De
los acantilados costeros irlandeses a los montes Urales rusos, del Estuario del
Tajo a las estepas de los Kirguises, de los fiordos noruegos a las marismas de
Doñana, o de los bosques boreales de Carelia a los montes mediterráneos que mueren
en el mar por el Peoloponeso, Europa alberga todavía un buen número de
espacios naturales dignos de ser conservados e interconectados para disfrute y
admiración de las generaciones venideras.
En
esta nueva serie de Mundo Rewilding
que hoy comienza, vamos a intentar aproximarnos al pasado,
presente y futuro de la Naturaleza Europea, con el fin de centrarnos en el rewilding
de sus especies extintas o amenazadas.
Con diez millones y medio de kilómetros cuadrados y una población
en torno a los setecientos cuarenta millones de habitantes, el continente
europeo presenta una media de 70 hab/km2, cifra solo superada por el enorme
continente asiático que, también de forma muy localizada o centrada en el sur y
sureste, eleva el promedio a 92 hab/km2.
El
subcontinente europeo, que no es otra cosa geográficamente hablando que una
simple península occidental de Eurasia, mantiene una realidad regional propia
basada en aspectos antropológico-culturales que la diferencian como entidad de
otras áreas del planeta.
Dentro
de su misma idiosincrasia Europa cuenta, además, con la particularidad de ser
la cuna de la Civilización Occidental, y su territorio, configurado a lo largo
de muchos milenios de transformaciones antropogénicas, ha sido testigo también
del nacimiento, auge y consolidación de los modelos industriales de la más
reciente historia de la Humanidad.
Como
consecuencia de todo ello Europa es hoy, en conjunto, un espacio muy
transformado y adaptado al ser humano, donde la naturaleza salvaje ha sido prácticamente
“domesticada”, recreada o adaptada a las necesidades del hombre.
La
ocupación del territorio, a través de pueblos, ciudades, y hasta corredores
urbanos que enlazan grandes cuencas industriales, intercomunicados por un
sinfín de redes viarias, ahogan las posibilidades de supervivencia de una fauna
salvaje que lucha como puede, desde hace centurias, por no desparecer del que
siempre ha sido su hogar.
Esta
serie de circunstancias hay que tenerlas presentes desde el principio para
entender por qué los modelos rewilding propuestos para Europa, al menos en un
futuro a corto o medio plazo, van a ser sustancialmente distintos a los
expuestos para otros grandes territorios del planeta, sin que esto sirva de
excusa para no profundizar al límite en ellos.
El
resultado final del medio europeo, a grandes rasgos, ha quedado configurado de
tal forma que hoy en día podemos observar claramente tres modelos muy
definidos; las áreas altamente humanizadas y transformadas, las zonas
humanizadas pero con hábitat natural en mosaico, y las reservas o zonas poco
humanizadas, de gran valor ecológico, que casi siempre se localizan en lugares
de difícil acceso para el hombre, como sucede en buena parte de las grandes
cordilleras del continente.
Pirineo en España. |
Unir
entre ellas estas “reservas” o zonas poco alteradas, contando con los espacios humanizados
pero en mosaico, para recuperar o hacer éstos más viables a la presencia o
tránsito de las distintas especies, va a ser, en el futuro, la base fundamental
sobre la que asentar la supervivencia de la fauna y los entornos naturales del
superpoblado continente.
Pero
antes, conozcamos un poco más el territorio a tratar. Un territorio que, de
forma bastante arbitraria, encuentra ya desde el principio dificultades a la
hora de ser delimitado. En esta serie, y para atender al concepto rewilding que
nos ocupa, he decidido dejar fuera algunas áreas que, para otros aspectos, son
en ocasiones incluidas dentro de los límites convencionales de Europa. Por
ejemplo, la Península de Anatolia o el entorno del Cáucaso, que teniendo en
cuenta la supervivencia tardía de mucha de su gran fauna, trataré mejor en la
serie de Asia Central, pero que bien podrían considerarse a grandes rasgos una
continuidad del espacio europeo.
También las islas del Mediterráneo, por sus
particularidades en cuanto a existencia de fauna a lo largo de los milenios, pueden ser mejor tratadas en un capítulo referido a grandes zonas
insulares, dentro de Mundo Rewilding.
