Ya
durante el Villafranquiense, o período basal del Cuaternario, encontramos en el
registro fósil de Europa a Ursus etruscus,
que se cree ancestro común de dos líneas evolutivas posteriores, la cavernaria
y la “arctoide”.
Ursus etruscus derivó en el
Cromeriense hacia Ursus deningeri, que más tarde, durante el Riss, originaría
la especie “espeloide” más conocida; el Ursus spelaeus u oso cavernario.
Otro
descendiente de Ursus etruscus
evolucionó hacia el tronco “arctoide” con Ursus
dolinensis o Ursus prearctos, que tuvo una amplia distribución y convivió
durante cierto tiempo en la Península con el cavernario, hasta que desapareció
dando paso a un nuevo descendiente directo, que todavía no está claro si surgió
en la misma Europa o llegó desde Asia en plena Glaciación de Würm; el oso pardo
(Ursus arctos).
El
oso de las cavernas (Ursus spelaeus) extendió sus poblaciones desde Inglaterra
hasta el Cáucaso, estando presente también en la mitad septentrional de nuestro
territorio, desde Galicia a Girona y desde la Cornisa Cantábrica y Pirineos
hasta el Sistema Central, aunque existe una cita de niveles musterienses en Cova
Negra de Xátiva (Valencia).
Esta
distribución hace pensar en cierta dependencia por un tipo de ecosistema de
frío, al menos moderado, que de alguna forma estaba ausente en el sur
peninsular.
Estudios
de su estructura dental han llevado a los investigadores a suponer que este
úrsido mantenía una dieta principalmente vegetariana, o en cualquier caso,
mucho menos carnívora que la de los osos del presente.
Recreación del Oso de las Cavernas (Ursus spelaeus). |
Seguramente
el cavernario fue un oso ligado a las pocas manchas forestales de las estepas
que podían proporcionarle el sustento principal y que a su vez se concentraban
en reductos montañosos donde el úrsido encontraba sus guaridas; las cavernas.
Este
animal se vio sometido a una serie de factores que al final desembocaron en una
extinción que para algunos territorios de Europa se está sopesando como más
temprana de lo hasta ahora supuesto, aunque en nuestro país parece una vez más
tardía, ya que está datado incluso en fases avanzadas del Magdaleniense.
La
pérdida de hábitat idóneo durante el máximo glaciar, que reduciría
considerablemente sus posibilidades de alimento, la competencia con hiénidos y
grandes felinos, de quienes frecuentemente era presa (al menos sus crías), y
sobre todo la caza a la que fue sometido por el hombre de neandertal primero, y
ya durante las fases más críticas por el hombre moderno (con quienes también competía
por las cavernas), dejaron poco margen de supervivencia a esta especie de osos
que tenía los días contados en beneficio de otros que parecían destinados a
sustituirles. Así, siendo mucho más adaptable, el oso pardo fue ganando terreno
poco a poco hasta quedar como triunfador absoluto, hecho corroborado por un
aumento significativo en el registro fósil a nivel peninsular durante los
momentos finales de la glaciación y el inicio del Holoceno.
Oso tibetano (Ursus thibetanus). |
Sorprendente
resulta, cuando menos, el reciente hallazgo de fósiles en nuestro país de otro
tipo de úrsido de menor tamaño, el oso tibetano (Ursus thibetanus), que han sido descubiertos en niveles de
tránsito del interglaciar Riss-Würm al glaciar Würm (125.000-100.000 B.P.) en
Cova de Bolomor (Tavernes de Valldigna-Valencia), y que suponen la primera
prueba de la existencia de este oso en nuestro país, ya que hasta ahora sus
restos más próximos a nivel geográfico se habían documentado en Italia y en la
Provenza francesa.
Actualmente
el oso tibetano (ligado a medios boscosos) presenta una amplia distribución en
Asia, desde Irán hasta Japón e Indochina.
Oso pardo (Ursus arctos). |
El oso pardo (Ursus arctos), estuvo presente bajo su forma actual en
Europa desde los primeros momentos de la glaciación, desplazando a su ancestro
“prearctos”, primero, y al oso cavernario, más tarde.
