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domingo, 15 de febrero de 2015

OTROS MAMÍFEROS DE TAMAÑO MEDIO.




Hoy cerraré la exposición de los grandes y medianos mamíferos, no carnívoros, presentes en Europa durante los últimos 125.000 años.
Veamos seis especies de tamaño medio que quedan lejos de poder ser encuadradas entre el resto de grupos o familias tratadas hasta el momento.
Se trata del antílope saiga, el jabalí, el macaco de Berbería, y tres grandes roedores dignos de una mínima mención; el puercoespín, el castor y la marmota.


Saiga (Saiga tatarica).
El saiga (Saiga tatarica) es un antílope de las estepas continentales, que se vio beneficiado por las condiciones climáticas del frío seco glacial llegando a extenderse por buena parte del continente europeo durante el Pleistoceno.
Las características particulares de la esta estepa fría o del mamut, permitían la coexistencia de especies netamente ligadas a la tundra con otras más típicas de los ambientes áridos extremos, como el antílope saiga, que incluso está documentado en la Península Ibérica hasta niveles Magdalenienses en la Cueva de Abaintz o en Altxerri. Estos mamíferos esteparios sobrevivieron en nuestro territorio hasta el tardiglaciar, y con el fin de la última glaciación se fueron replegando hacia las áreas esteparias del este de Europa.
Poco a poco sus efectivos fueron reducidos por el hombre en el continente, desapareciendo de Polonia y Ucrania hace algo más de un siglo.


Actualmente sus poblaciones se consideran en estado crítico, quedando en libertad menos de 50.000 ejemplares repartidos entre el sur de Rusia, China, Mongolia, Kajazistán y Uzbekistán.
Ucrania tomó recientemente el estandarte rewilding para intentar reintroducir a esta especie en las estepas de Tavriya, a partir de un criadero de una reserva de la biosfera vallada, en Askanya Nova, que cuenta con unos 200 ejemplares.
Hablaremos de nuevo sobre él como futuro candidato rewilding para los ecosistemas esteparios de Europa.

Jabalí (Sus scrofa).
El jabalí (Sus scrofa), es un suido muy adaptable, aunque estrechamente ligada al medio forestal o al menos con buena cobertura vegetal, que en el pasado pobló la práctica totalidad del continente Europeo.
En las Islas Británicas y en Escandinavia fue exterminado ya en tiempos históricos, pues siempre ha sido reconocido como una de las especies cinegéticas por excelencia, lo que a lo largo de los siglos significó, junto a la humanización del medio, un retroceso significativo para la especie.
Sin embargo, el progresivo abandono de las prácticas ligadas al medio rural, sumado a la extinción de sus controladores, los grandes predadores, ha propiciado que el jabalí haya expandido de nuevo sus poblaciones recolonizando prácticamente todos los territorios que habitó en el pasado.

Durante el siglo XX ha sido reintroducido incluso en Inglaterra, Suecia y Noruega.
En España la especie ha aumentado tanto sus efectivos que pese a ser cazado por decenas de miles todos los años, está llegando a resultar una verdadera “plaga” en algunas comarcas debido sobre todo a la ausencia de predadores, que habrían limitado mucho más esta expansión reciente, de forma natural.


De cualquier modo, no debemos condenar el que al menos una especie haya sido capaz de recolonizar sus hábitats probablemente a niveles de tiempos romanos. Este hecho, lejos de suponer alarma alguna, debe entenderse como un auténtico logro de la conservación y recuperación de especies en Europa.
El objetivo debería ser, pues, recuperar así mismo toda la cadena ecológica para los hábitats que ha logrado repoblar el jabalí, consiguiendo con ello una mayor regulación entre especies de forma natural.