Europa en el mundo. |
Si
hablamos de grandes regiones biogeográficas, Europa se divide fundamentalmente
en tres; la región ártica, la eurosiberiana y la mediterránea, con sus variados climas y subclimas, y delimitadas
espacialmente, siempre a grandes rasgos, como a continuación podemos observar en el mapa adjunto.
Regiones biogeográficas de Europa. |
Algunas
de las zonas del norte, especialmente la región ártica, pero también buena
parte de la eurosiberiana en su ámbito boreal, sobre todo en Escandinavia, Carelia,
la Gran Llanura Sarmática o los Urales, podrían quedar incluidas dentro del
anterior capítulo de El Gran Norte, que hacía referencia a la Tundra y la Taiga.
De
este modo, los principales ecosistemas actuales de Europa quedan definidos en
siete u ocho conjuntos que pasarían por la tundra, la taiga, el bosque mixto,
el bosque caducifolio, el bosque y matorral mediterráneo, la alta montaña, los humedales y las estepas, dejando en un aparte a costas o playas.
Tundra, taiga, bosque mixto, bosque caducifolio, matorral y bosque mediterráneo, alta montaña, humedal y estepa. |
Encuadrada
dentro del clima templado, Europa se caracteriza por temperaturas que varían de
forma regular a lo largo del año, generando cuatro estaciones bien
diferenciadas y conocidas por todos; otoño, invierno, primavera y verano.
La
proximidad al Atlántico o al Mediterráneo condiciona bastante los ecosistemas,
más suaves en cuanto a clima en las áreas circundantes a éstos, mientras que en el interior
prevalece el ámbito continental, más extremo en temperaturas y también
más seco, en líneas generales.
Aunque
la humedad depende bastante de cada región, es bastante pronunciada en Europa,
por ello, y atendiendo a la actual fase interglaciar en la que nos encontramos,
son frecuentes los humedales o zonas palustres a lo largo y ancho del
territorio tratado.
Los
más importantes son algunos como el Estuario del Tajo, las Marismas del
Guadalquivir, el Delta del Ebro, la Camarga, la desembocadura del Po, del Óder,
las Marismas del Pripet o el Delta del Danubio, entre muchísimos otros.
Por
último, la existencia de grandes cadenas montañosas como el Sistema Bético,
Ibérico, Cantábrico, Pirineos, Vosgos, Jura, Alpes, Apeninos, Cárpatos, Alpes
Dináricos, Ródope o Pindo, entre otros, otorgan cierta peculiaridad al
continente, que además, de forma natural o antropogénica, cuenta también con
característicos espacios abiertos muy singulares, conocidos como estepas, en
algunas zonas de España, Ucrania o Rusia Meridional.
Bosque galería del entorno montano. |
Europa
queda constituida hoy en día por más de cuarenta estados o países, con sus
distintas realidades y particularidades, de los cuales veintiocho forman parte
de la comunidad política de derecho conocida como Unión Europea.
Encontrar ámbitos de actuaciones comunes para la salvaguarda, conservación o recuperación de grandes
áreas naturales, es pues un objetivo fundamental a la hora de poder entregar
una naturaleza en condiciones a las generaciones futuras que nos sucederán.
Estos
procesos se vienen llevando a cabo de forma bastante notoria en Europa,
no sólo mediante la creación en su momento de distintas reservas nacionales o
regionales de caza, sino de otros espacios como parques nacionales, naturales,
regionales o áreas de protección especial.
En
este sentido cabe destacar en Europa el papel de la Red Natura 2000, el mayor
ente ecológico a nivel mundial, vertebrado a partir de categorías, según
importancia, como pueden ser las ZEC, ZEPA o LIC, que han conseguido la
protección de un 18% del territorio europeo, siendo España el país que más
superficie incluye dentro del conjunto, debido a su singularidad, con casi 12
millones de hectáreas tanto terrestres como marinas integradas en el proyecto,
que cuenta además con instrumentos financieros para contribuir al mantenimiento
de la aplicación directiva comunitaria relativa al ámbito de la conservación de
los espacios naturales de gran interés, como los Programas Life.
Imperdonable
sería también dejar de lado la actuación de numerosísimas organizaciones y fundaciones
ecologistas y/o conservacionistas colaboradoras, que por su amplio número, son
imposibles de detallar aquí.