El
oso pardo es el mamífero salvaje ibérico de mayor tamaño, y también se cuenta entre las especies más amenazadas de nuestro país.
En
el pasado esta especie ocupó un área que comprendía la mayor parte del
Hemisferio Norte, de uno a otro extremo, desde zonas áridas esteparias
semidesérticas hasta la alta montaña, incluso en zonas costeras, pero la
persecución a que se ha visto sometido por parte del hombre le ha llevado a la
extinción en buena parte de su antigua distribución geográfica.
Actualmente,
y atendiendo a tan vasta distribución, se reconocen entre quince y veinte
variantes, algunas de ellas extintas, como el oso pardo del Atlas
norteafricano, el de California o el mexicano, e incluso está abierta la
posibilidad de que el oso negro americano (Ursus
americanus) sea una subespecie algo más distanciada, dentro del complejo
evolutivo, pues sus relaciones filogenéticas aún no están del todo claras,
encontrándose similitudes de parentesco muy cercanas a su congénere.
Las
variantes subespecíficas se manifiestan principalmente en el color y el tamaño,
así como en el hábitat, y aún hoy podemos encontrar estos contrastes entre los
pequeños ejemplares de oso sirio, de apenas cien kilos de peso, y los
gigantescos kodiaks de Alaska, con casi setecientos.
Para
Europa queda hoy aceptada la idea de un único tipo, conocido como Ursus arctos arctos, con diferencias
regionales mínimas.
En
cualquier caso los osos ibéricos se cuentan entre los ejemplares más pequeños,
oscilando su peso medio entre los 130 y los 180 kilogramos.
El
oso pardo ha quedado al borde de la extinción en Europa, sobre todo en la parte
Occidental, por la persecución humana que sufrió desde tiempos históricos.
Actualmente
sus mejores poblaciones se localizan en Rumanía, Suecia, Finlandia y
Eslovaquia, reuniendo estos cuatro países más de doce mil ejemplares de los
alrededor de 17.000 estimados para todo el continente (sin contar Rusia y Bielorusia).
Destaca, por encima de
todas las áreas, la de los Montes Cárpatos, siendo por el contrario muy
testimonial su presencia en la Cordillera Cantábrica, Pirineos, Alpes y
Apeninos.
Hablaremos
detenidamente de él y su presencia en España en el capítulo que dedicaré en
exclusiva a los grandes predadores actuales y su problemática.
Oso polar (Ursus maritimus) |
Por
último, mencionar de pasada la existencia del oso polar como especie europea (pues
habita países como Noruega o Rusia), aunque en este caso adscrita al ámbito “rewilding”
de El Gran Norte, que ya tratamos en su momento.
El
oso polar (Ursus maitimus) es una
evolución muy reciente de osos pardos que quedaron confinados en tierras muy
norteñas durante el último período glaciar.
Todavía
hoy se ha comprobado su hibridación con el oso pardo canadiense en algunas
zonas de Norteamérica.
Su
población se mantiene vulnerable, sobre todo ante la pérdida de hábitat por el
Calentamiento Global, con una tendencia al decrecimiento que se prevé mucho
mayor en las próximas décadas. Actualmente sobreviven no más de 20.000
ejemplares alrededor del Círculo Polar Ártico.
Crédito de imágenes:
Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Reconstrucción sobre imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 3: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 5: Miguel Llabata.
Foto 6: Miguel Llabata.
Foto 7: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Una de mis penas es que en la mitad sur penínsular no nos queden poblaciones de osos, ¡sería tan interesante! Me comentaban hace poco que algunos están empezando a moverse al respecto, ya que hasta hace unos 300-400 años los tuvimos en algunas serranías andaluzas...a ver si mis ojos llegan a verlo.
ResponderEliminarEsperemos que así sea. Tenemos una cita ineludible con la fauna que nos ha llegado, más pronto o más tarde, así que espero que si no la nuestra (a la que se nos está resistiendo incluso la zona norte), sí las próximas generaciones reclamen y consigan avances en ese sentido para el sur.
EliminarPor cierto, existe documentación que habla de osos relictos en la Sierra del Segura durante el Siglo XIX, hace poco más de siglo y medio...
Saludos.