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miércoles, 7 de enero de 2015

HUMANO MODERNO: LA APARICIÓN DE HOMO SAPIENS.




Una imagen idealizada de aquel humano arcaico, y sus posteriores formas anatómicamente modernas, que intento plasmar en la fotografía envejecida de portada, nos llevaría hasta un tipo humano de altura muy similar a la nuestra, seguramente de piel oscura, bien adaptada a la exposición solar de la región tropical, con cráneo moderno de entre 1.250 y 1.400 cm2, o lo que es lo mismo, la capacidad propia de nuestra especie actual, con algunos rasgos ancestrales como la mandíbula huidiza o los arcos superciliares más marcados que en el presente, pero no tanto como en tipos anteriores.




Sin embargo, intentar recrear una imagen única de esta variedad tipológica carecería casi de toda realidad, ya que si aceptamos que pudo producirse cierta hibridación con componentes de otros territorios del Viejo Mundo, como neandertales de Europa, denisovanos del Asia Central, e incluso erectus tardíos del sudeste asiático y quizá hombres del ciervo rojo de China, podemos y debemos presuponer que en África, tal proceso de hibridación o cruza con poblaciones colindantes y genéticamente más próximas debió de ser consecuentemente mucho más frecuente, sirva como ejemplo la pervivencia tardía de humanos de tipología arcaica en Iwo Eleru (Nigeria) hace tan sólo 13.000 años, y su posible relación con ciertos estudios de ADN de poblaciones modernas actuales que reflejan marcadores genéticos en algunos humanos del presente con más de 300.000 años de antigüedad.


Hoy en día se asume que las poblaciones de Homo sapiens arcaicos, evolucionadas en África desde Ergaster-Erectus a Homo rhodesiensis hace unos 630.000 años, constituyen la base desde la que podemos aventurar el incierto origen del humano moderno actual.
Homo rhodesiensis, similar africano de Homo heidelbergensis europeo, se expandió por el resto del continente desde algún punto de Etiopía, hasta alcanzar zonas tan distantes como Marruecos y Sudáfrica.

Tribu bosquimana de etnia Khoi-san.

Es mucha la tipología ósea que lleva a diferenciar distintas poblaciones humanas con rasgos similares, y a la vez distintivos, repartidas geográficamente por África en un período cronológico que se extiende por espacio de casi doscientos mil años.
Hace ahora unos 260.000 años observamos en el registro fósil los primeros humanos anatómicamente modernos, en el yacimiento de Florisbad (Sudáfrica), que son denominados como Homo helmei, y que se han querido ver como un estadio intermedio entre Homo rhodesiensis y Homo sapiens sapiens.
Pero muchos otros linajes se reparten a lo largo y ancho del territorio durante un período temporal  posterior, como los observados en Herto (Etiopía) datados en 160.000 B.P., Jebel Irhoud (Marruecos) en las mismas fechas, e incluso en Oriente Próximo, en Skhul-Qafzeh (Israel), hace unos 100.000 B.P.
De entre todos ellos, el más similar a nosotros fue hallado en el yacimiento de Omo (Etiopía), datado en unos 195.000 años de antigüedad y que es considerado como el primer Homo sapiens sapiens reconocido: El hombre de Kibish.

Posibles primeras llegadas de Homo sapiens a distintas zonas del planeta.

  
Fuere como fuese, hace unos cien mil años Homo sapiens estaba ya bien distribuido por todo el continente africano, e incluso es posible que por el Próximo Oriente, pero sería una oleada migratoria de hace entre 80 y 70.000 años, la que iba a expandir por el resto del mundo lo que podemos considerar como el linaje del conjunto de la población actual del hombre moderno.
Estas fechas vienen a coincidir con un repunte significativo del frío y la sequedad a escala planetaria, producto de la última glaciación de Würm que entonces empezaba a dejar sentir sus efectos en territorios más meridionales.

Recordemos que por esas fechas desaparecen definitivamente en la mayor parte de Europa algunos componentes de la más característica fauna cálida interglaciar.
Seguramente en el este de África, el aumento de la sequedad conllevó períodos de aridez y competencia por los recursos alimenticios que obligaron a ciertos núcleos poblacionales a emprender un proceso migratorio en busca de nuevas tierras de caza donde encontrar sustento.
De este modo, se cree que los primeros desplazamientos se produjeron a través de la Península Arábiga, que por aquel entonces tenía una configuración territorial distinta, pues el menor nivel marino hacía que el Mar Rojo de entonces fuera apenas un estrecho canal  de poca extensión hacia el norte, por lo que el paso desde África a Asia, consistió simplemente en seguir la marcha por tierra desde las tierras de Somalia hacia la India, normalmente cerca de la costa.
Existen evidencias de una temprana llegada hasta el sureste asiático hace alrededor de 70.000 años, y un posterior salto, vía marítima, desde la plataforma continental de Sondalandia hacia la de Sahul (Papúa-Australia), hace unos 60/50.000 años, lo que pone de relieve que ya en esas fechas existía cierto conocimiento de las técnicas de navegación que no pueden sino dejarnos perplejos.
Los científicos, en base sobre todo a los restos fósiles del Hombre de Mungo, Hombre de Wadjak y Hombre de Solo, no se ponen de acuerdo en cuanto a si se produjo una única expansión de la conocida Eva mitocondrial desde esas tempranas fechas, o si una vez más debemos tener en cuenta posibles y variadas migraciones (como opinan John Relethford o Birdsell), que recibirían después un aporte más significativo del acervo genético común de la Eva mitocondrial.