Parque Nacional de Ordesa (Huesca-España). |
Sin
embargo, este tipo de conservación, muy necesaria, resulta a todas luces
insuficiente, como digo, a la hora de
garantizar la continuidad y supervivencia de determinadas especies, y todavía
más marcada va a ser esta tendencia en un futuro muy cercano, vista la
situación actual.
Así
pues, el "rewilding", impulsado por la mano del hombre de forma
directa y decidida, puede ser una herramienta fundamental en la que apoyarse
para garantizar un retorno constante de la biodiversidad perdida a los
territorios que ven cada día más amenazada la subsistencia de muchas de sus
especies, en especial, y a nivel planetario, los grandes mamíferos.
Europa,
como vamos intuyendo, lo tiene más difícil, y no tanto por falta de posibles
componentes o especies-candidatas de megafauna. Como parte del Viejo Mundo, y
simple península de Asia, Europa tiene la enorme fortuna de contar con casi
todos los componentes extintos de fauna templada, bajo formas subespecíficas. Como
mucho, sólo habría que contar con algún candidato del mismo género y un par de
“proxys”, ya que el resto todavía sobreviven en zonas de África y Asia, o
incluso bajo formas domésticas, en el propio continente.
La
dificultad de Europa reside en las particularidades propias de un territorio
muy humanizado a lo largo de la historia, colapsado por el desarrollo de urbes
e infraestructuras en un “reducido espacio” que alberga a casi 740 millones de
habitantes, y donde los corredores naturales entre grandes áreas
"salvajes", atraviesan o quedan casi siempre rodeados por un
territorio densamente poblado y transformado.
Más
adelante iremos viendo qué acciones podrían ir implementándose en este sentido
para volver a contar con un territorio mucho más significativo en cuanto a
especies y espacios salvajes, pero de entrada cabe apuntar que aunque Europa
es un
continente acomodado desde hace siglos a no convivir con animales que puedan
plantear el más mínimo peligro o inconveniencia, la restitución de este tipo de
fauna debería ser una obligación moral, un objetivo ineludible de los
"modernos", "tecnológicos" y "desarrollados"
países de la Unión Europea, para poder exigir al resto del planeta, con un
mínimo de dignidad y coherencia, que defiendan y conserven su propia
naturaleza. Y
para poder llevarse a cabo de manera totalmente eficaz, el “rewilding”
necesitaría una adaptación, apoyo y
validez, refrendada por legislación a nivel europeo, siempre bajo criterios
técnico-científicos.
P.N. de la desembocadura del Óder (Alemania-Polonia). |
Y
es que los países desarrollados del considerado Primer Mundo, en el ámbito occidental, hemos elevado la voz durante
las últimas décadas advirtiendo sobre la necesidad de conservación de los
grandes espacios naturales salvajes del planeta, especialmente los frágiles
ecosistemas de países del Tercer Mundo,
o aquellos en Vías de Desarrollo, sujetos a un ritmo de destrucción masiva de
proporciones descomunales y por regla general, carentes de estabilidad y
firmeza gubernamental que facilite la salvaguarda de los mismos.
A
nadie sorprende hoy que constantemente escuchemos denuncias o condenas de
actividades y actuaciones que perjudican seriamente la supervivencia de estos
ecosistemas y sus especies, en África, Asia o Sudamérica, por citar los
ejemplos más sobresalientes.
Pero,
más allá de incidir en los factores que motivan esta destrucción, que en la
gran mayoría de los casos son fomentados por la propia dinámica de actuación de
los países desarrollados sobre los subdesarrollados (lo que ya de por sí pone
en evidencia estas exigencias), ¿estamos haciendo lo suficiente los países de
Occidente por restaurar nuestra propia naturaleza para poder hablar con
autoridad moral al resto?...
¿Podemos
condenar que los considerados países subdesarrollados o en vías de desarrollo
ansíen alcanzar El Dorado que para cualquier sociedad supone la comodidad y
bienestar del modelo de desarrollo de los países del Primer Mundo?
La
imagen, el espejo donde mirarse que tienen estas sociedades subdesarrolladas no
es otro que aquél que América del Norte y Europa, sobre todo, proporcionamos.
Maquinaría agrícola y campos de cultivo. |
¿Y
qué mostramos desde Europa (nuestro caso concreto) en este sentido de
protección de la naturaleza, y muy particularmente, en lo que a conservación de
mamíferos se refiere?.
