foto 3: Óscar martínez.
Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Buena e interesante exposición Sylvanus, coincido contigo en terminos generales pero ... siempre tendremos la comparativa africa - Europa, entiendo que las circustancias geograficas y climatológicas fueron distitas, pero nunca hay que perderla de vista, pues desde siempre los distintos generos hominidos incluido el nuestro han estado ahi ocupando su lugar y compitiendo por ello...una vez más la delgada linea que marca esas diferencias sigue siendo tan eficaz como esquiva.
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