Truganini, última aborigen de Tasmania.

Hoy, en base a la secuenciación del genoma propio de un aborigen australiano de hace cien años se conoce, por ejemplo, que los primeros sapiens australianos no se separaron de la población asiática tras su llegada al Sahul, sino que fueron una oleada primigenia llegada desde África a Australia hace entre 70 y 50.000 años, en tanto que los antepasados recientes de la población asiática y europea, todavía no separados unos de otros, permanecían asentados en algún punto de África del este u Oriente Medio y aún no habían comenzado su dispersión por los alrededores.






De cualquier forma, el humano moderno había llegado también en fases tempranas al Oriente Próximo, donde seguramente hibridó con el Hombre de Neandertal, emigrando con posterioridad desde esta zona, para penetrar en Europa por el Cáucaso hacia el 45.000 antes del presente, aunque del mismo modo, existen evidencias que pueden apuntar a un paso por las mismas fechas desde el norte de África, a través de Gibraltar y/o  Sicilia, entonces mucho más cercanas a África por la extensión de las costas del Pleistoceno Superior (Cueva de las Palomas o Grotta del Cavallo).

En la actualidad, hablar de “razas” resulta tremendamente complicado por las connotaciones implícitas que esto acarrea. Este término, “raza”, que en el presente es poco menos que tabú, ha quedado obsoleto, dando paso a otros como “grupos raciales”, “etnias”, “grupos étnicos”, “haplogrupos”, etc.
Lo que salta a la vista, atendiendo a la realidad, es que nuestros “primeros bisabuelos” fueron evolucionando hacia tipos físicos con ciertas peculiaridades dependiendo del clima y del medio donde se  fueron asentando, incluso atendiendo a posibles hibridaciones con distintos tipos humanos más antiguos, para después ir fundiéndose en una gran mezcla a escala global. 
Lejos de cualquier polémica, este post deja clara su condena a esos matices secundarios de "raza", entendidos de forma interesada por algunos como prejuicios, que han dado origen a multitud de teorías racistas y puntos de vista etnocentristas de “supremacía”... No me cansaré de repetir una y otra vez que considero que todos formamos parte de la misma especie y por lo tanto, no hay lugar ni resquicio para un debate absurdo. Entiendo, pues, que a estas alturas cualquier humano que se precie de serlo censura de forma tajante cualquier intento de seguir por esos caminos abominables…
Así, para cualquier persona que se plantea la cuestión de los grupos étnicos o raciales desde un punto de vista sano, sin ningún tipo de connotación peyorativa, como digo, es evidente que existen una serie de características que diferencian, tan sólo en el aspecto superficial a diversas comunidades de habitantes de nuestro planeta.
Aclarado este punto me centraré en un somero análisis a grandes rasgos de estos grupos, que pudieron tener una localización más o menos concreta en un pasado remoto, pero que desde muy temprano asimilaron toda suerte de interacciones que dieron origen a otra serie de conjuntos poblacionales.

Nativos papúes.

Esta fase coincidiría, de forma muy generalizada, con la expansión del hombre moderno por las distintas zonas del planeta, y podría subdividirse, siempre arbitrariamente, en cuatro grandes conjuntos resultantes; negroides, australoides, caucasoides y sibero-mongoloides.
El grupo negroide o primigenio, se originó en zonas ecuatoriales africanas, por lo que la coloración oscura de su piel sería una evolución adaptativa encaminada a amortiguar el impacto de los rayos del sol, así como también el pelo crespo o rizado, a través del cual el aire puede circular con mayor fluidez actuando a modo de ventilador, enfriando los vasos capilares.
Conforme nos fuimos alejando de la zona ecuatorial, aparecerían tonalidades más claras adaptadas a climas más o menos fríos y de escasa luminosidad.
Esta variabilidad, propia de los subgrupos dentro de una misma especie, es frecuente en muchos otros componentes faunísticos. Sirva de ejemplo el lobo, que presenta tonalidades del pelaje que varían desde el blanco de las zonas árticas, hasta el negro de las zonas boscosas húmedas, pasando por el gris de la taiga, el pardo de las zonas mediterráneas o el rojizo de las zonas sub-desérticas.
Las variantes en el aspecto externo pueden presentarse también en forma de constitución, con una tendencia más corpulenta en las poblaciones norteñas y más gráciles en las sureñas para el caso del lobo, quien además, aumenta el tamaño de sus pabellones auditivos conforme se acerca a latitudes meridionales.
De una u otra forma, y con el paso del tiempo, los primeros grupos de humanos modernos conseguimos llegar hace unos 70.000 años, en varias oleadas y seguramente por rutas distintas, hasta Oriente Próximo y Australia.