Un
continente totalmente humanizado, repleto de infraestructuras, que cortan los
pocos enclaves algo salvajes que todavía salpican el territorio, y además, una
gran conveniencia a la hora de medir dicha conservación o protección de la
naturaleza.
Algo
que queda reflejado perfectamente en el egoísmo de mantener alejados de los países
más desarrollados a aquellos componentes del mundo animal que nos incomodan.
Hasta
dentro de la misma Europa asistimos atónitos a esta incongruencia.
De
sobra sabemos del auge, la consolidación, y la importancia de la visión
ecologista en países considerados avanzados, como Reino Unido, Holanda,
Bélgica, Alemania, Francia, etc. donde los partidos verdes son incluso fuerzas
bastante considerables en la representatividad parlamentaria, o, en cualquier
caso, donde existe un profundo sentimiento conservacionista arraigado entre la
sociedad.
Pero
¿de qué tipo de visión ecologista hablamos?...Porque es cierto que se tienen
muy en cuenta conceptos como el cambio
climático, la energía nuclear, la creación de áreas naturales protegidas o el
maltrato animal, sin embargo, ocuparse decididamente de la restauración de las
especies aniquiladas y desaparecidas en esos mismos territorios, pasa a un
segundo plano que apenas es tenido en consideración.
Hasta
los mamíferos salvajes aún existentes que “molestan”, véase jabalíes, linces,
lobos, osos, etc. ¡Ah amigos!, son otro cantar...
Oso pardo (Ursus arctos) |
Excusas
de todo tipo; “aquí hace mucho tiempo que no existen, y claro, hoy no tienen
sitio”, “sería una locura recuperarlos en zonas donde desaparecieron”, bla, bla,
bla…”mejor que los protejan otros países que todavía los tienen, como España,
Italia, o Rumanía”, por ejemplo.
Pero,
por supuesto, ¡que ni se les ocurra a los países del Sudeste Asiático extinguir
al tigre!, ¡ni a los subsaharianos al león!. ¡Y qué decir de las barbaridades
de aniquilar a los elefantes o rinocerontes!...
Sin
embargo, el Reino Unido siente temor ante un simple jabalí silvestre en su
territorio (ni digamos linces, lobos u osos), que ve como una fiera desparecida
de las islas hace centurias, cuando en España, sin ir más lejos, son poco menos
que unos vecinos más de barrio de cualquier extrarradio de ciudad.
En
Holanda, mucha restauración de parques, aves, ciervos, y hasta últimamente
caballos y vacas silvestres…pero ni rastro de sus predadores, lobos o linces.
¿Y los osos de Alemania, dónde están?...
De
la misma forma, en nuestro país, España, mucha red de espacios naturales
protegidos, mucha verborrea ambiental, mucho querer salir en la foto “verde”…¿Y
qué pasa con el oso y el lobo en Pirineos?, ¿y en Cazorla?, ¿y en tantísimas
otras partes de España, donde es una obligación moral y ética su presencia si
se quiere hablar de conservación y respeto por la naturaleza?…
Bisontes europeos (Bison bonasus). |
A
mirar hacia otro lado. Jamás una actuación decidida de la Administración que coja,
de una vez por todas, el estandarte de la protección ambiental y actúe
consecuentemente con las especies más castigadas antes de enviar dosis de
moralina a terceros.
Así
cualquiera, oiga.
Seguramente
Europa no concibe la imagen de un África carente de sabanas, con elefantes,
rinocerontes, leones, leopardos, ni la de un Sudeste Asiático sin su selva, con
tigres, elefantes, orangutanes, panteras…Ahora bien, es totalmente capaz, por
lo que se ve, de contemplarse a sí misma sin osos, sin lobos, sin linces, sin
bisontes. Mañana Botsuana, Tanzania, Congo, India, Tailandia, Indonesia o
Bolivia, se levantan sin elefantes, rinocerontes, hipopótamos, búfalos, leones,
leopardos, tigres, hienas, pumas o jaguares, y a dar lecciones de moral y ética
sobre conservación de naturaleza...
Sinceramente,
creo que “tendríamos que hacérnoslo mirar”. No nos vendría nada mal un mínimo
de autocrítica.
