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viernes, 2 de enero de 2015

LA EVOLUCIÓN HACIA UNA HUMANIDAD POSITIVA.



Actualmente nos encontramos en la era de la revolución biotecnológica, y posiblemente, aunque no nos demos cuenta, los Homo sapiens estamos evolucionando ya hacia una nueva especie o subespecie. Muchos se escandalizan porque lo estemos haciendo de forma, según ellos, “artificial”, sin caer en la cuenta, una vez más, de que todo lo producido por el hombre forma parte de la Naturaleza, no es algo ajeno a ella.
Hoy en día la clonación de órganos vitales, o la búsqueda de genes beneficiosos en contra de los malignos, es un hecho consumado que si no se generaliza es más bien por cuestiones éticas y morales que por posibilidades reales de llevarlo a cabo.
El ser humano, en pocos años, habrá sido capaz de crear al “superhombre”, entendiendo como tal a aquel ser capacitado para superar enfermedades de todo tipo que hasta hoy le han supuesto una traba en su existencia, un humano capaz de prolongar su esperanza de vida muy por encima de los cien años. Quién sabe si en un futuro lejano no seremos capaces, una vez secuenciados, de encontrar utilidad a los genes de otras especies animales y acoplarlos a la nuestra, por ejemplo para respirar bajo el agua o lo que se nos ocurra…
¿Dónde radica pues el problema?. Es un tema verdaderamente peliagudo...
A los primeros investigadores del cuerpo humano, por ejemplo a los médicos de la Edad Media, los quemaban en hogueras por llevar adelante sus avances. Mucho se ha discutido desde entonces y mucho se ha logrado, valga como ejemplo la reproducción asistida, un hecho aceptado con toda naturalidad hoy en día.
Pero sin duda, no falta parte de razón en ese miedo al progreso, a lo desconocido, ese temor que nos hace intuir que estos avances y logros pueden volverse en nuestra contra si no extremamos las precauciones y los acompañamos de unas pautas.
La pérdida de biodiversidad natural o la “artificialidad” de la especie nos expondrían a graves consecuencias, pero sobre todo, existe la angustiosa preocupación, más que fundada, de que el “superhombre” sea de determinada raza, condición o clase, en contra de otras.
Queda claro que la biotecnología está cada vez más en manos de grandes multinacionales de ámbito privado, y en los países desarrollados, básicamente en Occidente. ¿Quiénes serían los beneficiarios de estas clonaciones o de estas modificaciones genéticas?. Evidentemente los ciudadanos más pudientes del Primer Mundo, que se valen del Tercero, dicho sea de paso.


¿Una vez más la ley del más fuerte?, ¿selección natural?...En unas pocas centurias una raza o estrato social dominaría a otro, que no podría permitirse el lujo. Mañana, un hombre rico de Norteamérica, Europa o Australia, por ejemplo, podría decidir que quiere a sus hijos sin ningún riesgo de enfermedades, con genes de mayor longevidad, con una altura de 1’90m., musculosos, rubios y con ojos azules. ¿Eugenesia pura?, ¿reminiscencias de un pasado enmascarado en presente?...No cabe duda de que huele mucho a eso.
¿Podemos condenar, por otro lado, a una persona que quiera que su hijo, con una grave enfermedad hasta ahora sin remedio, se valga de estas nuevas técnicas para sortear a la muerte?, ¿qué es si no la medicina?. ¿Acaso la esperanza de vida en los países del Tercer Mundo no es hoy en día mucho menor que en los del Primero?, ¿no gozamos de un sistema sanitario y de medicinas adecuadas los ciudadanos de Europa que no tienen en otras partes del planeta?...
¿No estamos pues ante una carrera?; la baja natalidad del Primer Mundo contra la alta del Tercero, los avances en medicina de Occidente contra el subdesarrollo sanitario de los demás… ¿Se escandaliza alguien por ello?, ¿se pone remedio para equilibrar la situación?...Creo que en el fondo es un debate cargado de hipocresía. No vemos ética la creación de un “superhombre”, cuando en realidad, mirando hacia otro lado, ya se está fomentando.


