Una
imagen idealizada de aquel humano arcaico, y sus posteriores formas
anatómicamente modernas, que intento plasmar en la fotografía envejecida de
portada, nos llevaría hasta un tipo humano de altura muy similar a la nuestra,
seguramente de piel oscura, bien adaptada a la exposición solar de la región
tropical, con cráneo moderno de entre 1.250 y 1.400 cm2, o lo que es lo mismo,
la capacidad propia de nuestra especie actual, con algunos rasgos ancestrales
como la mandíbula huidiza o los arcos superciliares más marcados que en el
presente, pero no tanto como en tipos anteriores.
Sin
embargo, intentar recrear una imagen única de esta variedad tipológica
carecería casi de toda realidad, ya que si aceptamos que pudo producirse cierta
hibridación con componentes de otros territorios del Viejo Mundo, como
neandertales de Europa, denisovanos del Asia Central, e incluso erectus tardíos
del sudeste asiático y quizá hombres del ciervo rojo de China, podemos y
debemos presuponer que en África, tal proceso de hibridación o cruza con
poblaciones colindantes y genéticamente más próximas debió de ser
consecuentemente mucho más frecuente, sirva como ejemplo la pervivencia tardía
de humanos de tipología arcaica en Iwo Eleru (Nigeria) hace tan sólo 13.000
años, y su posible relación con ciertos estudios de ADN de poblaciones modernas
actuales que reflejan marcadores genéticos en algunos humanos del presente con
más de 300.000 años de antigüedad.
Hoy
en día se asume que las poblaciones de Homo sapiens arcaicos, evolucionadas en
África desde Ergaster-Erectus a Homo rhodesiensis
hace unos 630.000 años, constituyen la base desde la que podemos aventurar el
incierto origen del humano moderno actual.
Homo
rhodesiensis,
similar africano de Homo heidelbergensis
europeo, se expandió por el resto del continente desde algún punto de Etiopía,
hasta alcanzar zonas tan distantes como Marruecos y Sudáfrica.
Tribu bosquimana de etnia Khoi-san.
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Es
mucha la tipología ósea que lleva a diferenciar distintas poblaciones humanas
con rasgos similares, y a la vez distintivos, repartidas geográficamente por
África en un período cronológico que se extiende por espacio de casi doscientos
mil años.
Hace
ahora unos 260.000 años observamos en el registro fósil los primeros humanos
anatómicamente modernos, en el yacimiento de Florisbad (Sudáfrica), que son
denominados como Homo helmei, y que se han querido ver como un estadio
intermedio entre Homo rhodesiensis y Homo sapiens sapiens.
Pero
muchos otros linajes se reparten a lo largo y ancho del territorio durante un
período temporal posterior, como los
observados en Herto (Etiopía) datados en 160.000 B.P., Jebel Irhoud (Marruecos)
en las mismas fechas, e incluso en Oriente Próximo, en Skhul-Qafzeh (Israel),
hace unos 100.000 B.P.
De
entre todos ellos, el más similar a nosotros fue hallado en el yacimiento de
Omo (Etiopía), datado en unos 195.000 años de antigüedad y que es considerado
como el primer Homo sapiens sapiens reconocido: El hombre de Kibish.
Posibles primeras llegadas de Homo sapiens a distintas zonas del planeta. |
Fuere
como fuese, hace unos cien mil años Homo sapiens estaba ya bien distribuido por
todo el continente africano, e incluso es posible que por el Próximo Oriente,
pero sería una oleada migratoria de hace entre 80 y 70.000 años, la que iba a
expandir por el resto del mundo lo que podemos considerar como el linaje del
conjunto de la población actual del hombre moderno.
Estas
fechas vienen a coincidir con un repunte significativo del frío y la sequedad a
escala planetaria, producto de la última glaciación de Würm que entonces
empezaba a dejar sentir sus efectos en territorios más meridionales.
Recordemos
que por esas fechas desaparecen definitivamente en la mayor parte de Europa
algunos componentes de la más característica fauna cálida interglaciar.
Seguramente
en el este de África, el aumento de la sequedad conllevó períodos de aridez y
competencia por los recursos alimenticios que obligaron a ciertos núcleos
poblacionales a emprender un proceso migratorio en busca de nuevas tierras de
caza donde encontrar sustento.
De
este modo, se cree que los primeros desplazamientos se produjeron a través de
la Península Arábiga, que por aquel entonces tenía una configuración
territorial distinta, pues el menor nivel marino hacía que el Mar Rojo de
entonces fuera apenas un estrecho canal
de poca extensión hacia el norte, por lo que el paso desde África a Asia,
consistió simplemente en seguir la marcha por tierra desde las tierras de
Somalia hacia la India, normalmente cerca de la costa.