Macaco de Berbería (Macaca sylvanus).
Respecto al macaco de Berbería (Macaca sylvanus), resulta una especie tan Europea que desde inicios del Cuaternario, hace más de dos millones de años, va apareciendo repetidamente en el registro, excepto en un cortísimo espacio temporal entre 100.000 y 3.000 B.P, hasta el punto de que muchos autores se plantean que haya podido perdurar bastante más en el tiempo, cuando menos hasta los momentos previos al último glacial de hace 20.000 años, dada su gran adaptabilidad en el Norte de África a los bosques alpinos del Atlas, donde soporta bastante bien los crudos inviernos con nieve.




Y es que todavía hoy resulta un enigma la presencia de macacos de Berbería en el Peñón de Gibraltar desde tiempos históricos y hasta nuestro presente.
Algunos autores creen que pudieron escapar allí en tiempos de los fenicios o romanos, mientras otros ven más probable que esto ocurriera durante la invasión musulmana de la Península. Sin embargo el Islam mantiene una serie de prejuicios contra los monos basados en el Corán que no parecen encajar mucho con un supuesto trato comercial  de la especie.
No hay que olvidar que ya en tiempos anteriores a los tartesios, en época del megalitismo, las relaciones comerciales entre nuestra península y el norte de África, así como con toda la fachada atlántica europea, debieron ser muy frecuentes, tal y como ha puesto de manifiesto la arqueología.
De los mismos tartesios, dice el Antiguo Testamento que; 
“En efecto, el Rey Salomón (hebreo) tenía naves de Tarshish en el mar junto con las naves de Hiram (rey fenicio). Las naves de Tarshish venían una vez cada tres años y traían oro, plata, marfil, monos y aves exóticas”.
Antíguo Testamento, Libro de los Reyes I, 10-22.
En tiempos romanos encontramos alguna mención como:
“Y  también habitan en Maurasia (Noroeste de África, actual Marruecos) un muy gran número de monos, sobre los cuales Posidonio declara que, cuando él iba en barco de Gadeira (Cádiz) a Italia, pasó cerca de la costa Libia (África) y vio sobre una orilla de baja altura un bosque lleno de estos animales, unos en los árboles y otros sobre la tierra, algunos con crías lactantes…”.
Geografía, Estrabón (63 a. C.-19 d. C.).
Tampoco podemos dejar de lado que la distancia entre ambos continentes es hoy de unos 14 kilómetros, y los macacos se cuentan entre los pobladores potenciales de territorios a partir de su llegada fortuita por mar, sobre troncos o ramas.
Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que a principios del Cuaternario, formando parte de ese conjunto de especies provenientes del continente africano, el macaco de Berbería o mono de Gibraltar estaba ya presente en la Península Ibérica, habiéndose encontrado sus restos en Vallparadís (Terrasa).
También aparece con posterioridad, durante el Pleistoceno Inferior en Sierra de Quibas (Abanilla, Murcia), y es una especie común en el resto de Europa, especialmente en Italia.
Aunque no es un animal abundante en el registro fosilífero, poco a poco comienza a aparecer de forma más notoria y cercana en el tiempo, al menos en nuestro país, habiendo sido detectada su presencia en Cueva de Bolomor (Tavernes V./Valencia) en niveles de transición del Paleolítico Medio al Superior, hace aproximadamente 115.000 años.
Más recientemente han aparecido restos en Lezetxiki (Guipúzcoa) del mismo período o incluso algo más tardíos, datados hacia 100.000 B.P.

Ejemplar juvenil.
Podría llegar a suponerse, no sin cierta base, que el macaco de Berbería habría podido prolongar su existencia en nuestro territorio hasta poco antes del máximo glacial, coincidiendo su extinción con la conocida hoy para el Hombre de Neandertal y tantas otras especies que ya hemos ido analizando.
Actualmente sobrevive en condiciones muy duras en las altas montañas del Atlas marroquí, siempre ligado a terrenos rocosos, escarpados y de coníferas, aunque esto, atendiendo a las fuentes clásicas, parece más bien un hábitat marginal. Como anécdota que viene al caso, cabe mencionar la alimentación espontánea basada en brotes de robles de los macacos de Berbería que habitan actualmente en el parque del Valle de los Simios en Poitiers (Francia), al que se han adaptado perfectamente.