Negar el progreso es un sinsentido, al final será inevitable, pero una vez más quiero recalcar el hecho de que por encima de todos estos matices vistos, nuestra condición de humanos, nuestra consciencia, nuestra conciencia, deben acompañarnos en nuestros actos, en los avances y logros como especie, en definitiva, en nuestra evolución, y esto, sin ningún género de dudas, debe ir cargado de sentimientos como la generosidad, la bondad, de respeto al prójimo, aquello que precisamente nos distingue bastante de los demás animales del planeta, la fraternidad entre pueblos, y en este sentido, que no se nos olvide nunca, el prójimo somos todos y cada uno de los humanos que ha habido, que hay y que habrá sobre la Tierra. 
Una gran familia destinada a entenderse y a ayudarse mutuamente con el fin de sobrevivir mejor en base no a su capacidad para imponerse a otros, sino a colaborar y aunar esfuerzos.
Y esto vale tanto para el Primer como para el Tercer Mundo, pues si condenables son muchas de las actitudes de Occidente respecto al resto del planeta, no menos condenables son los sistemas que cada vez más están poniendo en riesgo al mundo democrático desde los países subdesarrollados o en Vías de Desarrollo, que deben trabajar por avanzar, si es necesario con toda la ayuda que pueda procurárseles, hacia estados libres y democráticos que no supongan una amenaza para aquellos que han conseguido un notable avance de convivencia pacífica y representativa.


Pero bastante ajena aún a todas estas cuestiones tratadas, nuestra gran familia humana parece desentenderse del lugar en el que debe seguir prosperando…
El aumento poblacional humano a escala planetaria sigue su curso. Siete mil millones de habitantes en 2011, cifra que se verá duplicada en un futuro no muy lejano.
Cierto es que la evolución de las especies en el mundo ha sido, es y será, un continuo ir y venir, un aparecer y desaparecer en el tiempo, condicionado por varios factores como la adaptación al medio, la competitividad, la especialización o el aislamiento.

Sin embargo un hecho clave en la historia de nuestro planeta ha sido y es, sin lugar a dudas, la transformación antrópica del medio a partir del surgimiento de la agricultura y la ganadería.
Aquel momento supuso la pérdida de la inocencia para la especie humana.
De cazadores-recolectores integrados en su medio pasamos a manipuladores y controladores absolutos de cuanto nos rodeaba, creando un excedente alimentario que nos permitió crecer en número, en detrimento de la mayor parte de especies del planeta.
Esto nos generó muchos beneficios, pero es más que posible que acabe costándonos la existencia si no somos capaces de encontrar la sostenibilidad.




Durante casi doscientos mil años el ser humano se mantuvo en una horquilla que no debió superar los diez millones de habitantes a nivel mundial. Sin embargo en los últimos diez mil años, a partir del Neolítico, el aumento poblacional se disparó sin freno, especialmente en los últimos doscientos años, desde la Revolución Industrial y Tecnológica, llegando a los siete mil millones de habitantes en  el presente…


¿Hasta cuándo durarán los recursos?. ¿Es nuestro planeta una fuente de riquezas inagotables?. ¿Será la propia especie humana el factor “empleado” por la Naturaleza para autorregularse?.
Si no se toman ciertas medidas, como apostar con convicción por la Ciencia, este proceso brutal e imparable de transformación del medio natural, en un espacio de tiempo tan breve, nos abocará irremediablemente a un final catastrófico.
Mucha gente lo ve lejano, o en el peor de los casos dicen que cuando acabemos con todos los espacios disponibles tendremos la suficiente tecnología como para recrearlos.
Pues bien, el momento, en buena medida, ha llegado.


En tanto en cuanto los avances del hombre, a través de la Ciencia, no nos permitan cambiar los genes de nuestros metabolismos, generar alimentos suficientes en laboratorios, condensar píldoras que puedan alimentarnos durante meses, o colonizar nuevos planetas y acondicionarlos a imagen y semejanza del nuestro, o vaya usted a saber qué (pues aún quedan muy lejos nuestros límites en esos terrenos), hasta entonces, debemos procurar un margen de tiempo suficiente que posibilite trabajar y profundizar en un esfuerzo continuo no sólo orientado a velar por el mantenimiento de los ecosistemas naturales más o menos primigenios que aún hoy se conservan en el planeta, sino a recrear o regenerar otros donde se han perdido, para potenciar la biodiversidad que tan necesaria nos ha sido y que tan fundamental e imprescindible puede resultarnos en un futuro.






Crédito de imágenes:

Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Miguel Llabata.

Foto 3: Miguel Llabata.
Foto 4: Óscar Martínez.

Foto 5: Miguel Llabata.
Foto 6: Public Domain Images.

Foto 7: Imágenes libres de derechos de Wikimedia Commons.

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