Hubo
un tiempo, que no fue tiempo, un lugar, que no fue lugar, y un algo, que no fue
algo, pues era nada. Allí comenzó una historia, la de un tiempo que olvidamos y
la de otro que evoluciona, y una parte de esa historia, queridos lectores, es la
que a partir de hoy voy a intentar contar…
Al
principio, o al final, o entre tanto (que no sabemos), era la nada. ¡Cuánto nos
gusta a los hijos del Cronos Minor
medir, acotar, encuadrar, limitar!
Pero
entonces, de allí, surgió lo que sí era y lo que sería.
Los
humanos hemos denominado a lo inexplicable bajo muchos apelativos, Dios, Caos, Fuerza
Suprema, Gran Creador, Ondas Intangibles, Big-Bang, Cosmos, Infinito… ¡Buah!, ¡cuentos por y para humanos!, eso
únicamente nos vale a nosotros, y sólo en determinados casos, pues en otros no
sirve sino para enfrentarnos.
Pero
como lo verdaderamente inexplicable, por definición, no puede explicarse en la
mente humana, seguiremos como podamos…¿Por dónde iba?, ¡Ah , sí!, ya recuerdo…
Nacieron
así, sin saber de dónde ni por qué (si es que existe el dónde o un por qué), el tiempo y el espacio, y
la materia, y el Universo, y los principios o leyes por los que éste parece
regirse.
Y
ese tiempo absoluto, hijo de Cronos Major,
siguió su curso, y se concretó en lo que más tarde hemos ordenado como miles y
miles de millones de años, y de él apareció un lugar que nosotros denominamos
galaxia, o Vía Láctea, tan blanco y
resplandeciente que nuestros abuelos lo creyeron leche derramada de los pechos
de una diosa.
Sin
embargo, el resplandor lo producían algunas de nuestras madres y padres, pues
La Tierra, y cuanto en ella habitamos o permanecemos, no somos sino hijos e
hijas de la estrella llamada Sol.
Fue
así, como digo, que con el paso del tiempo nació Gea, La Tierra, también nuestra
madre, y así fue también que ésta recibió el impacto de Tea, que la fecundó y originó a su vez al satélite que la acompaña, La Luna.
De este modo concibió Gea, con el paso del tiempo, dando lugar en ella a lo
que nosotros entendemos hoy como “vida”.
Pero
todavía tuvieron que pasar millones y millones de años hasta que La Tierra se
pobló de organismos complejos en constante evolución.
Desde
entonces, un sinfín de formas “vivas” íntimamente interrelacionadas, un
derroche de imaginación de la Naturaleza, se desparramó a lo largo del tiempo y
el espacio terrestre, permitiendo que un tipo de vida sobreviviera a otra o hasta facilitara
su existencia, en un muy particular juego del ser o no ser (que esa es la cuestión,
que decía aquél…).
Se
sucedieron así las Eras, y dentro de ellas, los Períodos, y en ellos, las Épocas,
a las que nosotros hemos acotado y dado nombre, y fueron pobladas éstas por
habitantes (a los que más tarde denominaríamos “especies”), cada uno de su
tiempo, como lo fueron del suyo los grandes reptiles o “dinosaurios”.
Pero
en La Tierra todo empieza y todo acaba, para dejar paso a lo que vuelve a
empezar y vuelve a acabar, en ese mencionado proceso de evolución constante que aún no alcanzamos a dar sentido, y fue de ese modo que desaparecieron aquellos colosos para
dejar paso a otros que ya no lo eran tanto, aunque no desmerecían en cuanto a
despliegue de biodiversidad.
Y
así, el tiempo fue jugando a capricho (o no…) hasta alcanzar lo que hoy
conocemos como Período Cuaternario.
Cuaternario…¡psé!, no
tendría mucho de especial dentro del Todo
si no fuera porque en esos últimos e ínfimos 2’5 millones de años aparecieron
nuestros primeros “moldes”, o al menos, aquellos en los que no nos cuesta tanto
reconocernos.
Este
período cuaternario es el nuestro, el que vivimos y desde el que les escribo,
pero como ya van imaginando en esta historia, nuestra necesidad de acotar el
tiempo queda cada vez más y más reducida y limitada a lo inmediato, para
hacerlo comprensible a nuestra particularidad específica, así que también estructuramos
y dividimos al Cuaternario con el fin de poder entenderlo mejor.
Fue
y sigue siendo el Cuaternario un período de cambios y transformaciones, como
cualquier otro, aunque nosotros apenas nos dimos ni nos damos cuenta, ya que
sólo nos está permitido percibir físicamente los efectos concretos de los
cortos ciclos anuales de los que gozamos como individuos en nuestra efímera
existencia, al menos en el plano que asumimos como vida material o tangible.
De
este período y sus épocas, y de quienes vivieron y vivimos en ellas, tratará la
historia que seguiré contando en este nuevo blog.
Crédito de imágenes:
Foto 1: Public Domain Images.
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Foto 3: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
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