Hoy por hoy seguimos sin encontrar pruebas de que el mono de Gibraltar fuese un superviviente del Pleistoceno Superior que se refugió en el sur de España para llegar hasta nuestros días, y tampoco resulta demasiado creíble que la especie hubiese llegado hasta nuestras tierras durante el Holoceno, atravesando el norte de África, Oriente Medio y Europa, pero quizás el descubrimiento de nuevos restos de la especie en fechas mucho más recientes sea factible con el paso de los años.
En las tierras donde aún vive, por estar considerados “alimañas”, corren un gravísimo riesgo de extinción a medio plazo, estimándose una población muy baja, de entre mil y dos mil ejemplares.
El macaco de Berbería es pues un firme candidato a algún tipo de rewilding europeo.

Por último, voy a mencionar a tres roedores que por su tamaño medio, bien pueden tenerse en consideración como referentes del pasado que pueden volver a repoblar áreas más extensas de Europa, si bien ya están o siguen presentes en algunas zonas del continente.

Puercoespín crestado (Hystrix cristata).
El género Hystrix, al cual pertenecen los puercoespines, está bien representado en Europa durante el Cuaternario, desde la Península Ibérica hasta el Cáucaso, y desde el centro de Alemania hasta el sur de Italia, prolongando su existencia por el Pleistoceno Medio, y hasta al menos inicios del Pleistoceno Superior en yacimientos italianos.
Hoy en día el puercoespín crestado (Hystrix cristata) habita casi toda Italia y la isla de Sicilia, así como algunos puntos de Albania y Grecia. 


Como en tantos otros casos, no existe la certeza de que estas poblaciones actuales sean sobrevivientes del Pleistoceno que perduraron hasta nuestro presente, sino que se piensa más bien en reintroducciones en tiempos históricos por parte del hombre.
Recientemente el puercoespín ha sido detectado en libertad en alguna zona de Portugal, sobre todo en el Alentejo, seguramente procedente de escapes en centros de fauna.
De uno u otro modo, el puercoespín ha vuelto a sus antiguos dominios europeos.

Castor europeo (Castor fiber).
Otro roedor de tamaño mediano que vivió hasta tiempos recientes en casi todos los ríos del continente fue el castor europeo (Castor fiber).
Con el paso de los siglos, y debido a su caza y a la pérdida de hábitat, la especie se ha llegado a encontrar en serio peligro de extinción, aunque en los últimos años parece ir recuperando terreno de forma progresiva.
En la Península Ibérica sus restos se han hallado no sólo en el Pleistoceno, sino hasta en la misma Edad del Bronce en lugares como Teruel, Navarra, Jaén, Granada y Portugal.



“Produce la Iberia muchos corzos y caballos salvajes. Y hay en algunos sitios lagunas con muchas aves, es decir patos y otros pájaros parecidos. Hay también muchas avutardas. En los ríos hay castores, pero su castóreo no tiene la misma calidad que el del Mar Negro”.
Geografia, Estrabón (63 a. C.-19 d. C.).
En época romana es todavía citado en el Guadalquivir.
Más tarde en el tiempo se han descubierto restos fósiles en niveles arqueológicos del siglo VI d.C.
Existen incluso referencias escritas que aluden a su presencia en el Ebro durante época musulmana y textos que lo mencionan en Portugal durante el siglo XV.
Según el naturalista Konrad Von Gesner, el castor vivía todavía en España en el siglo XVI, y hay alguna cita que alude a su pervivencia durante el siglo XVII.
En marzo de 2003 un grupo activista de “ecologistas” centroeuropeo liberó 18 ejemplares criados en cautividad en Baviera (Alemania) en el cauce del Río Aragón (según noticias de prensa en España). Desde entonces la población ha aumentado dispersándose por algunos ríos de Aragón, Navarra y La Rioja.
Una actuación condenable porque estos procesos deben ser siempre consensuados y dirigidos por equipos científicos, y con consentimiento de la legislación vigente.
El Gobierno de Aragón ha incluido al animal entre las especies invasoras dañinas, por causar supuestos estragos a la vegetación de ribera y a los frutales, con el fin de erradicar por completo sus efectivos.