Familia esquimal sibero-mongoloide.

En la primera zona, la evolución de las características físicas adaptadas a los nuevos medios de climas más fríos, propiciarían con el tiempo la aparición del denominado grupo caucasiano, mientras que en el área del Asia Central, o quizás ya en el extremo Oriente,  pudo tener su origen el grupo sibero-mongoloide, también con características propias de aquel medio. En el subcontinente indio, por otro lado, debido a su clima ecuatorial, se adaptaría bien en una temprana fase el grupo negroide, que poco después llegaría hasta Indonesia y Australia, para asentar las particularidades de los grupos australoides.

La expansión hacia Australasia, el Lejano Oriente y Siberia, donde encontramos poblaciones de humanos modernos hace entre 60.000/40.000 años, pudo propiciar la convivencia con los últimos representantes tardíos de hombres arcaicos derivados de Homo erectus, como denisovanos, hombres del ciervo rojo, hombres de Solo  o  floresiensis, y probablemente muchos otros que aparecerán en el futuro.
Hoy en día, en base a estudios genéticos, se cree que papúes y melanesios son los únicos humanos de la actualidad que comparten genes con el hombre de Denisova, entre un 4 y un 6%.

Aborígenes australianos.

Y es que se piensa que con el paso de los milenios, el hombre moderno que había accedido mediante algún tipo de embarcación, al menos 60.000 años atrás, desde Sundalandia hasta la Plataforma de Sahul (tierras de Papúa Nueva Guinea y Australia, entonces unidas), recibió el aporte de conjuntos étnicos caucasiano-siberianos, dando origen a los principales grupos melanesio-australoides, entre los que encontramos a los actuales papúes y a los aborígenes australianos, que constituyen sin ninguna duda, por su aislamiento histórico, una de las poblaciones humanas y culturales más antiguas de la Tierra, sirviendo como curiosidad sus aún ligeramente presentes arcos superciliares, algo más marcados que en el resto de humanos del presente.
Algo más tarde, algunos de estos melanesios se expandieron de isla en isla hasta la Polinesia, aunque éste área, y en especial la de Micronesia, fueron principalmente habitadas por la expansión marítima posterior de grupos sibero-mongoloides.
Unos 45.000 años atrás, las poblaciones caucasianas del Próximo Oriente, penetrarían en el continente Europeo desde el Cáucaso y las estepas rusas, y quizás desde el norte de África por las penínsulas meridionales, para una vez más, encontrarse allí con los neandertales, que fueron progresivamente arrinconados hasta su desaparición final en zonas de las penínsulas Ibérica y Balcánica hace entre 30 y 25.000 años.
Estas poblaciones de la antigua Europa, así como las de otras zonas cercanas al Cáucaso y al Atlas norteafricano, habrían dado lugar a un tipo caucásico, particular del Paleolítico Superior, que la antropología denominó como hombre de Cro-magnon.

Representación de un hombre de Cro Magnon del Paleolítico.



Amerindio norteamericano.
El paso del hombre al continente americano, a través del puente terrestre de Bering, debió producirse durante varias fases cronológicas, y se piensa hoy en día que las primeras migraciones pudieron alcanzar ya tierras americanas hace unos 40.000 años, para después, en sucesivas oleadas sibero-mongoloides, ocuparlo con mayor incidencia de norte a sur en fechas más tempranas, dando origen al tipo clásico amerindio, si bien no se descarta otro tipo de aporte genético en varios procesos migratorios desde la Polinesia, por el Pacífico, o incluso desde Europa, como han sugerido los científicos Bruce Bradley y Dennis Stanford, del Smithsonian Institut, quienes plantean una migración europea por el Atlántico Norte, siguiendo la banquisa glaciar que entonces unía América con Europa.



Pero la llegada del hombre moderno u Homo sapiens sapiens a Europa, centrada ya en nuestro territorio peninsular, será temática de próximos post.








Crédito de imágenes:

Foto 1: Miguel Llabata.
Foto 2: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 3: Miguel Llabata.
Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 5: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 6: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 7: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 8: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 9: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
 

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