Como
veíamos en la entrada anterior, el inicio de la Glaciación de Würm empezó a
dejarse notar hace unos 115.000 años, cuando todavía dentro del interglaciar
Eemiense las temperaturas medias del planeta descendían de forma constante y la extensión de los hielos en los polos iba en continuo aumento.
Los
territorios más cercanos a éstos fueron los primeros en caer bajo el dominio
del nuevo tiempo glacial.
Así, hace
cien mil años buena parte del norte y centro de Europa se encontraban ya sometidos a los efectos del frío.
Y de este mismo modo, conforme la masa de hielos del Ártico ganaba extensión
expandiéndose hacia el sur, la corriente oceánica fría se desplazaba hacia el
Golfo de Vizcaya afectando a toda el área cantábrica.
Poco a poco, milenio a
milenio, la glaciación fue alcanzando también el ámbito de la Península
Ibérica.
Aquellas
circunstancias posibilitaron una fase de transición que en el sur de Europa se prolongó a lo largo de un extenso
período de tiempo, comprendido entre el fin del interglaciar y el momento álgido de
frío glacial. Esta fase es hoy conocida como Würm antiguo (100.000-30.000 B.P.).
El Würm Antiguo se caracterizó, al menos en nuestra península, por cambios
constantes pero no demasiado drásticos, que convirtieron al territorio en una especie de “pequeño continente”, dada su amplia variedad de ecosistemas con grandes contrastes.
En
la zona septentrional, alrededor de la Cordillera Cantábrica, la Pirenaica y
parte de la Meseta Norte, podíamos encontrar un ambiente de espacios más o
menos abiertos pero combinados aún con bastante masa forestal, principalmente coníferas, que actualmente podríamos definir como estepa-taiga arbolada.
En las zonas de llanura del centro peninsular comenzó
a establecerse también un ecosistema abierto con arbolado disperso, no tan
frío, pero más seco que las sabanas del interglaciar, cuya especie dominante
pasó a ser la sabina, mientras al amparo
de las cordilleras seguían proliferando los bosques de coníferas y pequeños
reductos de caducifolios
Por
último, la mayor parte del sur y levante ibérico mantenían los bosques
templados de especies de hoja caduca y los propiamente mediterráneos,
representados por el género Quercus,
que seguirían presentes por las llanuras en forma de ecosistemas sabanoides, seguramente acompañados con más
frecuencia que en las otras áreas de las últimas grandes zonas palustres
significativas, que ante el aumento de la sequedad veían mermadas desde hacía
tiempo sus extensiones por el resto del territorio.
Esta
gran variedad de ambientes en expansión y retroceso, durante milenios, favoreció
el asentamiento de la mayor concentración de especies de mamíferos grandes y
medianos conocida en nuestro país de los últimos 140.000 años, ya que a los
componentes de clima templado que aún sobrevivían en zonas del sur de Europa, vinieron
a sumarse aquellos de climas fríos que, con mayor asiduidad, se establecían
durante períodos más o menos prolongados aquí, sumando una cifra de alrededor de treinta y cinco especies distintas, y que tuvo como novedad más significativa
nuestra aparición; la llegada a la Península, hace ahora entre 40.000 y 35.000
años, del Homo sapiens, el Hombre Moderno.
Mamíferos grandes y medianos de la Península Ibérica durante el Würm Antiguo (100.000 - 30.000 B.P.). |
Milenios
más tarde se alcanzaría por fin a la fase más cruda de la glaciación, que se
inició hace treinta mil años pero cuyo punto álgido de frío, conocido como Máximo Glacial, se produjo en torno al
21.000-18.000 antes del presente.
Durante
este espacio temporal las condiciones climáticas del período anterior se
tornaron más extremas. Las temperaturas medias bajaron unos diez grados
centígrados con respecto a las de hoy, la humedad disminuyó de forma drástica y
los hielos permanentes se expandieron de manera considerable, extendiéndose
incluso a la mayoría de las grandes cordilleras ibéricas.
Como
consecuencia de todo ello el mar se replegó y las costas aumentaron de
tamaño con un promedio de entre 50 y 120
kilómetros, según zonas.
Europa durante el Máximo Glacial (21-18.000 B.P.) |
Para
entonces sólo una estrecha franja del litoral mediterráneo y algunas zonas del
sur peninsular pudieron cobijar a animales dependientes de climas cálidos.
Estos
cambios en el clima y en el territorio provocaron una división clara entre dos
zonas de la Península, una al norte, con una línea imaginaria desde Galicia a
Cataluña, de oeste a este, que alcanzaba hasta el Sistema Central y Teruel por
el sur, más afectada por el intenso clima frío glacial del resto del
continente, y que ahora estaba ya caracterizada por ecosistemas similares a las
actuales tundras y estepas frías, interrumpidas en ocasiones por la existencia
de bosques de coníferas en algunos reductos, ambientes que, sin ser exactamente
iguales, sólo podemos encontrar hoy cerca del ártico o en la taiga siberiana. Era
el ecosistema conocido como Estepa del
Mamut.
La
otra zona ocupaba casi la totalidad del resto peninsular y presentaba el
aspecto de grandes espacios abiertos esteparios, secos y fríos, pero con zonas
arboladas más o menos dispersas de especies del tipo Juniperus, como los enebros y las sabinas.
No
obstante, una estrecha franja del sur y del este, cuya mayor parte se encuentra
hoy por debajo del nivel del mar, mantuvo algunos pequeños enclaves de clima
templado y mediterráneo representados por especies clásicas del género Quercus.
Aspecto del paisaje del norte de la P.Ibérica en invierno y verano durante el Máximo Glacial. |
Pero
una vez pasados los duros milenios del máximo glacial el clima fue alternando
períodos bastante cortos de tiempo con fases templadas y otras frías, que en
definitiva, supusieron cambios bastante drásticos en pocos milenios o incluso
centurias, ya en el camino hacia un nuevo estadio interglaciar, el Holoceno,
momento en el cual todavía nos encontramos.
Entre 15.000 y 13.000 B.P. la transformación de los ecosistemas fue obligando a
la fauna a un proceso paulatino de retirada o avance en nuestra península.
El
deshielo progresivo de los glaciares y de los polos propició que las especies
de clima frío llegadas hasta nuestra Península fueran retirándose hacia el
norte de Europa en busca de refugio. Antes de consumarse este hecho, un último milenio de
enfriamiento climático, conocido como Dryas Reciente, datado aproximadamente entre 12.700 y 11.784
B.P., produjo otra breve expansión hacia el sur de los animales que ya se
estaban acantonando en latitudes norteñas, que a la postre fue sólo un
espejismo.
Con
la llegada del Holoceno, fechada en 11.784 B.P., el planeta entraba en una nueva
etapa cálida interglaciar.
Crédito de imágenes:
Excepto la primera fotografía, que es un archivo libre de derechos de Public Domain Images, el resto de imágenes de la entrada son del autor del blog, Miguel Llabata.
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