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sábado, 17 de enero de 2015

EL PLEISTOCENO SUPERIOR (II): LA GLACIACIÓN DE WÜRM.




Como veíamos en la entrada anterior, el inicio de la Glaciación de Würm empezó a dejarse notar hace unos 115.000 años, cuando todavía dentro del interglaciar Eemiense las temperaturas medias del planeta descendían de forma constante y la extensión de los hielos en los polos iba en continuo aumento. 
Los territorios más cercanos a éstos fueron los primeros en caer bajo el dominio del nuevo tiempo glacial.
Así, hace cien mil años buena parte del norte y centro de Europa se encontraban ya sometidos a los efectos del frío. Y de este mismo modo, conforme la masa de hielos del Ártico ganaba extensión expandiéndose hacia el sur, la corriente oceánica fría se desplazaba hacia el Golfo de Vizcaya afectando a toda el área cantábrica. 
Poco a poco, milenio a milenio, la glaciación fue alcanzando también el ámbito de la Península Ibérica.

Aquellas circunstancias posibilitaron una fase de transición que en el sur de Europa se prolongó a lo largo de un extenso período de tiempo, comprendido entre el fin del interglaciar y el momento álgido de frío glacial. Esta fase es hoy conocida como Würm antiguo (100.000-30.000 B.P.).
El Würm Antiguo se caracterizó, al menos en nuestra península, por cambios constantes pero no demasiado drásticos, que convirtieron al territorio en una especie de “pequeño continente”, dada su amplia variedad de ecosistemas con grandes contrastes.
En la zona septentrional, alrededor de la Cordillera Cantábrica, la Pirenaica y parte de la Meseta Norte, podíamos encontrar un ambiente de espacios más o menos abiertos pero combinados aún con bastante masa forestal, principalmente coníferas, que actualmente podríamos definir como estepa-taiga arbolada.



En las zonas de llanura del centro peninsular comenzó a establecerse también un ecosistema abierto con arbolado disperso, no tan frío, pero más seco que las sabanas del interglaciar, cuya especie dominante pasó  a ser la sabina, mientras al amparo de las cordilleras seguían proliferando los bosques de coníferas y pequeños reductos de caducifolios



Por último, la mayor parte del sur y levante ibérico mantenían los bosques templados de especies de hoja caduca y los propiamente mediterráneos, representados por el género Quercus, que seguirían presentes por las llanuras en forma de ecosistemas sabanoides, seguramente acompañados con más frecuencia que en las otras áreas de las últimas grandes zonas palustres significativas, que ante el aumento de la sequedad veían mermadas desde hacía tiempo sus extensiones por el resto del territorio.


Esta gran variedad de ambientes en expansión y retroceso, durante milenios, favoreció el asentamiento de la mayor concentración de especies de mamíferos grandes y medianos conocida en nuestro país de los últimos 140.000 años, ya que a los componentes de clima templado que aún sobrevivían en zonas del sur de Europa, vinieron a sumarse aquellos de climas fríos que, con mayor asiduidad, se establecían durante períodos más o menos prolongados aquí, sumando una cifra de alrededor de treinta y cinco especies distintas, y que tuvo como novedad más significativa nuestra aparición; la llegada a la Península, hace ahora entre 40.000 y 35.000 años, del Homo sapiens, el Hombre Moderno.

Mamíferos grandes y medianos de la Península Ibérica durante el  Würm Antiguo (100.000 - 30.000 B.P.).

Milenios más tarde se alcanzaría por fin a la fase más cruda de la glaciación, que se inició hace treinta mil años pero cuyo punto álgido de frío, conocido como Máximo Glacial, se produjo en torno al 21.000-18.000 antes del presente.
Durante este espacio temporal las condiciones climáticas del período anterior se tornaron más extremas. Las temperaturas medias bajaron unos diez grados centígrados con respecto a las de hoy, la humedad disminuyó de forma drástica y los hielos permanentes se expandieron de manera considerable, extendiéndose incluso a la mayoría de las grandes cordilleras ibéricas.
Como consecuencia de todo ello el mar se replegó y las costas aumentaron de tamaño  con un promedio de entre 50 y 120 kilómetros, según zonas.

Europa durante el Máximo Glacial (21-18.000 B.P.)

Para entonces sólo una estrecha franja del litoral mediterráneo y algunas zonas del sur peninsular pudieron cobijar a animales dependientes de climas cálidos.
Estos cambios en el clima y en el territorio provocaron una división clara entre dos zonas de la Península, una al norte, con una línea imaginaria desde Galicia a Cataluña, de oeste a este, que alcanzaba hasta el Sistema Central y Teruel por el sur, más afectada por el intenso clima frío glacial del resto del continente, y que ahora estaba ya caracterizada por ecosistemas similares a las actuales tundras y estepas frías, interrumpidas en ocasiones por la existencia de bosques de coníferas en algunos reductos, ambientes que, sin ser exactamente iguales, sólo podemos encontrar hoy cerca del ártico o en la taiga siberiana. Era el ecosistema conocido como Estepa del Mamut.
La otra zona ocupaba casi la totalidad del resto peninsular y presentaba el aspecto de grandes espacios abiertos esteparios, secos y fríos, pero con zonas arboladas más o menos dispersas de especies del tipo Juniperus, como los enebros y las sabinas.
No obstante, una estrecha franja del sur y del este, cuya mayor parte se encuentra hoy por debajo del nivel del mar, mantuvo algunos pequeños enclaves de clima templado y mediterráneo representados por especies clásicas del género Quercus.

Aspecto del paisaje del norte de la P.Ibérica en invierno y verano durante el Máximo Glacial.

Pero una vez pasados los duros milenios del máximo glacial el clima fue alternando períodos bastante cortos de tiempo con fases templadas y otras frías, que en definitiva, supusieron cambios bastante drásticos en pocos milenios o incluso centurias, ya en el camino hacia un nuevo estadio interglaciar, el Holoceno, momento en el cual todavía nos encontramos.
Entre 15.000 y 13.000 B.P. la transformación de los ecosistemas fue obligando a la fauna a un proceso paulatino de retirada o avance en nuestra península.
El deshielo progresivo de los glaciares y de los polos propició que las especies de clima frío llegadas hasta nuestra Península fueran retirándose hacia el norte de Europa en busca de refugio. Antes de consumarse este hecho, un último milenio de enfriamiento climático, conocido como Dryas Reciente, datado aproximadamente entre 12.700 y 11.784 B.P., produjo otra breve expansión hacia el sur de los animales que ya se estaban acantonando en latitudes norteñas, que a la postre fue sólo un espejismo.

Con la llegada del Holoceno, fechada en 11.784 B.P., el planeta entraba en una nueva etapa cálida interglaciar.








Crédito de imágenes:

Excepto la primera fotografía, que es un archivo libre de derechos de Public Domain Images, el resto de imágenes de la entrada son del autor del blog, Miguel Llabata.

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