Existen
evidencias de una temprana llegada hasta el sureste asiático hace alrededor de
70.000 años, y un posterior salto, vía marítima, desde la plataforma continental de
Sondalandia hacia la de Sahul (Papúa-Australia), hace unos 60/50.000 años, lo
que pone de relieve que ya en esas fechas existía cierto conocimiento de las
técnicas de navegación que no pueden sino dejarnos perplejos.
Los
científicos, en base sobre todo a los restos fósiles del Hombre de Mungo,
Hombre de Wadjak y Hombre de Solo, no se ponen de acuerdo en cuanto a si se
produjo una única expansión de la conocida Eva mitocondrial desde esas
tempranas fechas, o si una vez más debemos tener en cuenta posibles y variadas
migraciones (como opinan John Relethford o Birdsell), que recibirían después un
aporte más significativo del acervo genético común de la Eva mitocondrial.
Truganini, última aborigen de Tasmania.
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Hoy,
en base a la secuenciación del genoma propio de un aborigen australiano de hace
cien años se conoce, por
ejemplo, que los primeros sapiens australianos no se separaron de la población
asiática tras su llegada al Sahul, sino que fueron una oleada primigenia
llegada desde África a Australia hace entre 70 y 50.000 años, en tanto que los
antepasados recientes de la población asiática y europea, todavía no separados
unos de otros, permanecían asentados en algún punto de África del este u
Oriente Medio y aún no habían comenzado su dispersión por los alrededores.
De
cualquier forma, el humano moderno había llegado también en fases tempranas al
Oriente Próximo, donde seguramente hibridó con el Hombre de Neandertal,
emigrando con posterioridad desde esta zona, para penetrar en Europa por el
Cáucaso hacia el 45.000 antes del presente, aunque del mismo modo, existen
evidencias que pueden apuntar a un paso por las mismas fechas desde el norte de
África, a través de Gibraltar y/o
Sicilia, entonces mucho más cercanas a África por la extensión de las
costas del Pleistoceno Superior (Cueva de las Palomas o Grotta del Cavallo).
En
la actualidad, hablar de “razas” resulta tremendamente complicado por las
connotaciones implícitas que esto acarrea. Este término, “raza”, que en el
presente es poco menos que tabú, ha quedado obsoleto, dando paso a otros como
“grupos raciales”, “etnias”, “grupos étnicos”, “haplogrupos”, etc.
Lo
que salta a la vista, atendiendo a la realidad, es que nuestros “primeros
bisabuelos” fueron evolucionando hacia tipos físicos con ciertas peculiaridades
dependiendo del clima y del medio donde se
fueron asentando, incluso atendiendo a posibles hibridaciones con
distintos tipos humanos más antiguos, para después ir fundiéndose en una gran
mezcla a escala global.
Lejos
de cualquier polémica, este post deja clara su condena a esos matices
secundarios de "raza", entendidos de forma interesada por algunos
como prejuicios, que han dado origen a multitud de teorías racistas y puntos de
vista etnocentristas de “supremacía”... No me cansaré de repetir una y otra vez
que considero que todos formamos parte de la misma especie y por lo tanto, no
hay lugar ni resquicio para un debate absurdo. Entiendo, pues, que a estas
alturas cualquier humano que se precie de serlo censura de forma tajante
cualquier intento de seguir por esos caminos abominables…
Así,
para cualquier persona que se plantea la cuestión de los grupos étnicos o
raciales desde un punto de vista sano, sin ningún tipo de connotación
peyorativa, como digo, es evidente que existen una serie de características que
diferencian, tan sólo en el aspecto superficial a diversas comunidades de
habitantes de nuestro planeta.
Aclarado
este punto me centraré en un somero análisis a grandes rasgos de estos grupos,
que pudieron tener una localización más o menos concreta en un pasado remoto,
pero que desde muy temprano asimilaron toda suerte de interacciones que dieron
origen a otra serie de conjuntos poblacionales.
Nativos papúes. |
Esta
fase coincidiría, de forma muy generalizada, con la expansión del hombre
moderno por las distintas zonas del planeta, y podría subdividirse, siempre
arbitrariamente, en cuatro grandes conjuntos resultantes; negroides,
australoides, caucasoides y sibero-mongoloides.
El
grupo negroide o primigenio, se originó en zonas ecuatoriales africanas, por lo
que la coloración oscura de su piel sería una evolución adaptativa encaminada a
amortiguar el impacto de los rayos del sol, así como también el pelo crespo o
rizado, a través del cual el aire puede circular con mayor fluidez actuando a
modo de ventilador, enfriando los vasos capilares.
Conforme
nos fuimos alejando de la zona ecuatorial, aparecerían tonalidades más claras
adaptadas a climas más o menos fríos y de escasa luminosidad.
Esta
variabilidad, propia de los subgrupos dentro de una misma especie, es frecuente
en muchos otros componentes faunísticos. Sirva de ejemplo el lobo, que presenta
tonalidades del pelaje que varían desde el blanco de las zonas árticas, hasta
el negro de las zonas boscosas húmedas, pasando por el gris de la taiga, el
pardo de las zonas mediterráneas o el rojizo de las zonas sub-desérticas.