Dicho
todo esto, en los siguientes capítulos vamos a seguir profundizando de forma
muy pormenorizada en Europa y sobre todo en la Península Ibérica, que es la que más de cerca toca a quien les escribe y a la mayoría de visitantes de este blog.
Veremos así, al menos sobre el papel, cuáles son esos
géneros que siempre estuvieron presentes en este territorio a través de
distintas especies, atendiendo a diversas etapas climáticas (siendo conscientes
de cuál es el clima actual del interglaciar Holoceno) para entender por qué desaparecieron en el continente en esta ocasión, y cómo, y hasta qué punto, sería
viable devolver a algunas de ellas a sus territorios perdidos.
Alce (Alces alces). |
Crédito de imágenes:
Foto 1: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Miguel Llabata.
Foto 3: Miguel Llabata.
Foto 4: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 5: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 6:Tundra, taiga, bosque mixto y estepa, imágenes libres de derechos de Wikimedia Commons. Bosque caducifolio, bosque-matorral mediterráneo, alta montaña y humedal, Miguel Llabata.
Foto 7: Miguel Llabata.
Foto 8: Miguel Llabata.
Foto 9: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 10: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 11: Miguel Llabata.
Foto 12: Imagen libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 13: Public Domain Images.
Estaré atento a las demás entregas, me interesa mucho lo de Europa.
ResponderEliminarDeberías escribir un libro, tanto conocimiento merece estar en papel.
Uuuuy, más de uno tengo escrito, por ahí andan perdidos en cajones de mi casa...
EliminarEscribir, y no saber que hacer con ello, es casi como no escribir. Pero bueno, también aquí, a través de un blog, se puede compartir la inquietud de uno, o las pocas cosas que con el tiempo va aprendiendo, asimilando, y hasta dando un sentido personal.
Al fin y al cabo, desde mi motivación o vocación, nunca me he planteado otro objetivo que el poder favorecer a la recuperación de especies extintas o en peligro.
Gracias por participar de nuevo, y por tus palabras.
Un gran saludo.
Desde luego Miguel suscribo contigo la baja tolerancia en nuestra Europa hacia la gran fauna,especialmente en lo que atañe a los grandes depredadores;la incoerencia que manifestamos quando exigimos a los paises en vias de desarrollo la conservación de especies que nosotros mismos hemos eliminado.Es una situación que forma parte de la evolución de la consciencia de la sociedad, al verse privada y aislada del mundo natural salvaje y del instinto; de la conexión con nuestro sabio subconsciente, devido a actitudes heredadas de las religiones y nuestro constreñido modo de vida; al mismo tiempo nos identificamos con el progreso económico y material;es la típica actitud esquizofrénica de acercarse a la naturaleza todavia apegados al estilo de vida que al mismo tiempo nos separa y aisla del medio; e aquí la gran contradicción!,esto implicará un cambio gradual y transgeneracional no solamente por la lavor pedagojica y divulagativa que podemos ejercer los naturalistas y conservacionistas, sino también por los límites ecológicos que está planteando nuestro modelo de sociedad y el de otrás muchas más,pues esto ya ha sucedido en numerosas civilizaciones que han transcurrido en la historia.El miedo e intolerancia hacia los grandes depredadores forma parte de diversos sentimientos y perjuicios colectivos heredados en periodos históricos antiquísimos, no solamente en occidente, si no que también en las culturas dominantes de países en vias de desarrollo,esto hay que tenerlo my en cuenta también!!!, la edad media y las religiones monoteistas participaron también en la creación de algunos pejuicios más recientes, como la demonización del lobo por parte de la Iglesia;tendriamos que remontarnos en un mundo simbólico que hemos heredado des de tiempos del neolítico cuando el hombre sedentario ya "domesticado" muy posesivo de la tierra y su ganado empezó a tener conflictos con la fauna salvaje.Esto pone sobre la mesa la jestión de nuestros miedos más profundos instalados en nuestro "sabio" subconsciente,simbolizados con el "miedo a ser devorados",y es que la coexistencia en armonia con animales poderosos implica conocer unas "normas" que muy bien conocian nuestros ancestros paleolíticos.
ResponderEliminarAsí es, Marc. Los grandes carnívoros son, probablemente, la mayor asignatura pendiente de Europa respecto a la conservación de sus especies amenazadas.
EliminarHablaremos de ello más detenidamente dentro de poco tiempo.
¡Saludos!.