No me cansaré de repetir que el concepto “rewilding” debe ir siempre ligado a un estudio concienzudo de toda la problemática que pueda generar, siempre a través de la legalidad y los organismos pertinentes, explicando y facilitando su conveniencia, viabilidad, y  los beneficios que genera, así como también debe procurar la toma de medidas para hacer frente a los efectos negativos que pudiera conllevar.
Dicho esto, tengo que posicionarme contrario a la forma, pero no al fondo, como no podía ser de otra forma.
Cabe analizar muy detenidamente por qué con otras especies que nunca han poblado la Península no se actúa hacia el exterminio, al generar beneficios económicos (véase el siluro del Ebro o la perca black-bass), y sin embargo, especies totalmente autóctonas como el castor son perseguidas incomprensiblemente, e incluso tildadas de “invasoras” o alóctonas”.
Y es que en este país parece que podemos asfaltar lo que nos plazca, construir donde nos venga en gana, roturar los montes con cultivos extensivos, contaminar con las fábricas, pero luego, a la hora de restablecer una población animal en un sitio donde desapareció por nuestra culpa, y que ahora resulta mínimamente incómoda, salimos enseguida con aquello de que si “es alóctona”, que si "afecta a tal o afecta a cual", a la vegetación "x", o a los invertebrados "y"…pues digo yo que también les afectaría antes de ser exterminado, ¿no?.
Debe haber cabida para todos.
Pero hablaremos más detenidamente sobre él en un futuro artículo.

Marmota alpina (Marmota marmota).
Cerraré el artículo de hoy haciendo mención a la marmota (Marmota marmota), roedor europeo de buen porte ligado a los prados alpinos de la alta montaña, de Los Alpes y Los Tatras, y  cuyos restos se han encontrado también en el País Vasco y Cordillera Cantábrica durante el Pleistoceno Superior.
Se cree que habitó el norte peninsular hasta inicios del Holoceno, aunque existen referencias escritas muy posteriores, de los siglos XVIII (Bufon) y XIX (D'Orbigny y Vilanova), que hablan de su existencia en ambas vertientes del Pirineo.
La marmota fue reintroducida en el Pirineo francés por el cazador y naturalista Marcel Couturier en 1948, para evitar una depredación desmedida del águila real sobre las crías de rebeco y posibilitar alimento al oso pardo. 




Desde entonces sus poblaciones se han extendido por toda la cordillera, estando la especie presente actualmente en todo el Pirineo, en nuestro país tanto en Navarra como en Aragón y Cataluña. Claro que como en este caso su existencia no afecta al hombre y sus  cultivos, pues ya se sabe, nadie dice nada de exterminarla o cosas por el estilo…
Bienvenida sea la marmota, y esperemos que pueda servir de alimento no sólo a las águilas reales, sino a futuras poblaciones de osos, lobos y sobre todo, linces boreales.









Crédito de imágenes:

Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 3: Miguel Llabata.
Foto 4: Miguel Llabata.
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Foto 9: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 10: Miguel Llabata.

1 comentario:

  1. Increible!, no sabia que la saiga haya llegado a perdurar en Polonia durante tanto tiempo!, hasta justo poco antes del siglo pasado,entonces podrian habido haber otras poblaciones de este ungulado en otras zonas estepárias de más al oeste, y en tiempos historicos, como en Rumania o Ungria.Otro grupo de roedores que seguramente devian haver poblado las zonas aviertas de Europa occidental e incluso la península Iberica, son los susliks esos roedores a medio camino de las ardillas terrestres y los perritos de las praderas ;actualmente se les encuentra por bulgaria, buena parte de la cuenca del Danubio, por Rumania y creo que incluso en Ungria.En las estepas del este de Europa son una de las principales fuentes de alimento de las águilas imperiales y otros depredadores; otro candidato a tener en cuenta para los proyectos de rewilding.

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