Las
variantes en el aspecto externo pueden presentarse también en forma de
constitución, con una tendencia más corpulenta en las poblaciones norteñas y
más gráciles en las sureñas para el caso del lobo, quien además, aumenta el
tamaño de sus pabellones auditivos conforme se acerca a latitudes meridionales.
De
una u otra forma, y con el paso del tiempo, los primeros grupos de humanos
modernos conseguimos llegar hace unos 70.000 años, en varias oleadas y
seguramente por rutas distintas, hasta Oriente Próximo y Australia.
Familia esquimal sibero-mongoloide. |
En
la primera zona, la evolución de las características físicas adaptadas a los
nuevos medios de climas más fríos, propiciarían con el tiempo la aparición del
denominado grupo caucasiano, mientras que en el área del Asia Central, o quizás
ya en el extremo Oriente, pudo tener su
origen el grupo sibero-mongoloide, también con características propias de aquel
medio. En el subcontinente indio, por otro lado, debido a su clima ecuatorial,
se adaptaría bien en una temprana fase el grupo negroide, que poco después
llegaría hasta Indonesia y Australia, para asentar las particularidades de los
grupos australoides.
La
expansión hacia Australasia, el Lejano Oriente y Siberia, donde encontramos
poblaciones de humanos modernos hace entre 60.000/40.000 años, pudo propiciar
la convivencia con los últimos representantes tardíos de hombres arcaicos
derivados de Homo erectus, como denisovanos, hombres del ciervo rojo, hombres
de Solo o floresiensis, y probablemente muchos otros
que aparecerán en el futuro.
Hoy
en día, en base a estudios genéticos, se cree que papúes y melanesios son los
únicos humanos de la actualidad que comparten genes con el hombre de Denisova,
entre un 4 y un 6%.
Aborígenes australianos. |
Y
es que se piensa que con el paso de los milenios, el hombre moderno que había
accedido mediante algún tipo de embarcación, al menos 60.000 años atrás, desde
Sundalandia hasta la Plataforma de Sahul (tierras de Papúa Nueva Guinea y
Australia, entonces unidas), recibió el aporte de conjuntos étnicos
caucasiano-siberianos, dando origen a los principales grupos
melanesio-australoides, entre los que encontramos a los actuales papúes y a los
aborígenes australianos, que constituyen sin ninguna duda, por su aislamiento
histórico, una de las poblaciones humanas y culturales más antiguas de la
Tierra, sirviendo como curiosidad sus aún ligeramente presentes arcos
superciliares, algo más marcados que en el resto de humanos del presente.
Algo
más tarde, algunos de estos melanesios se expandieron de isla en isla hasta la
Polinesia, aunque éste área, y en especial la de Micronesia, fueron
principalmente habitadas por la expansión marítima posterior de grupos
sibero-mongoloides.
Unos
45.000 años atrás, las poblaciones caucasianas del Próximo Oriente, penetrarían
en el continente Europeo desde el Cáucaso y las estepas rusas, y quizás desde
el norte de África por las penínsulas meridionales, para una vez más,
encontrarse allí con los neandertales, que fueron progresivamente arrinconados
hasta su desaparición final en zonas de las penínsulas Ibérica y Balcánica hace
entre 30 y 25.000 años.
Estas
poblaciones de la antigua Europa, así como las de otras zonas cercanas al
Cáucaso y al Atlas norteafricano, habrían dado lugar a un tipo caucásico,
particular del Paleolítico Superior, que la antropología denominó como hombre
de Cro-magnon.
Representación de un hombre de Cro Magnon del Paleolítico. |
Amerindio norteamericano. |
El
paso del hombre al continente americano, a través del puente terrestre de
Bering, debió producirse durante varias fases cronológicas, y se piensa hoy en
día que las primeras migraciones pudieron alcanzar ya tierras americanas hace
unos 40.000 años, para después, en sucesivas oleadas sibero-mongoloides,
ocuparlo con mayor incidencia de norte a sur en fechas más tempranas, dando origen al tipo clásico
amerindio, si bien no se descarta otro tipo de aporte genético en varios
procesos migratorios desde la Polinesia, por el Pacífico, o incluso desde
Europa, como han sugerido los científicos Bruce Bradley y Dennis Stanford, del
Smithsonian Institut, quienes plantean una migración europea por el Atlántico Norte, siguiendo la banquisa glaciar
que entonces unía América con Europa.
Pero la llegada del hombre moderno u Homo sapiens sapiens a Europa, centrada ya en
nuestro territorio peninsular, será temática de próximos post.
Crédito de imágenes:
Foto 1: Miguel Llabata.
Foto 2: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 3: Miguel Llabata.
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